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—Deacy, cielo, amo que hayas pensado en una boda en la playa y todo, pero, deberíamos estar de camino a la luna de miel. ¿Qué hacemos aquí?

Habían pasado solo cinco semanas desde el compromiso, pero tuvieron la más espectacular de las bodas en las costas inglesas de Cornwall, en la isla del Monte de San Miguel. En teoría tenían que ir hacia el aeropuerto camino a Marruecos, pero John decidió tomar un desvío, y se hallaban en el único campo santo de la isla, el antiguo cementerio.

—Es solo un instante, Fred. Necesito visitar a alguien.

—¿Visitar a alguien? John, ¡solo hay gente muerta aquí! ¿A quién conoces en Cornwall? Jamás has venido acá en tu vida, cariño —exclamó el moreno, tratando de no enredar su fino traje de bodas en las ramas secas que sobresalían del piso, algunas cual garras dispuestas a atraparlo y arrastrarlo a las profundidades del suelo.

John solo se limitó a reír.

—No, es de hecho alguien que ambos conocemos, Fred. Lo reconocerás cuando lo encontremos, solo ayúdame a buscar, y será más rápido —pidió, instando a su marido a sacar su celular y encender su linterna. Freddie hizo caso, no sin antes lanzarle una mirada confusa al menor.

—Bien, ¿y a quién buscamos, cielo?

—Roger M. Taylor.

John ni siquiera se detuvo al notar que Freddie dejó de seguirlo, y ojeó las lápidas más cercanas con la intención de tacharlas de su lista, antes de regresar a verlo. El moreno lo miraba fijamente, cauteloso y algo alarmado a la vez. Había poca iluminación, era de noche, y aún así era sencillo determinar que de seguro había palidecido, y que el tremor en su mano no era producto del frío.

—¿De qué hablas, mi vida? Roger... Roger es mi asistente, él está vivo —murmuró, pero su voz sonaba distinta, no alegre como pretendía.

—No, sabes que no. Fred. Sé lo que hiciste, y no te voy a juzgar por ello. El desgraciado es muy convincente, también caí en su trampa, y ni me di cuenta hasta que fue muy tarde —afirmó, notando que las orbes cafés de su pareja se llenaban de lágrimas. No por verse atrapado en la farsa, sino tras escuchar que su amor igual estaba en deuda con el demonio.

Se acercó a tomar su mano, y besó el dorso con gentileza. Freddie apretó la mano de su pareja, y John devolvió el gesto, con una media sonrisa.

—Supongo que sabes todo lo que... hice con él.

—Sí, lo sé.

—¿Tú igual?

—Estamos a mano, no vale la pena discutirlo —negó el castaño, indispuesto a topar el tema en medio del lugar de descanso de tantas almas nobles —. Pero encontré una salida. Encontré una manera para evitar que nos persiga, y que irrumpa en nuestra relación por más tiempo.

—¡¿Cuál?! —bufó, soltando una carcajada silenciosa, que el castaño confundió al inicio con júbilo pero pronto se dio cuenta de que era incredulidad —. John, ¡le vendí mi alma al mismísimo Diablo! ¿No te parece eso inquebrantable?

—No es inquebrantable, Fred. No lo es —aseguró, tomando su rostro entre sus manos para mirarlo a los ojos —. A diferencia tuya, mi trato solo fue con Roger, pero aún en tu caso, no pueden quitarte tu alma si el administrador del contrato no tiene acceso a ella. Roger es el único que puede venir por tí, nadie más. Roger es el único que puede cambiar las condiciones. Atraparlo allá abajo no nos quitará lo que hemos deseado, pero tampoco nos forzará a pagar, porque él no podrá venir a reclamar el justo precio.

—Pero no entiendo, Deacy, amor, ¿cómo sabes eso?

—Le conté al sacerdote lo que hice, lo que hicimos ambos, y me dio una fórmula. Es eficiente, según él, pero sea cual sea el caso vale la pena ponerla a prueba. No planeo vivir el resto de mi vida atado a ese idiota, sin agotar nuestras opciones, Fred. ¿No quieres ser libre?

🔥 𝕸𝖔𝖗𝖓𝖎𝖓𝖌𝖘𝖙𝖆𝖗 (ℑ𝔫𝔠𝔲𝔟𝔲𝔰 𝔄𝔘) 🔥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora