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Brian miró a Freddie con una sonrisa quieta, muy puntual y algo seria; Freddie, quien al inicio estaba por ir a darle un firme apretón en la mano, flaqueó al instante y se quedó frío, con la mano a media alzar.

—¡¿Satanás?!

—En carne y hueso, Freddie. Que gusto verte... te estábamos esperando —saludó Brian, quien quedó encantado con la reverencia torpe que le ofreció el moreno, con piernas temblorosas que lo hubiesen tirado al suelo de no ser porque el rubio lo tenía cuál cría de león agarrado del cuello de la camisa —. No es necesario eso, no me creo la divina papaya como mi padre.

—¿T-tu padre? —indagó Freddie, algo perdido. El artista regresó a ver a Roger, con una sonrisa algo forzada —. ¿Hay un Diablo más viejo que este?

—Se refiere al Padre, Fred —bufó Roger, señalando hacia arriba, y Freddie se sonrojó.

—Ah, cierto... sí, bueno. Solo dejaré en claro que no soy católico, ni cristiano, es más, se puede argumentar que mi religión ya no existe realmente... soy de Zanzíbar. Pero si mi novio reza en algún punto, pues, él sí va a misa, muy rara vez, ¿es eso un problema? —indagó, observando al par de demonios con notable pánico, y los dos se regresaron a ver algo confundidos —. Es capaz de exorcizar la casa si se entera de esto, ¿eso me va a matar?

—¡No! No, para nada... no —rió el más alto, y Freddie pareció relajarse una vez que este le ofreció sentarse y le ofreció un vaso de agua, que Roger trajo de mala gana —. No me afecta, entiendo que es toda una guerra con papá, está bien. Puedes llevar tu vida normal, ir a misa, al cementerio, rezar... al final queda claro que no lo haces con intención, no tienes fe. Es solo ser hipócrita. De enserio creer en él no hubieses venido hacia mí.

—Hombre de poca fe... —repitió el rubio, con una sonrisa divertida —. ¿Podemos saber cómo diste con nosotros para empezar?

—No sé, tuvo un sueño, no me pareció tan descabellado. Parece estar funcionando, ¿no? Estoy ahora en este estudio, listo para firmar el contrato. El primer día del resto de mi vida. No más vivir con los pagos de la renta acumulados, ni andar tocando la guitarra en las estaciones del metro... sino vivir en mansiones, con miles de sirvientes, y presentándome en los más lujosos teatros del mundo —exclamó, con grandes ademanes. Bastaba ojear la oficina de ese hombre para ver la cantidad de discos de oro que yacían colgados en las paredes, y ver las fotos de toda la gente que conocía; que de seguro conocían también quién era él, y que quizás hicieron tratos con Lucifer en algún punto. Eran, en efecto, muchos; tantos rostros conocidos que Freddie se sintió menos culpable al darse cuenta que no era el único en tomar medidas tan desesperadas, por lo que les sonrió muy honestamente —. Gracias. Por todo lo que puede ser, gracias.

—No es nada, hago seguimientos de todo lo que me piden. Alguna vez estuve en el Cielo y encontré las fallas en el sistema que tienen, mis servicios son mejores, créeme —murmuró el empresario, y Freddie asintió, completamente convencido de ello.

Lucifer no era como se lo imaginaba. No, era obvio que no iría a la Tierra con su apariencia normal, los cuernos y las alas y la cola puntiaguda, pero tampoco esperaba que luciera tan... común. Tenía un conjunto de facciones finas, que le otorgaban una belleza poco convencional, pero exquisita si uno se detenía a observar bien. Era alto, delgado, de buena contextura; su cabello era largo y rizado y de un precioso tono castaño; sus ojos eran color miel, con una pizca de verde. Lo había visto tantas veces en fotos, en alfombras rojas y premiaciones y shows, que era extraño saber que en realidad era alguien que no existía como tal. En caso de existir, pobre el hombre que tuviese que albergar a un demonio tan imponente dentro suyo.

—Bueno, Freddie, tenemos que hacer unas aclaraciones antes de proceder. Roger me trajo tu contrato firmado. Lo firmé también. Él es el administrador de tu contrato conmigo, solo él puede responder por tí. Pero Roger debió explicarte también que le he pedido que te eche un ojo, así que tienes un contrato con él, y toda vez que eres mi propiedad, le he cedido a él el control de tu cuerpo, no de tu alma. De tu cuerpo. Si no lo obedeces a él, no me obedeces a mí; y lo mismo, le pides algo y no te hace caso, me lo dices a mí sin problema. Siempre escucho —indicó, revisando unos documentos, de entre los cuales sacó una tarjeta con el número #666 escrito en ella —. Ese es el número de Roger, la extensión se marca solita, no tienes como llamar a nadie que no sea él después de todo.

🔥 𝕸𝖔𝖗𝖓𝖎𝖓𝖌𝖘𝖙𝖆𝖗 (ℑ𝔫𝔠𝔲𝔟𝔲𝔰 𝔄𝔘) 🔥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora