THOMAS
No me costaba nada llevarla a casa, por eso lo hice. Por eso había salido detrás de ella en el restaurante, y por eso le había dado mi abrigo hasta que llegamos al auto. Por eso había intentado establecer una conversación con ella y por eso tenía un alivio en el pecho de saber que se encontraba bien. Porque ella era la hija de alguien. Y la hija de alguien se merece llegar a salvo a su casa. Más si es la hija del empresario con quién cerraremos un contrato millonario, incluso sumaría puntos, cierto? Puntos para el contrato, y para nada más. Puntos como empresa.
Por eso la había llevado a casa, por el contrato. No por la necesidad de saber que estaba bien, como anteriormente lo había hecho por otras personas. No por la angustia de sentirme rechazado ni por la decepción que había sentido en otros momentos de mi vida, no, la había llevado a casa porque pretendía que ella fuera un medio para un fin. Ni siquiera me caía bien, y esa media hora había sido un infierno, claro.
Perfecto. Una vez aclaradas las cosas, puedo viajar nuevamente al bar que tenía en mente en cuanto salimos del hotel.
Al que por suerte, no la invité.
Sinceramente desconocía qué iba a hacer en ese lugar. Solo sabía que quedaba cerca de casa, y que realmente quería un trago. De modo que cuando me senté en la pequeña mesa del bar, y ordené mi trago favorito, supe que regresaría a casa en taxi.
Como al tercer o cuarto trago, una chica rubia se me acercó. Tenía un acento que mi achispado cerebro no podía reconocer, simplemente me deleité por cómo sonaban las palabras en sus labios. Más que nada, cómo sonaba su nombre en mis labios cuando se presentó como "Candice." Era hermosa. Aunque mi mente estaba en otro lado, y yo escuchaba la mitad de lo que me decía, interpretaba por su lenguaje corporal que me coqueteaba, sobre todo porque tenía mi mano tomada a la suya por encima de la mesa, y sus ojos oscuros me decían mil cosas que sus labios no se atervían.
Pero no la quería. No importaba que fuera hermosa o inteligente, ni que su acento me hiciera alucinar con la cantidad de cosas que podría decirme. Su misterio no era suficiente para apagar en mi la llama del dolor que se había prendido en mí tiempo atrás. Disfrutaba que chicas hermosas como Candice me coquetearan, que se me insinuaran, porque me hacía sentir que seguía siendo lo suficientemente atractivo como para tener una mujer en mi vida. Pero lamentablemente ahora no me encontraba en una buena posición, y no existía nada que Candice pudiera hacer para que en mí despertaran ganas de llevarla a la cama.
Entonces la puerta del bar se abrió, y en medio de una multitud de risas descontrolables y de carcajadas muy sonoras, reconocí un vestido rojo. La chica en la barra rodeaba con los brazos a un hombre alto. No podía ver su rostro, pero notaba entre luces que se trataba de alguien de hombros anchos y buen porte. Ella le sonreía, mientras hablaba con los otros miembros del grupo. Él se sentó a su lado y le colocó una mano sobre el muslo que despertó cierta incomodidad en mí.
Fue extraño. No era del tipo de persona que se asombra porque una pareja tenga contacto físico en público. Pero el hecho de que ese hombre colocara una mano sobre la pierna de Josephine me hizo sentir extraño. No podía sentir lo que fuera que comenzaba a pasarme, así que coloqué una mano sobre la de Candice y la invité a ir a un lugar más tranquilo.
Terminamos en una de las habitaciones más caras de todo el hotel. Me gustó que ella observara todo, que lo econtrara completamente desconcido, que jadeara mi nombre en lo que sus manos pálidas recorrian mi piel y sus ojos curiosos investigaban todo a nuestro alrededor.
Y mientras desvestía a la mujer, y repetía su nombre en notación de que le gustaba, no podía dejar de pensar en la otra chica y en ese misterioso caballero que resultó ser su pareja.
No había mencionado tener una pareja, no había mencionado absolutamente nada.
Candice no significaba nada para mí, pero ese hombre significaba todo para ella.
Y mientras seguía replanteándome por qué ésto me había importado tanto, dejé que la chica rubia que había traído del bar se desquitara las ganas que me tenía.
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Champagne Problems | Tom Hiddleston
FanficÉl es un empresario que acaba de pasar por uno de los peores momentos de su vida. Ella es una chica que pretende ser exitosa en su entorno. Ambos trabajan en la empresa de sus padres. Ambos tienen que intentar congeniar para lograr firmar el contra...