¿Dónde firmo?
Estaba tan listo para decir esas palabras, pero la vela negra que yacía colocada en medio de la acera, justo en el centro del círculo dentro del triángulo de Salomón que había dibujado con sangre, bajo el único puente existente sobre aquel cruce en la avenida que muchos tachaban de maldita, se apagó.
Nada.
Otro trueno resonó y la tormenta todavía caía con fuerza, pero fuera del caer de las gotas de lluvia nadie, ni un alma en pena, se asomaba alrededor suyo. Esperaba alguna sombra, o alguna ráfaga de viento frío que le hiele hasta los huesos, o una señal más directa; pero nada.
—Semejante porquería —masculló el artista al darse cuenta de que sus esfuerzos fueron en vano —. ¡A cabo que ni quería darte mi condenada alma, es tu pérdida! ¡Idiota!
Se dio media vuelta, dispuesto a volver a su pequeño carro y colocarse un buen vendaje sobre la herida que se abrió en su índice para dibujar la señal del Diablo, sintiéndose engañado como esos niñitos que suelen meterse en el baño a invocar a María Sangrienta o alguna otra mierda. Entró en aquel automóvil de segunda mano, y no fue hasta que prendió los focos y se dispuso a acelerar que notó la presencia de un despampanante rubio en el asiento de atrás, y por poco se choca contra la pared del puente.
—Temo la tardanza... o bueno, siempre estuve aquí —admitió, botando una nube de humo de tabaco dentro del vehículo —. Me causó gracia verte allá afuera con tu velita, ¿quién te mandó a hacer eso, Freddie?
El moreno sintió que se le helaba la sangre al escuchar su nombre, y respiró hondo en busca de calmar sus nervios. Esto era lo que quería, ¿no? Por ende, regresó a ver al demonio con una enorme sonrisa que aparentaba valentía.
—¡El grimorio, claro! Señor Lucifer, es un honor para mí estar ante su presencia —saludó, haciendo una pequeña reverencia. Frente al silencio que imperó, alzó despacio la mirada, esperando ver nada y que todo haya sido un mal sueño, porque ya empezaba a temer, pero no. El rubio se encontraba ahora en el copiloto, y lo miraba como conteniendo una enorme carcajada que dejó salir con gusto una vez que entablaron contacto visual.
—¡Ah! ¿Piensas que soy Lucifer? —rió, y a eso le siguieron un par de jadeos producto del júbilo. El moreno no entendía el chiste pero soltó un par de risitas nerviosas, y miró a su alrededor confundido —. Satanás, eres tan gracioso... —concluyó, pegándole con fuerza en la espalda.
—Heh, sí... eh, no. En realidad hice todo esto para invocar al mismísimo Diablo, ¿no eres tú? —se atrevió a preguntar, encogiéndose un poco hasta por si acaso, como si eso fuera a hacer algo.
—No... para nada. Me llamo Roger, de hecho —saludó, estirando su mano. Freddie la miró cauteloso, y ni se atrevió a estrecharla con la suya —. ¡Oh, vamos! Más de lo que haces todo este circo para llamarnos, ¿y nada? ¡Qué modales!
—No, yo solicité hablar con el mismísimo Lucifer. No quiero menos, es importante —insistió —. Por favor sal de mi carro y manda el mensaje.
Roger, el demonio, lo miró con notable ofensa en el rostro, y tal fue la forma en la que se ensombreció su cara que Freddie tragó saliva nervioso. No sabía qué decir, ni siquiera esperaba que todo funcione realmente, ¿o sí? En qué jodido lío se metió, vaya Dios a saber. O bueno, como diría el rubio, Satanás.
—¿Roger? N-no v-vas a s-sa-salir de m-mi ca-carro? —indagó, temeroso al notar que los zarcos de la criatura demoníaca seguían clavados en él, con cautelosa insistencia.
Silencio, donde solo se escuchaba la respiración del mortal y los latidos salvajes de su corazón que iba cada vez más subiendo por su garganta, como si quisiera escapar por su boca. Se atrevió, por una última vez, a sostenerle el contacto visual. Roger lo seguía mirando, pero lucía más confundido que molesto.
—No sé qué ve en tí —dijo, y fue todo lo que dijo mientras negaba, y se atrevió a soltar un suspiró frustrado mientras se acomodaba más en el asiento.
—¿Quién?
—Lucifer, claro... me manda a mí a atender tu tonteroso llamado. Estábamos ocupados, ¿sabes? Creí que se trataba de un rey o un millonario, de esos del Illuminati, pero solo eres... tú —indicó con asco, y el moreno sintió una ola de ofensa escalando por su pecho.
—¿Disculpa?
