No pensé que Alex acabaría odiándome tanto, y mucho menos que terminaría tan obsesionado con ella.
No me saco de la cabeza los golpes del cinturón sobre su piel, ni cómo su cuerpo goteaba cada vez más con cada latigazo.
Que Dios me perdone, pero esta mujer ha llegado al pueblo para ponerme a prueba, y temo no ser lo bastante fuerte para resistirme.
- Todo está listo - dice Francis desde la puerta.
Asiento, cerrando el ordenador después de haber comprobado qué hacía Alex, y lo sigo a través de la iglesia hasta llegar a la parte trasera.
- ¿Nos acompañará hoy? - pregunta Samuele.
- No, hoy no.
- ¿Es por la nueva?
- Hermano. - Me giro para mirarlo directamente a los ojos -. No creo que eso sea de su incumbencia.
- Sí, pero sabe que hacía años que no costaba tanto...
- Hoy no os acompañaré - lo interrumpo, dejando que entre a la sala y cerrando la puerta con llave por fuera.
Es de noche, y todos están ya en sus casas, así que tan solo se escucha algún animal. Un momento de paz entre la tormenta de mi cabeza.
El frío es agradable, me permito sacar del bolsillo un cigarrillo cuando veo que estoy solo. Siempre me prometo que será el último.
- Así que los curas fumáis, pensé que para vosotros todo eso también era pecado.
Me giro, viendo a Alex de pie a mi derecha, apoyada en el muro de la iglesia.
- Y yo pensé que fui claro con el toque de queda.
- Fuiste claro con demasiadas cosas.
No puedo evitar soltar una leve risa mientras suelto el humo.
- Deberías ponerte otra ropa - digo señalando su pantalón corto.
- Ya fui clara con el tema de la ropa.
Llevo mis ojos a su camiseta, a través de ella puedo ver sus pechos con claridad, como el primer día que entró a la iglesia.
Respiro hondo, llevando mi mano de forma disimulada al pantalón.
- ¿Y tú no cumples el toque de queda? - dice.
- En este pueblo, mis hermanos y yo somos los únicos que no acatamos órdenes, las ponemos.
- ¿Y la monja? ¿Por qué no habla? ¿Es muda?
- Siento que estás nerviosa desde que llegaste aquí. - La miro -. Quizá deberías relajarte e intentar disfrutar de tu estancia.
- No lo tomes como algo personal - dice sentándose en las escaleras a mi lado -, pero odio a la iglesia, y eso os incluye.
Sonrío y asiento, dando la última calada al cigarro.
- Deberías darle una oportunidad.
Alex me mira, por primera vez, sin bajar la mirada, como si no me viese como a un extraño, siento un calor extraño en el pecho.
- Me recuerdas a María - digo, obligándole a bajar la mirada de nuevo.
- No la conocí.
- Llegó aquí sin ser creyente - digo -, exactamente igual que tú.
- ¿Por qué apenas hay mujeres en el pueblo?
- Nosotros no escogemos el destino, es Dios quien lo hace.
Veo gracias a la tenue luz de la luna cómo aprieta la boca en una fina línea, y lleva su mano a mi rodilla apretándola.
Mi polla de manera inmediata se tensa, y con ella, también mi mandíbula para contener las ganas que me invaden de quitarle esos putos pantalones.
- Entre tú y yo - dice con un susurro -, prefiero a este padre Gabriel, el que es normal, el que no parece tener un palo metido por el culo. Me alegra que ya no me hables de usted, que seas más... humano.
Voy a responder, pero se levanta de golpe, dejando un frío abrasador en mi rodilla donde antes estaba su mano.
- Buenas noches - dice mientras vuelve a su casa.
Las palabras se me quedan atravesadas sin saber qué responder, siendo consciente de que ya he pecado.
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Ha tardado, pero ha llegado, siento estar desaparecida, mi portátil está medio muerto y he tenido que comprar un pc nuevo (aunque en realidad es algo que quería desde hace mucho) estoy esperado a que me llegue para volver a mis rutinas.
Aun así estos días lazos prohibidos ha recibido pila cariño y apoyo y yo no puedo estar más feliz ¡os como la cara!Opinión de personajes.
Alex 🤙
Gabriel ✊
Brandom 👉
Samuele ✊
Francis ✊
Monja 🤙
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LAZOS PROHIBIDOS © COMPLETA || PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO
Mystery / ThrillerEn las sombras de un tranquilo pueblo gobernado por la iglesia, Alex, una joven fotógrafa, se ve atrapada en un torbellino de misterios y peligros inesperados. Su encargo aparentemente simple de documentar la vida cotidiana se convierte en una escal...