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—¿Tú eres?

—Timothy Stafell, Señor. Pisadeira —contestó, con otra reverencia —. Yo solo, es... ehm, Roger me estaba hablando del caso Deacon, Su Majestad.

—Roger será Su Alteza, para tí —corrigió, y el castaño intercambió breves miradas con su mejor amigo, quien sonrió en exceso ante las palabras del rizado. Eso era nuevo —. No mientas, eres un íncubo, se te huele el sexo a la distancia. No me gusta que me mientan.

—Asmodeo lo redujo a pisadeira, Amo. Temía que él y otros de mi raza se revelen, considerando que estoy aquí contigo, y eran mis amigos —quiso explicar, pero Brian lo miró con cuidado.

—¿Te pedí que hablaras, Roger?

—No, Amo.

—Entonces no hables. Hablaremos después, te quiero callado ahora —reprendió, y la severidad de su voz le indicó que no estaba jugando. Iba en serio. Ni esperó algún gesto de confirmación en respuesta y dirigió su atención nuevamente hacia Tim —. Tú no me agradas. No me mientas, ¿estabas por pedirle a mí Roger un favor sexual para cumplir su voluntad? Porque eso es lo que parecía.

—N-no, digo, no se equivoca, me pasé. Lo lamento, no lo pensé —musitó, tan pobre sonó su voz que el rubio sintió ganas de ir corriendo a abrazarlo y defenderlo, pero no podía. Esperaba que Brian no se porte muy severo con él, pero eso era solo esperar un milagro. Ningún santo que ayudara con eso tenía potestad en esas tierras.

—¿Lo lamentas?

—Sí, lo lamento.

—Díselo a él, no a mí.

—Lo lamento —dijo, mirando al rubio con notable pánico, y Roger sonrió un poco, pues no, no fue correcto, considerando su posición, y que el collar en su cuello indicaba que era posesión de Brian y, por ende, que no podía en serio hacer nada.

No obstante, no estaba molesto; en serio solían entretenerse mucho juntos en sus días. Roger conocía a la perfección su cuerpo, y mentiría al decir que no extrañaba de vez en cuando los encuentros breves y furtivos con el otro íncubo. Eran mejores amigos por algo, ¿no?

—Lo lamento, ¿qué? —continuó Brian.

—Lo lamento, Su Alteza.

—¿Lo perdonas, Roger? —preguntó el mayor de los tres, y el rubio regresó a ver a Lucifer, quien lo miraba del todo entretenido. Ese maldito, siempre contento de aterrar a todo el mundo.

—Claro que sí... es mi amigo —repitió, por si no le había quedado claro la primera vez que lo dijo, pero Brian no pareció satisfecho con el recordatorio, y apareció al instante al lado suyo, forzando su cabeza hacia atrás con un fuerte tirón de su dorado cabello —. ¿Qué? No le iba a decir que sí, tienes cero derecho a enojarte conmigo, Brian.

En el fondo, se escuchó el suspiro ahogado de Tim, para quien de seguro era shockeante escuchar a cualquier criatura hablarle así a Lucifer. Lucifer, como tal, lucía furioso; pero como todo rey, no perdió por ello la diplomacia, y tras respirar hondo, sin soltarlo, le dedicó una peligrosa sonrisa.

—¿Qué dijiste?

—Soy tuyo, Amo, ¿por qué dudarías de mí?

—Eres altanero.

—No soy un ángel, me vale madres ser virtuoso o correcto, peor contigo.

—Eres desobediente.

—Me mandaste a arreglar el asunto de John.

—Eres tan, pero tan sexy cuando haces berrinches.

Roger sonrió al instante, y Tim presenció en primera fila la manera obscena en la cual ambos se besaban entre sí, con las lenguas bien enterradas en la boca del otro, y con el sonido de sus dientes chocando entre sí por la inmediata intensidad que tomó el beso. El más alto hizo al rubio subir las piernas para que rodee su torso, y lo tomó del trasero para cargarlo con mayor facilidad, hasta llegar a la mesa donde habían servido los bocadillos y botarlos todos al piso para poder depositar al rubio sobre ella. Tim se encontraba tan cerca de ellos, que le fue ya solo imposible ignorar la manera en la que continuaban con el beso, como si fuera una adicción enferma, y no pudiesen separarse aún si sus vidas dependieran de ello.

🔥 𝕸𝖔𝖗𝖓𝖎𝖓𝖌𝖘𝖙𝖆𝖗 (ℑ𝔫𝔠𝔲𝔟𝔲𝔰 𝔄𝔘) 🔥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora