Tinta

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Tras su cita el peli-negro tomo la carta que el castaño le había entregado ese día y la releyó notando el leve aroma a algodón de azúcar y manzanas acarameladas en ella, la fina caligrafía con la cual había sido escrita el (ligeramente) costoso papel, y el hecho de que el joven la había escrito a mano con una pluma, al notar estos pequeños detalles tomo su teléfono y marco al número del chico, esperando que aún estuviera despierto, ni bien este contesto empezó a hablar.

-No sabía que había aceptado una cita con un caballero del siglo pasado o antes-comento entre risas sosteniendo su carta y poniéndola en su esterilla.

-¿Eh?, ¿Por qué lo decís?-cuestiono tartamudeando al hacer dicha pregunta.

-Umm... tal vez por el hecho de que me trajeras un ramo de rosas blancas,-dijo tomando ahora el ramillete que el joven le había entregado al llegar a su casa-o el hecho de que me declaraste tus sentimientos en una carta escrita a mano con pluma y tinta, o tal vez porque fuiste todo un caballero está noche.

-E-eso no es nada, siempre se debe mostrar una buena impresión en la primera cita-dijo algo avergonzado por sus propias acciones pasadas-además cualquiera haría eso si saliera con un chico tan encantador y lindo como vos.

-¿Así?, pues eh salido con chicos y chicas que no han hecho ni la mitad de cosas que tu solo para tener una cita,-dijo remarcando una de sus últimas palabras- sumando el hecho de que pagaste toda la cita, la próxima vez yo pagaré y elegiré el lugar.

-Claro como quieras espera ¡¿la próxima vez?!-cuestiono alzando la voz al hacer la pregunta, pregunta que no seria respondida debido a que el peli-negro colgó la llamada con una pequeña sonrisa mientras dejaba su teléfono en la mesa de luz y abrazaba uno de los tantos peluches que el castaño había ganado para el. Se recostó en la cama y dio unas cuantas vueltas en esta mientras cubría su cara con dicho peluche. Tras unos minutos cayó dormido con una adorable sonrisa en sus labios, sonrisa que fue capturada con una cámara por uno de sus padres que apagó la luz de su alcoba y cerró la puerta de la misma.

Por otro lado dicho castaño estaba al borde de un colapso nervioso por las palabras del oji-azul, no pensó que después de entregarle una carta y de que esté aceptará tener una cita con él, le dijera que tras tener la primera tendrían ¡una segunda cita!, y menos esperaba que esté lo besara al final de su cita. Ahora podía decir que puede morir en paz y feliz tras los sucesos de un solo día.

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