Cap. (10): Atracando en un nuevo continente

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-Buenos días, Roy.

Tras toda una noche de descanso en la cubierta, el primero en despertar y subir fue Ernesto, después de llevar a Lima a dormir lo que hice fue tumbarme entre las yeguas a pasar la madrugada cálidamente.

-Buenos día princeso ¿Has dormido bien?

-La verdad es que no, me duele mucho la cabeza. -aclaró sentándose a mi lado.

-¿En serio? ¿Te encuentras mal?

-No como tal, pero sí que tengo sensación de malestar

Sin quererlo ni beberlo, mi poder para ver auras se activó, un aura azul muy triste lo rodeaba, era algo difícil de creer, Ernesto, la persona más sonriente que había conocido en mi vida estaba... deprimido.

-¿Quieres hablar hermano? Recuerda que puedo ver a través de ti.

-Sé que no necesitas tus poderes para saber que me pasa algo, pero no dejo de preguntarme el por qué estoy así.

-No hace falta ser el más sabio del mundo, por mucho que intentes olvidarlo... has muerto, le has dado fin a estar con todas aquellas personas a las que querías, has perdido la vida que tenías que vivir, todo en vano.

-No... no solo es eso.

-Si tienes algún problema interno siento decirte que no puedo oír tus pensamientos.

-Creo que el problema es estar contigo, desde que aparecí he intentado estar un poco de lado y poder dejarte vivir esta gran aventura, pero me queda demasiado grande.

-¿En serio? Qué curioso, porque hemos cambiado un poco las tornas, antes era yo el que se sentía así al salir con vosotros.

Ernesto río levemente y asintió al mirarme.

-Supongo que será acostumbrarme, ahora soy el seguidor más devoto de un dios, del ateísmo a esto ha habido un gran cambio.

-Que asco, no me gusta tener a gente que me siga, menos a gente que me sea devota.

-Bueno Roy, es algo que vas a tener que asumir.

-¿Y si arraso una ciudad? Así no me querrán ni ver ¿No?

-Roy, venimos de un mundo en el cual la gente le rezaba a un dios que inundó el planeta.

-Puta religión, ojalá ser más discreto en cuanto a mi puesto.

-Por lo menos eres alguien digno de ser seguido.

Me tumbé sobre Casiopea pasando por encima de su lomo mi cabeza, pasó una de sus alas por encima de mí y me arropó bajo ella.

-Adoro a estas yeguas, ojalá Demether me deje cuidar de ellas más tiempo.

-Tú amor por los animales siempre ha sido inmenso, me esperaba algo así.

-¿Sí? Porque no se nota, si eso fuese verdad, ahora mismo atravesaría el universo, todas las barreras entre la vida y la muerte y si fuese necesario el tiempo para traer a mi pequeña Chloe.

-Es verdad, tú perra, la última vez que la vi fue cuando tú madre se la dio a Naru para que la cuidase.

-¿A Naru? Pensaba que se la iba a quedar mi hermana...

-Tú hermana tuvo una bronca gigantesca con tus padres y se fue de casa para no volver. Pasaron algunas cosas mientras estabas fuera.

-Mi familia no me importa, solo quería saber cómo están mis animales.

-Desde el pez hasta el pájaro, están repartidos entre tus amigos, creo que Carlos se quedó al pájaro y Bella al pez.

-Mis pobres niños van a tener que aprender a vivir sin mí.

Desterrados: Los misterios de AsgardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora