Qué extraño era haberse acostumbrado a esa rutina.
La demonio aparecia siempre después de la primera misa. Justo cuando se encerraba en su oficina.
Agradecía que nunca se le hubiera insinuado frente a todos los feligreses, aunque a veces creía sentirla detrás de él, su aliento sobre su nuca.
Intentaba ignorarla los primeros minutos, pero era cada vez más difícil hacerlo, incluso dentro de él, sentía la expectativa de encontrarse con ella cada que abria dicha puerta.
Pasaba de ligeros coqueteos a sentarse en su regazo, como si fuera lo más normal del mundo.
Sus ojos no podían despegarse de sus curvas, de sus labios.
Finalmente en algún punto terminaba cediendo, la necesidad de sentir el sabor de su boca dominándolo.
Vaya que tenía poco autocontrol.
Además claro, de que no deseaba que volviera a desaparecer tanto tiempo, no deseaba que nadie más volviera a tocarla, más que él.
Se arrepentía de tan solo pensarlo. Estaba cayendo en la lujuria y la envidia, dos grandes pecados capitales.
Rezaba con fervor todas las noches, pidiendo indulgencia a Dios, sabiendo que al paso que iba estaba más que condenado. No solo por esos pecados, si no por los cometidos también con anterioridad.
Dedicar su vida a la Fe le había parecido su única salvación, ahora no estaba tan seguro.
En realidad ¿Sería tan malo? Si pudiera vivir probando esos labios…
No, no, aquella súcubo se había metido profundamente en su inconsciente, más de lo que le gustaría admitir.
Willow, (no podía llamarla de otra forma por más que quisiera) cada vez lucía más energética, más alegre y satisfecha. Por lo menos sabía que le estaba dando lo suficiente para que no lo buscara en otra parte, pero no se conformaría con eso.
Además, no lo admitiría en voz alta, pero ver su sonrisa le ayudaba a dormir más tranquilamente por las noches.
Las pesadillas seguían, pero creyó haberla sentido a su lado cuando sucedía, haciendo que pararan.
—Estás muy distraído…— Le susurro al oído, al tiempo que interrumpia sus rezos nocturnos.
Rodó los ojos, sabiendo que ella era la causa de la distracción.
—Estoy rezando por mi alma, y también por la tuya.
Sentenció, tratando de concentrarse, de no sentir las manos de la chica sobre su cabello.
Era curioso, no estaba haciéndolo con un fin particularmente sensual, simplemente acariciaba sus mechones, jugando con ellos de forma distraída.
—Lamento decirte que es un poco tarde para mí— Comentó encogiéndose de hombros.
—Además, este lado es más divertido.
Se coló entre sus brazos, buscando que dirigiera su atención hacia ella.
—Y se que lo sabes, estoy a punto de que lo admitas.
Sonrió de forma felina, acariciando su rostro con delicadeza.
Quizá era un cambio de estrategia de su parte, pero sus toques eran más delicados, más cariñosos, lo cual lo hacía perder la cordura mucho más fácil.
No había forma de separar a su Willow de esta representación, le estaba complicando todo.
No lo dejo contestar, sus labios se posaron contra los suyos, un beso dulce y lento.
Se derritió ante su toque, olvidándose de todo lo demás como siempre que lo hacía.
Sus brazos rodearon su cintura, atrayéndola hacia él.
Desde que había visto a Darius aquella pregunta seguía rondando su mente. ¿Qué tal si hubiera dejado la iglesia antes?
“Serias libre”, La dulce voz de Willow se repetía en su mente una y otra vez.
Las manos de la chica se enredaron en su cabello, su lengua abriéndose paso en su boca, explorandola, memorizando cada rincón.
Sus manos se deslizaron por debajo de su ropa de cama, las yemas de sus dedos tocando su piel de forma delicada. Había más cicatrices allí, una variedad de ellas que ocultaba fácilmente con la sotana.
El cuerpo del joven se tensó al sentirla tocar sus cicatrices y retrocede de golpe, alejándose agitado.
Eran heridas viejas, llevaban años cerradas, pero el recuerdo de los golpes no desaparecia tan fácilmente.
—¿Hunter?— La voz de la joven lo alcanzó, fue un susurro, casi un ronroneo. Al tiempo que volvía a buscar su rostro, una de sus manos acariciando la cicatriz más notoria en él.
No, esa cicatriz no merecía un toque tan delicado. Era la prueba de su mayor pecado.
“No eres más que escoria, fruto del pecado, si te vas de aquí condenaras más tu alma” Se sintió mareado al recordar esas palabras.
La sensación del vidrio cayendo sobre su rostro, desgarrando. Sus manos empujando, la sangre emanando de su cabeza, el shock en su mirada.
Retiró la mano de la chica de golpe, ganándose una mirada primero de indignación, después de consternación.
—Vete…
—Pero…
—Por favor— La angustia en su voz la dejó muda. Asintió, desapareciendo en un abrir y cerrar de ojos.
Tenía ganas de vomitar, se sentía enfermo.
A pesar de tantos años, la sombra de su tío no lo dejaba descansar.
++
Le costó mucho despertarse aquella mañana para dar misa, pero se obligó a hacerlo.
Aunque estuviera corrupto, por lo menos debía cumplir con sus deberes.
Se sintió hipócrita cuando comulgo frente a todos los demás.
Siempre pensó que sabía cuál era su lugar, ahora no estaba seguro, la sotana le picaba, como un traje hecho para alguien más.
—Disculpe, ¿Usted es el padre Wittebane?
Una mujer se acercó a él después de la misa. Se veía aproximadamente de su edad.
Su cabello teñido de lila la hacía destacar bastante del resto de los feligreses.
—Así es. ¿En qué puedo ayudarle?
—¿Podríamos hablar en un lugar más privado?
Estaba seguro de que no la había visto antes, pero sus ojos cargaban una intensidad abrumadora. Parecía ser algo urgente.
—De acuerdo.
Había otra chica unos pasos detrás de ellos, morena de cabello corto.
Los siguió hacia las afueras de la iglesia, dándoles espacio.
—Bien, ¿Qué es lo que…?
Sus palabras murieron en sus labios.
Sintió el ardor en su mejilla, el impacto de la mano de la chica en ella.
Había furia en su mirada, un coraje invadiendola.
La observó con los ojos desorbitados, sorprendido por su atrevimiento.
—¡Amity!— Creyó escuchar a la otra chica gritar detrás de ellos, corriendo hasta posarse a su lado, una expresión de disculpa en sus facciones.
Hunter se llevó una mano a la zona afectada, notando aún el ardor, seguramente se estaría tornando rojiza.
—Esto es por Willow. Tu tienes la culpa de lo que le sucedió.
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No nos dejes caer en Tentación
FanfikceEl padre Hunter Wittebane siempre ha sido devoto y Fiel a su Fe. Para él, no hay nada más poderoso que su compromiso con el señor. Pero cuando cierta Sucubo aparece cada noche a tentarlo, en la forma de la unica persona que lo hizo dudar de sus voto...