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Las pisadeiras eran demonios femeninos, usualmente, si bien en aras de la inclusión habían reclutas más masculinos que llegaron hace poco. La denominación provenía de las leyendas brasileñas que buscaban explicar el fenómeno de la parálisis del sueño, si bien esos demonios tenían varios nombres, y deambulaban por todos los lados del mundo. 

Brian era un idiota si pensaba que se parecían en algo a los súcubos e íncubos; sí, antiguamente trabajaban hombro a hombro, pero al menos para cuando él llegó, ya eran castas completamente distintas. 

Las pisadeiras eran horribles criaturas de largos y oscuros cabellos; se aparecían frente a los mortales como ancianas decrépitas, huesudas y pálidas, y aterrorizaban a la gente en sueños, a fin de alimentarse de su miedo. Los súcubos e íncubos eran bombones, infernalmente preciosos, y no atacaban a la gente en sus pesadillas, sino que los seducían usualmente en sus sueños, a fin de alimentarse de su líbido. No eran lo mismo, si bien funcionaban parecido; por eso se había trazado una línea.

Pero no tenía idea de a dónde los habían mandado.

Tocó la puerta de Asmodeo, y esta se abrió de inmediato. Lilith lo recibió, elegante en sus atuendos negros, y parecía recién haber encerado sus envidiables cuernos, y lavado su frondosa cabellera negra, pues olía a fruta de granada, y hierbas frescas.

—Mi Reina —saludó, con una exagerada reverencia que lo llevó a arrodillarse frente a ella, y besó sus pies, uno por uno, hasta que le dió autorización de levantarse.

—Sigo siendo fanática de tus modales, Roger... a los tiempos que nos visitas, pasa, pasa... siéntete en casa —invitó, empujándolo despacio de la espalda hacia la sala principal del enorme palacio. Eran, al final, realeza; y eran una pareja agradable a la vista. Al menos ella.

Asmodeo, por su lado, era medianamente atractivo en sus facciones humanas, pero las cabezas de animal que sobresalían de su cuello distraían mucho a quien lo viese; y opacaban incluso las largas y maravillosas alas que encuadraban su cuerpo a la perfección. Así entró, imponente, al lugar donde Roger se encontraba sentado junto a la mujer, y el rubio volvió a hacer reverencia frente al príncipe, pero él lo miró con desdén.

—¿Qué haces tú aquí? Creí que pertenecías al noveno círculo desde tu... ascenso —moduló, con su grave e imponente voz.

—¡Asmodeo! Algo de respeto, estás hablando con el consorte de Lucifer, eso lo vuelve tu superior —reprochó Lilith, ofreciéndole un plato de galletas —. Eso te vuelve una Reina, ¿no?

La sonrisa que la mujer le ofreció, lo hizo temblar desde sus entrañas; aún con sus cortesías, Roger se sabía no bienvenido por ella, quien quizás lo quería menos que Asmodeo. Ella era la original, primera amante de Brian, y de no ser por diferencias y tecnicismos, estaría reinando junto a él allá abajo muy probablemente. El rubio, sin embargo, poco tenía que temer, por lo que le sostuvo la mirada, y una vez recuperada su templanza, asintió.

—Sí, de hecho, lo que Brimi quiera hacer conmigo está perfecto, mi señora —respondió algo cortante, y colocó su atención sobre el demonio —. No obstante, vengo por otro asunto. Necesitamos saber qué pasó con los pisadeiras.

Su voz no sonó en tono de pregunta, sino de demanda, y repensó por un instante qué tan beneficioso era comportarse así de altanero con dos de los demonios más poderosos de todo el Infierno. Era tonto, lo sabía. Satanás, hasta Lucifer lo sabía, y aun así le confiaba estas visitas diplomáticas. Solo esperaba que la próxima lo enviase donde Belcebú; en el tercer círculo habían siempre festines, y él era feliz de ir a visitar a la gula, otro placer exquisito.

—¿No debería Lucifer conocer su propio reino?

—No, bueno, la preguntas es mía; él solo creyó que les hacía falta recibir saludos de su parte —afirmó el rubio, y les ofreció una falsa sonrisa, que solo Lilith correspondió con el mismo nivel de cinismo.

🔥 𝕸𝖔𝖗𝖓𝖎𝖓𝖌𝖘𝖙𝖆𝖗 (ℑ𝔫𝔠𝔲𝔟𝔲𝔰 𝔄𝔘) 🔥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora