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 "¿Quién eres?".

Arlo preguntó, la cosa que se mantenía invisible hasta ese momento se dejó mostrar como una sombra grumosa saliendo de los rincones, alta, pero no más alta que Arlo. Era tan oscuro que apenas su silueta era visible entre la habitación de luz baja.

La sombra no abrió la boca.

No mostró una boca.

Ni siquiera tenía una boca.

Pero de ella salió una risa profunda que silbó hasta sus oídos.

Como eso no suponía una respuesta, Arlo volvió a preguntar con impaciencia.

La respuesta fue el brillo de unos ojos dorados desparramando furia.

Y la aterradora fuerza que lo atravesó.

De inmediato un dolor profundo lo hizo doblarse y su propia sangre llenó el piso.

Observó horrorizado como en su piel viva estaba grabado una única palabra:

'Mañana'











¡Ring! ¡Ring!, ¡Ring! ¡Ring!

El despertador sonó.

Arlo abrió sus ojos desorbitados, miró a su alrededor con paranoia y se dio cuenta que estaba en su habitación. Se había caído de la cama y estaba empapado de sudor.

Arlo palmó su estómago, la piel era lisa.

Había sido una pesadilla.

Y aun así deseó que el mañana nunca llegara.

Duchas de Media NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora