°Chapter Twenty-six¬ Newt°

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Los antibióticos hacían efecto. Aunque habían pasado pocas horas desde que entrara corriendo en la tienda cargada con los medicamentos, a Albyya le había bajado la fiebre y parecía más despierto de lo que había estado en varios días.

Se sentó el borde del camastro de Alby, que parpadeó hasta abrir los
ojos del todo.

—Bienvenido —le dijo Newt sonriendo—. ¿Cómo te encuentras?

Alby observó a su alrededor antes de mirar a su amigo.

—Esto no es el cielo, ¿verdad?

Newt negó con la cabeza.

—Por Dios, espero que no.

—Bien. Porque siempre había dado por supuesto que habría personas allí.
Personas que no utilizarían los cortes de agua como excusa para no ducharse —Alby se las arregló para sonreír—. ¿Ha construido alguien la primera ducha de la Tierra mientras estaba inconsciente?.

—Pues no. No te has perdido gran cosa.

—No sé por qué, pero me cuesta creerlo —Alby levantó los hombros
como si quisiera sentarse, pero se dejó caer otra vez con un gemido. Newt
le colocó una manta enrollada detrás de la espalda—. Gracias —musitó, y
escudriñó el semblante del otra antes de volver a hablar—. Vale, ¿qué pasa?.

Newt esbozó una sonrisa perpleja.

—¡Nada! Solo que estoy encantado de ver que te encuentras mejor.

—Por favor. No me puedes ocultar nada. Sabes que siempre te arranco
tus secretos —le espetó Alby, sin inmutarse—. Puedes empezar por
decirme dónde encontraste los medicamentos.

—Los tenía Teresa—respondió Newt antes de resumir rápidamente loucedido—. Thomas y ella se marcharán por la mañana —concluyó—. Es parte del trato que hizo Minho con el grupo. Sé que parece increíble, pero estaban a un paso de lincharla —negó con la cabeza—. No sé qué habría pasado si Minho no hubiera intervenido.

Alby observaba a Newt con curiosidad.

—¿Qué? —dijo esta última.

—Nada, es solo que... es la primera vez que te oigo pronunciar su
nombre sin tener la sensación de que estás a punto de dar un puñetazo a la
pared.

—Es verdad —reconoció Newt con una sonrisa.

Suponía que sus sentimientos hacia él habían cambiado. O al menos
habían empezado a cambiar.

—¿Y bien?.

Newt se puso a toquetear los frascos de pastillas. Era reacia a contarle a
Alby lo que había sucedido en el bosque, por si su amigo se sentía
culpable; al fin y al cabo, había partido en busca de plantas que pudieran ayudarlo y casi había muerto en el intento.

—Hay algo que no te he contado. No me parecía importante, estando tú
tan enfermo, pero...

Inspiró y le narró por encima cómo Minho lo había rescatado en las
ruinas.

—¿Te siguió hasta allí?.

Newt asintió.

—Lo más curioso es que, mientras estaba allí colgado, convencido de
que iba a morir, solo podía pensar en él. Y cuando apareció, ni siquiera me
molestó que me hubiera seguido. Solo sentí alivio de que hubiera salido a
buscarme, a pesar de todas las cosas horribles que le había dicho.

—Te quiere. Nada de lo que hagas o digas cambiará eso.

—Ya lo sé —Newt cerró los ojos, aunque le asustaba afrontar las
imágenes que sin duda emergerían de entre las sombras—. Tengo la
sensación de que, incluso cuando estaba confinado y te dije que me
gustaría ver sus entrañas esparcidas por el espacio, una parte de mí lo
seguía amando. Y eso no hacía sino aumentar todavía más el dolor.

Alby lo miraba con una expresión entre indulgente y comprensiva.

—Ya es hora de que dejes de castigarte a ti mismo, Newt.

—Querrás decir de castigarlo a él.

—No. Me refiero a que es hora de que dejes de castigarte a ti mismo por quererle. No estás traicionando a tus padres.

Newt se crispó.

—Tú no los conociste. No sabes lo que pensarían.

—Sé que querrían lo mejor para ti. Accedieron a hacer algo terrible,
sabiendo que estaba mal, solo por protegerte —guardó silencio un
momento—. Igual que Minho.

Newt suspiró y se sentó en la cama de Alby con las piernas recogidas, como solía hacer en la celda qué compartían.

—A lo mejor tienes razón. No sé si puedo seguir huyendo de lo que
siento. Odiarle es agotador.

—Deberías hablar con él.

Newt asintió.

—Lo haré.

—No, me refiero a que deberías hablar ahora —los ojos de Alby
brillaban de la emoción—. Ve a hablar con él.

—Pero ¿qué dices? Es muy tarde.

—Estoy seguro de que está completamente despierto, pensando en ti.

Newt desplegó las piernas y se puso en pie.

—Muy bien —dijo—, si me prometes que así te quedarás tranquilo y
descansarás.

Newt se alejó. Antes de apartar la lona de la entrada, se volvió a mirar
a su amigo y puso los ojos en blanco con ademán teatral. Cuando llegó al
claro, se detuvo un momento, preguntándose si no estaría cometiendo un error.

Sin embargo, era tarde para echarse atrás. El corazón le latía tan
desenfrenadamente como si tuviera vida propia y le estuviera enviando un frenético mensaje a Minho a través de la oscuridad. Ya voy.

Nueva Era [Newtmas] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora