La última carta (Tarde)

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Pero llegamos tarde,

Te vi y me viste,

Nos reconocimos enseguida,

Pero tarde.

Maldita sea la hora que encontré lo que soñé,

Tarde.

(Ricardo Arjona)

Al parecer siempre llegó tarde.

Al principio pensé que estábamos destinados, aunque no sabía para que. Aun me lo sigo preguntando.
Me tope contigo en el jardín de infantes...

Y que puedo decir, te odie desde el primer momento.

Eras el niño más malo y abusivo que conocí en esa época, no soportaba verte... pero quería verte, para que mentirme y mentirles. Era guapo. Si, era muy pequeña para eso pero que le vamos hacer.

Al siguiente año, ya no lo vi mas, no fue hasta seis años después que coincidimos en el mismo salón y ahora era el niño popular, e igual que las demás niñas, me gusto.
Intente por todos los medios hablarle pero fui totalmente ignorada, por él y su grupo.
Recuerdo un día, no sé cómo llegamos a hablar de versos y poemas en el salón y el le dedico uno a mi mejor amiga. Esa fue mi primera decepción amorosa, pero lo olvidé como todas las cosas de mi infancia o eso creía.
Tres años después quedamos nuevamente juntos en el salón. Yo lo había olvidado, hasta que apareció aquel año y nos volvimos muy buenos amigos. Ya ni recordaba si sentía algo por el, estaba más grande y lo que paso antes era algo de la niñez.
Terminó el año escolar y él cambio de colegio y perdimos el contacto.
Cinco largos años pasaron y nos encontramos en la universidad; lejos de nuestros hogares.
Él trabajaba y estudiaba; yo solo estudiaba, mis padres todavía me ayudaban.

Estudiábamos leyes y Dos años después en la fiesta de graduación sucedió. Terminamos en la cama, después de un par de bailes y de tragos. Al día siguiente amanecí sola. No supe de el después de eso.

El destino siempre nos unía y separaba, ya me estaba acostumbrando a eso.
Cuatro años pasaron desde ese encuentro. Lo volví a encontrar, se había casado y esperaba un hijo con su esposa.
Lo vi feliz y al parecer su felicidad, me hacía sentir igual. El no pregunto por mis cosas, casi ni le dejaba. Quería saber todo de él, mi vida ya la sabia, para que hablar de ella.

Tenía un buen trabajo, casa, carro, esposa, un hijo en camino. Estaba muy bien y me alegraba saberlo. Algo en mi pecho se expandía, algo parecido al orgullo pero todo era por él.

Nos despedimos con un beso en la mejilla. Realmente me sentí mal por callar mis sentimientos, que se habían hecho más fuerte con cada encuentro inesperado y fortuito.

Pero no iba a estropear el momento.
Siempre llegaba tarde a su vida.

Otros cuatro años pasaron, los llevaba contados, lo encontré en el kiosko donde compraba mi café y casualidad, trabajaba en el edificio que estaba enfrente del mío. Se había divorciado después que su hija falleciera por una extraña enfermedad. Me dijo que ahora salía con una muchacha y que le estaba yendo bien.

Por primera vez me pregunto sobre mi vida, le conté que trabajaba en un bufete de abogados, tenía mis propias cosas, aunque me costó mucho.

Tuvimos largo rato de esa manera, hablábamos, salíamos a comer y otra vez se formó una amistad.
Un día él tocó a mi puerta, yo quede un poco sorprendida-asustada y emocionada.
Nunca le había dado mi dirección no sé cómo llegó, una niña se asoma detrás de mí y él se sorprendió y pregunta que quien era, yo respondí que mi hija.

Versos que no son versosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora