✟CAPÍTULO 37✟

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— ¿Por qué me ayudaste? — pregunto mientras doy vueltas al café

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— ¿Por qué me ayudaste? — pregunto mientras doy vueltas al café.

Gabriel está en la cama, Katherine lo ha curado; el haber tenido a su hijo enfermo tantos años le ha proporcionado los conocimientos necesarios.

Creemos que se recuperará, pero ahora mismo solo es cuestión de tiempo. Katherine dice que confía en que Gabriel sea lo suficientemente fuerte, aunque no pueda prometer nada.

— Me recuerdas a mí — se sincera Katherine —, el día que viniste al pueblo tu cara reflejaba una vitalidad enorme. A los pocos días esa vitalidad se esfumó.

— Me secuestraron — digo dando un sorbo —, por primera vez tuve miedo.

— Quise darte el diario de María para que pudieras ver otra vida, pensé que de alguna manera podrías desconectar de todo lo que te pasaba aquí...

— ¿Sabías que Gabriel iba a matarme? — Katherine asiente — ¿Y por qué no me avisaste?

— Si lo hacía, quizá hablarías y vendrían a por mí, o a por Dylan — suspira —, todos los que llevamos un tiempo en el pueblo sabemos lo que Gabriel hace, sabemos lo de las torturas a la monja, y conocemos la historia de la descendencia de María, pero si hablamos... — se lleva la mano al cuello.

— La chica que mataron al poco de llegar al pueblo...

— Llevaba años viéndose con otro hombre, en este pueblo nunca se ha castigado la infidelidad.

— Pero la gente parecía estar familiarizada con ello... con la muerte, todos lanzaron esas piedras.

— Todos los que viven aquí están escondidos por diferentes crímenes, respetan las normas porque es lo único que les queda.

— ¿Por qué Gabriel ordenó matarla entonces?

— Encontraron notas en su casa — Katherine da otro sorbo —, iba a avisarte.

Abro los ojos con espanto al recordar cómo esa mujer me miró antes de morir y cómo se disculpó.

Sabía que yo estaría en su posición, quiso ayudarme.

Desde el primer día que estuve en este pueblo, todo el mundo sabía que iba a morir.

— Cuando Gabriel te trajo de vuelta... — continúa Katherine —, sabía que habías hecho algo, que habías cambiado algo, Gabriel no era el mismo.

— ¿El mismo?

— Discutía con Francis por no haberte puesto ropa de abrigo. ¿Por qué cuidarías a alguien que vas a matar? Recuerdo que algunos estábamos preparando los puestos del mercado, y ese día nadie dijo nada, pero todos nos miramos con esperanza.

— Gabriel me ha mentido —. Me encojo de hombros —. No sé qué creer, no sé si es buena persona o no.

— Solo tú has sido capaz de conocer a Gabriel, no al padre Gabriel — dice Katherine —, el padre Gabriel siempre será esa persona fría, calculadora y sin escrúpulos, lo han obligado a ser así, pero contigo no lo es — suspira —. Contigo es Gabriel, y en los días que habéis estado aquí encerrados, las risas que se escuchaban solo lo confirman.

Muevo la cucharilla del café, recordando todos los días con Gabriel, y comparándolos con los días en los que llegué.

Ha cambiado y eso es algo indiscutible.

Recuerdo el día que me peinó mientras me bañaba, sentí un cariño que nunca antes había sentido, y puedo entender que quizá no se sinceró conmigo antes por el miedo a perderme.

— ¿Cómo está? — pregunto con un hilo de voz.

— Mejorando, solo queda esperar a que despierte.

Asiento apretando los labios, las palabras se me atragantan.

Dejo la taza de café en la mesa y bajo las escaleras.

— Diego ya despertó — dice Katherine antes de que cierre —, lo dejaré sin comida unos días, pero debes encargarte de él, esa es tu herida.

Cierro la puerta sin articular ninguna palabra, y el olor de la habitación me revuelve el estómago, bajamos a Gabriel aquí porque teníamos miedo de que Susi apareciera. Estoy cansada, toda esta situación es agotadora, y mi cabeza no descansa ni cuando duermo.

Me despierto con pesadillas, no duermo más de dos horas, y siento que es un infierno que no va a terminar nunca.

Busco un caldero con un trozo viejo de tela y vuelvo a limpiar el suelo, tratando de quitar cualquier mancha de sangre. No quiero que Gabriel despierte y lo vea así.

Me siento en la cama y sujeto su mano, acariciando el dorso, esperando que apriete la mía como respuesta, pero no lo hace.

Dejo que las lágrimas caigan, que el dolor se vaya, y no trato de ocultar los sollozos.

— Despierta, por favor — lloro —, te echo de menos ¿Sabes?

Lo miro, como si fuese a responder de alguna manera, pero no lo hace.

Esto no es una película de mierda, es la vida, y la vida duele de cojones.

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¡Hola bombones! 🥰 Acabo de escribir el final de este libro.

¿Sabéis lo que significa? Que si votáis los capítulos van a subirse instantáneamente.

Estoy con el corazón en un puño, pero super contenta de como se ha desarrollado.

¡Os como la cara! Y que empiece la cuenta atrás 🫣

LAZOS PROHIBIDOS © COMPLETA || PRÓXIMAMENTE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora