Katherine es la opsecion y debilidad de ambos hombres, cada uno luchará de distintas maneras por ella.
Hasta dónde llegarán?
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Espero querid@s lector@s que se enganchen y disfruten.😊
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Katherine.
Despegué la fotografía del viejo clóset, la guardé junto con las demás cosas en una caja debajo de mi cama.
El adorno de la rosa eterna lo acomodé en mi mesita de noche, donde tenía la alcancía del cerdito antes. No dejaba de mirarla, como si de ella fuera a salir un destello dorado mostrándome lo que busco, pero es una completa estupidez; eso solo pasa en los dibujos de Disney.
Encontré solo esa fotografía en el ático, pero ¿de qué me sirve si no lo recuerdo? Tampoco mi primo.
Peyton debería recordarlo; además, ¿por qué estaría esa foto vieja pegada ahí sin ningún sentido? Él podría contarme cosas sobre ese niño, incluso su nombre.
Pero si no encuentro lo que busco, tendré que recurrir al plan B, y no me apetece.
(.....)
Decidí pasar el día en casa, no tengo ganas de asistir a la universidad. Mi estado mental en este momento no es el mejor; tampoco quiero ver la cara de Benjamín, me muero de la vergüenza.
¿Pero qué me pasa?
Yo no soy así. Él es mi mejor amigo y, antes de que me besara, ya estaba mal. Tengo que dejar el beso de lado y preguntarle qué le sucede.
Tomo el teléfono de la mesada y le marco.
......
(Casilla de mensajes)
Más tarde lo llamaré.
Me dispuse a salir al parque; debo despejar mi mente un poco. En el camino, compré un helado de fresa y chocolate. Me senté en el pasto, tranquila. Extraño la compañía de Benjamín.
Trato de llamarlo otra vez, pero me manda directo a la casilla de mensajes. Prefiero dejarle un mensaje de voz para cuando decida escucharlo.
—Hola Benja! Espero que en algún momento respondas las llamadas. Te extraño, osito. Lo siento si hice que te sintieras mal. ¡No tardes en llamar! Te quiero, nene.
*Mensaje de voz enviado ✅
Guardo mi teléfono en mi pantalón y sigo con mi helado.
Me siento horrible por la indiferencia de Benjamín.
Me quedo observando cómo los niños corren por todos lados, jugando, saltando; algunos comen palomitas con sus padres. Todos se notan muy felices.
—¡Hola!—escuché una vocecita. Me giré y la vi: es una niña de casi siete años.
—Hola—saludé para no ser grosera.
—¡Hola! Me llamo Cler. ¿Tú cómo te llamas?—habló muy entusiasmada.
—Kathy... me llamo Kathy—sonreí amablemente.
—Me gusta tu nombre, es un gusto, Kathy.
Le estreché su manito y se la recibí con gusto. Tiene buenos modales.