En las sombras de un tranquilo pueblo gobernado por la iglesia, Alex, una joven fotógrafa, se ve atrapada en un torbellino de misterios y peligros inesperados. Su encargo aparentemente simple de documentar la vida cotidiana se convierte en una escal...
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— ¿Disculpe?
Miro directamente al hombre que tengo enfrente a los ojos, es Samuele.
— ¿Samuele? — insisto corrigiendo mi pronunciación.
— Oh — Se ríe mientras se sienta frente a mí —, creo que se ha confundido de persona. Soy el agente James.
Me sonríe esperando a que diga algo más. Estoy convencida de que es él. Saco mi identificación de la cartera sin apartar mis ojos de los suyos; no muestra ningún gesto de preocupación.
¿Me estoy volviendo realmente loca?
— Española — dice mirando mi pasaporte —. Supongo que quiere poner una denuncia.
Asiento. Siempre he tratado de usar pocas palabras debido a mi mala pronunciación, así que me limito a hacer lo mismo y espero a que escriba mis datos sin decir nada.
— Cuénteme, señorita... — Baja su mirada al documento — Alex García — dice con una entonación horrible —. Puede hablar tranquila, ya ve que yo tampoco soy bueno con el español.
Me sonríe de nuevo mientras me devuelve mi pasaporte. Carraspeo la garganta, tratando de soltar el nudo que se me ha formado.
— Hay un pueblo, a las afueras — comienzo —, Sanctified Grove, ya sabe, el sitio ese de católicos que...
— No me suena — me interrumpe — ¿Por la salida norte?
— La del bosque. Está en el bosque. Matan gente.
James abre los ojos y forma una "o" con la boca a la vez que levanta las manos.
— Son acusaciones muy graves. ¿Podría indicarme en un mapa dónde se encuentra?
— No — suspiro — apenas recuerdo el lugar. El padre Gabriel es el cabeza de esa mafia, secta o lo que diablos sea.
James asiente, pero en su cara noto cómo me está mirando como a una completa loca.
— No me mire así — gruño —. Vi, con mis propios ojos, cómo mataban apedreada a una mujer.
— Bueno — suspira James —, vamos a hacer lo siguiente, señorita Alex. Vamos a ir allí.
— Bien — lo interrumpo.
— Llevaré varios patrullas, pero necesito que nos acompañe y diga el camino.
Mi cabeza vuelve a estallar con mil alarmas. Realmente no parece Samuele, pero no puedo asegurar nada.
— Iré en mi coche — digo.
— Perfecto.
James se levanta, indicándome que espere a que lleguen el resto de agentes. No tardan en ir presentándose, y esto tan solo confirma que quizá me estoy volviendo loca; ninguno se parece a nadie que ya conozca.
