Capítulo 1

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THOMAS.

News Corp, Reino Unido. 

─Entenderé si necesitas un día libre ─ hablaba mi padre. Norman se encontraba justo donde siempre había estado: sentado en su escritorio frente a mí. Me miraba como si yo no supiera que mis ojeras ocupaban gran parte de mi rostro. ─ Hijo, estás hecho un desastre. 

─Estoy perfectamente bien. No me iré de aquí ─ hablé sin apartar la mirada de mi computadora. Respondía algunos correos de la empresa. Mi cerebro estaba completamente apagado y solo servía para hacer que mis dedos tipeen el mensaje correcto en la computadora. No había recibido ningún insulto, así que asumo que este piloto-automático estaba saliendo bien. 

─¡Bien, suficiente! ─ dijo mi padre tras un par de minutos, aparentemente había notado éste déficit de atención de mi parte, porque me observó como si fuera una aspiradora o alguna otra máquina ─ Te irás. No has dormido, esa es tu quinta taza de café, y en breve tendré una reunión a la que no quiero que asistas. 

─¿Con Enterprise Holdings? ─ pregunto, y él frunce el ceño ─ ¿Quién crees que respondió al teléfono ésta mañana? Siéntate y dejate de bobadas. 

─Tú te marcharás a casa cuando los Desaulniers lleguen, lo que menos quiero es que hagas una de tus escenas. 

─¿Escenas? Te recuerdo que estoy tan al mando como tú aquí. 

─Eso es lo que le decimos al contador, en realidad sabes que soy tu jefe. Y como tu jefe, te mando a casa. ─ cerró la pantalla de la computadora dejándome justo el tiempo necesario para quitar mis manos del teclado. ─ Vé a descansar. 

─No es algo que necesite. 

─Sé que no "necesitas" descansar, pero también sé que tienes cajas que desempacar. 

─Las cuales no quiero tocar, ¿me permites? ─ pregunto mientras sostengo la pantalla en búsqueda de abrirla. 

─No seas idiota. 

─¿Idiota? Al menos no me apellido Desaulniers. 

─¿Así es cómo pretendes entrar a la reunión? 

─¡Has ganado! No tengo energía para seguir peleando. Me marcho. Pero si paso por un bar antes, no quiero quejas.

─Hiddleston sabes perfectamente que me enteraré. 

─Si, tú te enterarás, y la cuenta de tu tarjeta también lo hará. 

─Dijiste que ya no usabas esa-

─Todos mentimos un poco, ¿no crees? ─ tomé el saco de mi traje, que colgaba desde la silla, y me subí al auto. 

No pasé por el bar, ni siquiera tenía intenciones de hacerlo. Necesitaba dormir, era cierto, pero mi cerebro no dejaba de reproducir recuerdos y bobadas que no se molestaban en dar la cara cuando tenía la mente ocupada en otra cosa. Mientras conducía, me encontré con un sitio de comidas rápidas. No recordaba cuándo había comido por última vez. Por eso, decidí dar la curva y meterme en el lugar. 

O ese era el plan. 

El golpe en la parte trasera de mi auto hace que el cansancio de mi cuerpo se esfume. Se me prenden todas las alertas juntas en lo que noto un auto rojo detrás de mí, que abre la puerta del conductor. Excelente, lo último que necesitaba: meterme en una pelea. Preparo mi mente, no tengo intenciones de que se interprete como un ataque nada de lo que proceda a hacer a partir de ahora. Quiero comportarme como un alma buena, quiero que quien sea que esté bajando del auto piense: pobrecillo y me deje en paz. 

Me bajo del auto. Noto a una chica que observa la parte delantera de su propio coche, interesada, pero sin la intensidad de alguien que comenzará a golpearme o algo por el estilo. 

─El día que descubras la luz de giro te vas a caer de culo ─ me dice, sin observarme. 

─Lo siento, fue totalmente mi culpa.

 ─Pues no pienso decirte lo contrario ─ habla en lo que voltea a verme. Se trata de una chcia relativamente joven, de cabello castaño y ojos marrones. Tiene el cabello suelto, y ella lo toma en sus manos como si se fuera a hacer una coleta, lo deja en solo una mano y lo abandona a un lado de su cuello. 

─Pagaré lo que sea necesario ─ vuelvo a hablar, en el intento de evitar un problema. 

─¿Sabes qué? Solo vete, no importa. 

─Dije que pagaré, no sé si oíste. 

─Si, te escuché, y dije que te fueras. 

─¿Sabes? La gente no suele rechazar cuando otra persona intenta darles dinero, es como... una regla impícita. 

─Pues deja tu regla implícita, toma las llaves de tu auto y vete sin chocar a nadie más.

 ─¿Disculpa? Tú fuiste quién me chocó

─¡Luego de que tu olvidaras la luz de giro! Dijiste que era tu culpa, no te retractes ahora. 

─Bien, pero te pagaré ─ digo mientras saco mi billetera del bolsillo.

─Te dije que n-

─Ten ─ salco un monto mayor a lo que realmente equivale el pequeñísimo daño que se ha hecho en su auto. Pero algo es algo. Me saco el problema de arriba como un campeón, pero cuando vuelvo a meterme en el auto, noto que ya no tengo hambre. 

Conduzco atentamente hasta mi casa, y al llegar ignoro las cajas enormes de mis cosas que mi exnovia acaba de enviarme. Ignoro también que acaba de enviarme mis propias pertenencias por e-mail, y que ahora camino a casa solo. A mi casa. La que es solo mía. A la que no pienso dejar entrar a nadie jamás. 

Champagne Problems  | Tom HiddlestonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora