Capitulo 26: El incidente II

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Estados unidos de américa, Minnesota

En un área de servicio cercana a Littlefork...


El avión estaba próximo a estrellarse, había muy poco tiempo de margen de maniobra, no podía salvarlos y el fortísimo ruido que producían las turbinas y los gritos de la gente iban en aumento conforme el aparato se acercaba. Tuvo que decidir deprisa y eligió tratar de salvaguardar su vida y la de su compañero, su chofer, Arlo...



- ¡¡Arlo, a la limusina, ahora!!- Chilló el monje para hacerse oír.



Arlo asintió, pero le temblaban las piernas y se había quedado clavado al sitio en el que estaba, paralizado por el miedo.



- No hay tiempo para esto, no ahora- Dijo para si Anand mientras lo agarraba por la muñeca, tirando así de él en pos de su destino.



Si había calculado bien, el vehículo en el que habían llegado estaba lo suficientemente lejos de la trayectoria del avión para que, al meterse dentro permanecieran a salvo de la cada vez más próxima catástrofe.


Abrió la puerta trasera de la limusina lo más rápido que pudo y empujó a Arlo al interior con fuerza.



El avión se estrelló entonces y comenzó a generar un montón de destrucción a su paso, destruyó por completo la cafetería, segando todas las vidas de las personas en su interior, se produjeron explosiones y muchas rocas salieron despedidas en múltiples direcciones.



No había tiempo, Anand saltó hacía el interior del vehículo. Justo a tiempo pues la turbina de una de las alas, golpeó la puerta de la limusina que estaba abierta, arrancándola de cuajo. Fue un segundo de respiro, pues de alguna manera, la limusina estaba siendo arrastrada por el avión de pasajeros, y en su trayecto siendo golpeada con fuerza, Arlo y Anand se agarraron con fuerza superados por la situación.


Aquello se parecía a la atracción de los coches de choque, recibían golpes por todos lados, de pronto, lo que los mantenía agarrados al avión los soltó y la limusina siguió deslizándose un poco, hasta el borde de una colina cercana.



Su descanso fue breve, el suelo cedió bajo el vehículo y comenzaron a rodar ladera abajo, Arlo y el monje llevaban golpes por todos lados, los cristales rotos de las lunas laterales y traseras se movían con el vaivén continuo.



Un árbol muy grande y ramificado en la colina frenó a la limusina, una de sus enormes ramas atravesó el vehículo, el monje quedó a un lado y el chófer a otro. Extenuados por tanto ajetreo, pero agradecidos de seguir con vida. se recostaron contra los asientos, algo no muy difícil dado que estaban colgados. La limusina había quedado perpendicular al suelo, dentro de un momento tendrían que buscar la manera de salir.



- Arlo, ¿estás bien?- Preguntó el monje con la voz quebrada.



- He... he estado mejor...- Respondió mientras se quejaba.



- ¿Estas herido?- Preguntó preocupado.

Y entonces... Los ángeles cayeronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora