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Debía admitir que era inteligente su estrategia, pues tener un contrato con esa información el mundo de los mortales podía llegar a ser un problema si alguien lo veía; y ese alguien era su novio, John, que tenía la mala costumbre de meter su nariz en sus documentos y sus cosas sin pedir perdón ni permiso.

—No veo nada que diga que seré tu esclavo —murmuró, tratando de concentrarse en las tratativas. Tenía muchas preguntas sobre May Day Records, pero tendría tiempo de hacerlas después. También tenía sus dudas respecto a todo este proceso en general, pues se sentía, no sé, llano.

Esperaba más misterio, y mucha más adrenalina que esto: el rubio parecía aburrido, en extremo desinteresado mientras seguía con estas formalidades como si fueran nada, apoyando sus cosas en el tablero del carro mientras se preocupaba más de que no le cayera cabello en la cara mientras hacía lo suyo. Tenía un cabello hermoso, de un rubio que iluminaba su rostro; diría que su rostro era angelical de no ser porque sería una jodida ironía.

Era atractivo, demasiado, y se preguntó por un instante si eso era porque todos ahí eran ángeles caídos o algo por el estilo; los esperaba horribles, feos. O quizás solo estaba poseyendo a un mortal atractivo, y eso era todo.

—Esta es mi cara, Freddie, deja de verme así o te vuelvo a dar de a quiños.

—¿De qué hablas? —indagó el moreno, pretendiendo no haberse estado preguntando eso mismo; como si hubiese estado enfocado en su contrato todo este tiempo.

—Puedo leer tu mente, Bulsara, soy un demonio, no un corredor mercantil cualquiera —señaló, y lo regresó a ver con una gran sonrisa —. Pero, gracias, me conozco hermoso, es parte de mi trabajo.

—Creí que ustedes eran más feos. Uh, espera, espera... momento de la verdad: ¿es Lucifer rojo?

—No, Freddie, Lucifer alguna vez fue el ángel más hermoso del cielo, no lo olvides. En general, sí, somos detestables, supongo que tienes razón; pero esta es mi forma humana, porque yo alguna vez fui un humano, lamento decepcionarte, pero nunca fui un ángel por más que tengo la pinta —bufó, cruzándose de brazos —. Y ya te dije que soy un íncubo, si sientes calor en tu entrepierna es solo efecto colateral de estar tan cerca mío. Me alimento del deseo sexual de la gente, y para eso tengo que lucir extremadamente radiante, sino dudo que lograría hacer que se te pare, ¿no crees?

—S-supongo que sí, cariño.

—No te preocupes, llegaremos a eso, no planeo dejarte con el embrollo en tu pantalón. Estoy seguro de que a John no le hará mucha gracia que llegues todo cachondo después de que le dijiste que ibas a poner gasolina... —vira los ojos, porque claro que el demonio sabe todo, y él suspiró algo harto pues no le gusta eso de saberse vigilado.

Roger, sin embargo, estaba por convertirse en la contraparte infernal de su ángel de la guarda, y eso era un hecho, pues el contrato claramente lo designaba como tal. Era el administrador de su contrato con Lucifer, y era también el dueño de su vida mientras permaneciera en la Tierra.

—Ese es el contrato donde le vendes tu alma a él una vez que mueras, el mío funciona con algo más ardiente, necesitas darme de tí algo un poco más sustancioso que tu sangre —sonrió con lujuria, si bien el moreno creyó haber imaginado ese tinte de picardía en sus ojos puesto que enseguida retornó su atención a los documentos, encogiéndose de hombros mientras preparaba la pluma con la que debía firmar, hecha de huesos de algún animal torturado—. De momento necesito que me digas tu deseo.

Freddie inhaló, y exhaló despacio. Este era su momento. El momento que cambiaría su vida para bien y para siempre.

—¡Quiero ser una estrella! Un verdadero artista, más famoso y más querido que la misma Reina de Inglaterra.

🔥 𝕸𝖔𝖗𝖓𝖎𝖓𝖌𝖘𝖙𝖆𝖗 (ℑ𝔫𝔠𝔲𝔟𝔲𝔰 𝔄𝔘) 🔥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora