°Chapter Nineteen¬ Thomas°

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Thomas se detuvo para recolocarse al hombro el ave que había cazado. La
discusión con Newt lo había alterado tanto que había cogido el arco y
había echado a correr hacia los bosques como alma que lleva el diablo.

Solo después de haber abatido un ave junto al arroyo empezó a tranquilizarse. Era una buena pieza —su primera ave, mucho más difícil
que los animales terrestres— y las plumas le vendrían de maravilla para
rematar las flechas que estaba confeccionando y que pensaba llevar
consigo cuando Teresa y él se separasen del grupo.

Ahora, de vuelta en el campamento, reparó en que no había visto a Octavia desde primera hora de la mañana. Se inquietó. Debería haber hablado con ella antes de marcharse.

La hoguera ya estaba encendida y varias caras se volvieron a mirar a
Thomas cuando se acercó. Pero nadie sonreía. Se cambió la pieza de
hombro para que la vieran mejor. ¿Por qué demonios lo miraban con esas caras?

El sonido de un grito airado atrajo su atención hacia el grupo que se había congregado en el extremo más alejado del claro, cerca de los restos
del accidente.

Estaban apiñados alrededor de algo tendido en el suelo. Jadeó al darse cuenta de que la figura se movía.

Cuando la reconoció, su confusión mudó en la explosión de rabia más
intensa que había sentido en su vida.

Era Teresa.

Tiró el ave al suelo y echó a correr.

—¡Apartencen! —gritó Thomas, abriéndose paso hasta el centro del corro.

Teresa yacía en tierra, llorando a lágrima viva. Gally y unos cuantos larchos se agolpaban sobre ella con un brillo demente en los ojos.

—¡Déjenla en paz! —bramó.

Se abalanzó hacia su hermana, pero antes de que pudiera alcanzarla, unbrazo le rodeó el cuello como un torno de acero. Él resolló y miró a su
alrededor, desesperado. Plantado ante él, Minho lo observaba con una
expresión fría e implacable.

—¿Qué diablos? —farfulló Thomas—. ¡Apartencen!

Al ver que Minho no se movía, Thomas apretó los dientes e intentó
embestirlo, pero la persona que lo tenía sujeto se lo impidió.

—¡Suéltame! —escupió. Dio un codazo hacia atrás, tan violento que su
captor lo soltó con un gruñido.

Teresa seguía en el suelo. Con los ojos muy abiertos del miedo, paseaba
la vista de Thomas a Gally, que estaba plantado ante ella.

—Será mejor que me digán ahora mismo qué está pasando —ordenó Thomas entre dientes.

—Hace un rato, te he oído hablar con Newt sobre las medicinas perdidas —explicó Minho con una tranquilidad insufrible—. Nadie, aparte de Teresa, conocía su existencia.

—Yo no he tomado nada —sollozó la niña. Se enjugó la cara con el dorso
de la mano y sorbió—. Todos se han vuelto locos.

Teresa se levantó temblando y dio un paso hacia Thomas.

—Tú no vas a ninguna parte —le espetó Gally, que la cogió por la
muñeca para retorcérsela a la espalda.

—¡Suéltala! —gritó Thomas. Se lanzó contra Gally, pero Minho se
interpuso y, esta vez, le tocó a Thomas que le retorcieran el brazo—.
¡Suéltame!

Forcejeó para liberarse, pero varias manos se apresuraron a sujetarlo.

—Mirad —prosiguió Thomas, que intentaba en vano no alzar la voz—,
mi hermana lleva herida desde que aterrizamos. ¿De verdad creéis que está en condiciones de robar unas medicinas y sacarlas del campamento?

Nueva Era [Newtmas] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora