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Pasaron meses. 

La vida era perfecta ahora que estaba cumpliendo sus sueños; era feliz, se sentía completo, y por eso odiaba que su felicidad, en parte, dependiera de su novio. John era miserable, y si bien notaba que este trataba de ahorrarse las quejas y solo aceptar las cosas como iban, había ciertas cosas imposibles de ocultar. Entre ellas, su estrés.

No era la primera vez que pasaba. John tendía a las pesadillas cuando las cosas le salían mal, o la vida se le complicaba. Eran a veces pesadillas normales, un mal sueño, algo de inquietud. Otras veces, sin embargo, le daba parálisis del sueño, y luego le daba insomnio, y el mal dormir agravaba la parálisis, y era un ciclo sin fin. Ya que el castaño no podía ni moverse o gritar cuando le ocurría, Freddie era incapaz de sacarlo de su propia mente, y solo despertaba cuando escuchaba a John llorar, cuando el daño estaba hecho, y el menor estaba completamente ansioso y perturbado por lo que sea que vio, y que lo atormentaba.

Por ello, cuando recordó la pequeña presentación de Brian en la disquera, agradeció a los Infiernos que ahora, por primera vez en su vida, tenía una solución para el problema de su novio. Iba a presentar un reclamo a Lucifer, contra uno de sus demonios: el malnacido que le provocaba pesadillas feas a su Deacy.

Roger, naturalmente, sería su mensajero.

Roger, naturalmente, se puso histérico ante la propuesta, y le colgó el teléfono.

Eso sí, el rubio estaba muy consciente de que Freddie sabía que él se haría cargo de la queja, si bien le dejó en claro que él no era un tonto mensajero como el Arcángel Gabriel, y le pegó la putiza más larga de su vida vía telefónica, antes de tirar el aparato a una de las ollas infernales.

—¿Pasa algo precioso? —murmuró Brian, revolviéndose entre las cobijas, y Roger tuvo que calmarse y ofrecerle una sonrisa tras ver lo hermoso que lucía el desgraciado todo desarreglado tras la intensa corrida que se pegaron, y que fue groseramente interrumpida por la llamada de Freddie.

—Es una de tus pisadeiras, Lucifer.

—¿Me llamas por mi nombre? Uh, esto es malo —se burló el Rey de los Infiernos, y se levantó para acercarse a él, y tomarlo de la mandíbula para que lo mire de frente —. ¿Qué hicieron ahora?

—Hay una pisadeira que está molestando al novio de Freddie, y el idiota no va a dejar de llamarme si es que no lo detengo —explicó, y suspiró levemente ante la caricia que el más alto depositó sobre su rostro —. ¿A dónde voy? Me temo que tienes tu primera queja de hoy, Brimi.

—Tú deberías saber, Rog. La pisadeiras trabajan igual que los íncubos y los súcubos, hasta donde yo sabía eran poco de lo mismo —acotó, rascándose el mentón pensativo. Roger viró los ojos fastidiado.

—Sí, bueno, Asmodeo cambió todo por aquí... dijo que sus acercamientos eran muy poco afines a lo que nosotros buscamos. Ellos generan pesadillas, nosotros sueños húmedos, haz de saber que son cosas muy, muy distintas.

—Entonces pregúntale a Asmodeo.

—Me odia.

—No, no te odia... te envidia. Él es uno de mis hermanos, y aún así te doy más privilegios que a él, y eso no le gusta —explicó entre ligeras risas de quemimportismo —. Pero es que tu eres tan lindo, tan perfecto... y él, bueno, ha tenido mejores épocas.

Roger ronroneó ante los cumplidos, y le dedicó una enorme sonrisa complacida —. ¿Ah, sí? Bueno, Amo. Es un honor como siempre atenderte... estar en tu mera presencia es un lujo que no muchos tienen. ¿Puedo preguntarte por qué me has favorecido tanto estos años?

—No, no puedes —. Brian se encogió de hombros, y le señaló la salida —. Ve, y ayuda a Freddie y su novio. Me comentas de noche qué fue lo que pasó con eso, tendré curiosidad.

🔥 𝕸𝖔𝖗𝖓𝖎𝖓𝖌𝖘𝖙𝖆𝖗 (ℑ𝔫𝔠𝔲𝔟𝔲𝔰 𝔄𝔘) 🔥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora