[1] El conejo

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  •~ El conejo •~

Ya estábamos llegando, mamá me había dicho hacia buen rato que sacará una chamarra de la mochila, pues aquí en el bosque más grande de los Estados Unidos, hacia bastante frío por el arrasador invierno que se acercaba.

También me había percatado de que mientras más cerca estábamos, el camino más estrecho de hacia. Era como una casa oculta, entre la carretera de un pueblucho a una ciudad más atrás, de la que veníamos por el aeropuerto, más exactamente.

Ya quería llegar y salir a recorrer el bosque.

—Mamá —llamé la atención de Arista, mi madre adoptiva—, ¿por qué Giri no pudo recogernos al salir del aeropuerto?

—Giri a estado muy ocupado, cariño —sobo mi hombro desde el asiento de piloto, yo estaba en el de copiloto—. Además, los chicos de Giri nos recibirán —me recuerda.

Era cierto, Giri estaba a cargo de no sé cuántos chicos, más o menos de mi edad.

No me emocionaba mucho el vivir en la misma casa que otras personas desconocidas, pero si el hecho de poder salir todas las mañanas a caminar por el bosque y estaba completamente segura de que en cuanto llegará y bajara las maletas (porque obviamente mi madre me obligaría), iría casi corriendo al extenso bosque solo para admirarlo.

Mi madre dio vuelta por una pequeña curva algo más recta y a unos escasos cien metros estaba; allí estaba. Una casa que más bien parecía una mansión —aunque bueno, considerando la cantidad de gente que vive ahí, obviamente no iba a ser nada pequeña—. Si era así por fuera, ya estaba más que desesperada por ver el patio, además, ¡ya casi era invierno! Y según sabía, aquí si nevaba.

Arista estacionó y bajamos, tocando la puerta y esperando a que alguien abriera.

—No parecen estar en casa —mencione lo más obvio, intentando abrir la puerta, la cuál, estando sin la llave puesta, se abrió al instante—. Uh, vaya.

—No sería correcto entrar, pero mejor ve a buscar a los chicos, tal vez no nos escucharon llegar.

—¡De acuerdo!

Si ella lo decía, claro que quería husmear como vecina metiche la casa.

Al entrar, lo primero que había era un pequeño pasillo con dos puertas a cada lado, luego seguía una entrada a la cocina y sin caminar mucho, la sala y comedor. La casa era espaciosa pero también simple. Al otro lado de donde yo me encontraba, en vez de pared, era todo un ventanal de puestas corredizas que daban al patio, el cuál era más un claro al que le seguían extensiones de bosque.

A media sala a la derecha estaban unas escaleras que daban al segundo piso, mientras que el pasillo a la izquierda daba a lo que parecían habitaciones.

—Y aquí voy a vivir —murmuré, anonadada.

Todo era blanco en si y muy bonito, pero tenía que recordar a que venía: buscar a esos mocosos.

No recordaba el nombre de todos, pero si algunos. Tampoco los conocía en persona pero mamá decía que eran super altos y que creía que alguno podría llegar a ser su yerno, a lo cual cuando lo dijo me sonroje a más no poder, alterandome.

Ya hasta había subido las escaleras a tocar las puertas, pero nada, así que baje nuevamente y salí para preguntarle a Arista que le había respondido Giri por mensaje.

—¿Y qué tal?

—Giri no responde y tampoco el chico mayor —mamá creía que no me sabía sus nombres en absoluto, pero sabía que se refería a... Bueno, no sabía exactamente si a Najak o Khan, ambos eran los más grandes.

DARK MOON - &TEAM #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora