• Capítulo 24 •

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   — ¡Arriba! Eleonor, las rodillas

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— ¡Arriba! Eleonor, las rodillas. — grita Nicki desde el centro de la pista.

Tengo a Eleonor sobre mi hombro y está colocándose para conseguir hacer a la perfección una postura que llevamos dos semanas practicando ya que no le sale del todo bien. Las rodillas le fallan al no estar completamente estirada, como acostumbran a estar, y hoy no es su mejor día.

En la universidad tuvo un examen que llevaba preparándolo durante semanas y al ver la hoja se quedó en blanco y no escribió nada más que su nombre y apellidos. Eso la tiene de un humor de perros que no hay quien se lo quite.

— ¡Las malditas rodillas! — Nicki se exaspera.

Mi novia siempre ha tenido dificultades con las rodillas, le cuesta demasiado estirarlas y siempre eso le ha perjudicado en su deporte que tiene que ser tan perfecto, delicado, elegante y perfecto.

— Joder. — la escucho susurrar con frustración llenando su voz.

Es demasiado autoexigente consigo misma y lo pasa realmente mal cuando no le salen las cosas perfectas. Yo siempre le digo que por muy deportista que sea sigue siendo una humana que comete errores, tiene derecho a cometerlos. Ella asiente con su cabeza y me dice que lo sabe, pero sigue igual.

— ¿Quieres que te baje? — le pregunto.

— No. Esto me tiene que salir perfecto, Jaxon.

Y ahí está otra vez. Suspiro sabiendo que no puedo hacer nada más que apoyarla y seguir sujetándola hasta que Nicki se canse y nos diga de hacer otra cosa.

Pues Nicki no se cansó, estuvimos todo el entrenamiento practicando esa postura y Nicki se dedicó a gritarle a Eleonor, cosa que hizo que mi mal humor saliera a la luz y se detecte por cada poro de mi piel.

— Adiós, Nicki. Y siento no haber conseguido estirar las rodillas. — mi novia se despide de su entrenadora.

— Adiós, Eleonor. Adiós, Baker.

Me despido con un ligero movimiento con mi mano, sitúo la misma en la cintura de Eleonor llevándola hasta el aparcamiento ya que va sumida por completo en sus pensamientos.

— Sube al coche, princesa. — le abro la puerta y la saco de sus pensamientos.

Me sonríe ligeramente y besa mis labios antes de subir al asiento del copiloto de mi coche.

Llegamos al edificio donde vivimos y caminamos en silencio hasta el ascensor. El trayecto del mismo lo pasamos en completo silencio también. Eleonor mira el suelo sin mirar nada más, yo la miro a ella y intento descifrar qué piensa exactamente. Sé que le ocurre algo, pero no sé lo que es exactamente.

— ¿Qué te apetece cenar? — le pregunto cuando entramos al piso.

— Mhm... no tengo hambre, cariño. Pero gracias, cena tú.

Sobre el hielo  [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora