May
14 de agosto, 2021
La primera vez que llegué tarde a mi trabajo, tenía tan sólo un día desde que había ingresado. Le pedí perdón a mi jefe tantas veces que al final terminó sonriendo, diciéndome que no había problema con ello, pero que no volviera a suceder.
Lo más gracioso, es que al día siguiente volvió a suceder.
Físicamente no era mi culpa, pues me duchaba, vestía y desayunaba lo más rápido que mi cuerpo me lo permitía. Mentalmente quizás sí lo era, pues escuchaba mi alarma sonar, y aún así me mantenía cinco minutos más en mi cama.
Al menos mi jefe no me echó y logró acostumbrarse a mi forma de trabajar. Es por eso que han pasado cuatro años y aún sigo laborando allí. Y... sí, después de todo, todavía voy llegando tarde.
Sabía que caminar me demoraría mucho, por lo que tomé el autobús y lo abordé justamente para bajarme unas cuadras antes. Me acerqué a aquella cafetería a la que acudía en días como este.
Cuando me trasnochaba mucho y me despertaba con más cansancio de lo normal. Un buen café cargado seguro me llenaría de energía.
O al menos ese era mi mantra.
Por lo que, me adentré al pequeño local con el aroma a panecillos recién horneados recibiéndome. Me fijé en que la fila era bastante larga, así que me ubiqué en el último puesto y esperé sin mucha paciencia.
Saqué mi teléfono rápidamente para teclearle al dueño del lugar donde trabajo.
Yo: ¿Te molesta si llego unos minutos tarde?
Yo: Emergencia femenina.
Su respuesta, afortunadamente, llegó rápido
Desmond: Trata de que no sea por mucho, ¿sí? Hay una chica que te está esperando a ti precisamente.
Desmond: Dice que nadie hace mejores perforaciones que tú.
Que coincidencia que cuando voy más tarde, hay más clientes
Gracias.
Yo: Eso intentaré.
La fila no avanzaba, por lo que no me quedó de otra que hacer lo que haría si en verdad fuese una emergencia.
Me adelanté todos los lugares hasta que quedé junto a la mujer que iba primero
—Hola, disculpa, ¿podrías darme tu lugar un segundo? Te prometo que no tardaré. Voy para una entrevista de trabajo.
Por suerte, lucía amable
—Claro, no tengo problema.
Las personas detrás de ella no se vieron muy satisfechas cuando me atravesé y ocupé el primer lugar. La chica detrás del mostrador, me atendió
—¿Qué se le ofrece?
—Un americano, por favor —pedí, sacando mi billetera
Luego de pagar, esperé a que lo preparara, observando que lo hacía con mucha rapidez y sin olvidar ningún detalle. Empecé a pensar en lo bien que nos iría a todos si las personas trabajaran igual de eficientes que esta mujer.
Y justo, con cinco minutos de anticipación.
Apenas terminó, volvió a mí y tuvo el amague de entregármelo, por lo que alcé mi mano para recibirlo. Le sonreí en agradecimiento. Claro, antes de que otra mano lo tomara sin permitirme evitarlo
ESTÁS LEYENDO
Un concierto para dos
RomanceUn músico y una chica que se gana la vida haciendo tatuajes son polos opuestos, culturas distintas, tipos de arte distintos, sueños distintos. Podría decirse que son completamente diferentes, pero no era así. La vida los había separado en una ocasi...