—Mira, lindura. Soy un íncubo, este ni siquiera es mi trabajo, ¿sabes? Pero Brian dijo -NO- ordenó que tenía que venir a atenderte, y tenerte bajo mi protección. Yo soy su amante, su preferido, no un estúpido siervo de pacotilla como los demonios de encrucijada, ni mucho menos —recriminó, pateando la guantera con fastidio —. Así que, ¡dime qué quieres! Lo que sea, te será concedido, ¿sí? Estoy autorizado para lo que te venga en gana, y no me vengas con que quieres ver a Lucifer, Farrokh Bulsara, porque él te observa, pero no lo vas a sacar de allá abajo tan fácilmente —sonrió, con un deje macabro, y Freddie sintió otro escalofrío al saberse identificado, y saberse en semejante lío.
O bueno, una oportunidad de oro, si Lucifer había mandado al más preciado de sus demonios a atenderlo.
—Si no eres un demonio de encrucijada entonces no te debo vender mi alma, ¿no? —indagó, con una sonrisa de autosuficiencia que el demonio pronto imitó.
—No. Bueno, sí tu alma, y no a mí directamente, pero siendo el administrador de tu contrato no voy a darte plazos porque no me da la jodida gana, ¿hm? Serás mi protegido, mi esclavo, suena mejor. Mi esclavo y nada más, pero te daré inmortalidad mientras seas de mi pertenencia. Sin embargo, hazme enojar, tan solo una vez, y estarás ardiendo allá abajo en el Infierno, y naturalmente tu alma será de Brian —sonrió, encantado.
Freddie frunció el ceño.
—¿Quién es Brian?
—Lucifer, pero le cambié el nombre porque todo el mundo le llama así y me cansé de ser uno más del montón —bufó, virando los ojos irritado —así que le puse el nombre más básico del mundo como única condición para que siga disfrutando de mis servicios.
Es un consentido, notó el moreno con una media sonrisa que se dibujó en su rostro con naturalidad, seremos buenos amigos.
—Entonces tú eres realmente quien manda allá abajo, si andas haciendo del mismo rey del Infierno un completo mandarina, ¿huh?
Freddie amó la sonrisa de picardía en el rostro del demonio, y este le asintió —. Me caes bien.
—Naturalmente. Tú igual a mí.
—¿Somos mejores amigos acaso? —preguntó el demonio encantado. Freddie sintió que ganó la lotería en forma de la confianza de ese espectro, y sin hacer mucho esfuerzo.
—¡Sí!
Un golpe en su cara, y en seguida sintió un chorro de sangre provenir de la zona.
—¡No! —gritó el ojizarco —. No me creas idiota, por amor a Lucifer, ni Asmodeus es tan imbécil para asumir semejantes huevadas. Lucifer utiliza ese nombre para poder firmar los contratos con los mortales sin que terceros los cuestionen, y ya —indicó, sacando un pergamino enorme con un chasquear de sus dedos —. Mira, tú firmas acá, y él firma acá una vez que lleve esto al Infierno. Tú te quedas con esta copia, común y corriente, y su firma aparecerá cuando firme el original, ¿bien? Es tu garantía, así que no te conviene perderlo.
Tal cual, el documento estaba escrito con su nombre completo y sus datos ya llenos en el cuerpo del texto, y, del otro lado, aparecía el nombre de Brian H. May. El nombre le hizo ruido, ¡claro que sí! Era el magnate de la música. La mente maestra tras los ganadores de los Grammys, y el descubridor de las estrellas más famosas de los últimos tiempos. Los Beatles. Ariana Grande. Los Rolling Stones. Beyonce. Rihanna. Elvis. ¡Todos! La dirección apuntaba directo a los May Day Records, su firma musical en Londres. ¡Era el demonio! Eso explicaba tantas, pero tantas cosas. Estaba firmando con May, y se volvería famoso.
Empezaba a sentir el éxito en sus manos, pero la presencia del rubio a su lado le recordó que sí, estaba negociando con la disquera, pero porque estaba negociando con el Diablo.
El contrato en sus manos era la copia nada más, aquella que le correspondía, toda vez que el pergamino en manos del ojizarco leía con claridad LUCIFER, como nombre, y LAS PROFUNDIDADES ARDIENTES DEL INFIERNO, como dirección.
ESTÁS LEYENDO
🔥 𝕸𝖔𝖗𝖓𝖎𝖓𝖌𝖘𝖙𝖆𝖗 (ℑ𝔫𝔠𝔲𝔟𝔲𝔰 𝔄𝔘) 🔥
FanfictionFreddie hizo un pacto con el diablo. Al diablo su trabajo de medio tiempo en un bar, sus deudas y, lastimosamente, su relación estable con el tierno (pero aburrido) de John. Al diablo su alma que parecía ya estar maldita con tanta mala suerte que s...