El miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son.
-Tito Livio
[10]
Debajo de la cama.
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Mara
08:00
El sol se filtraba tímidamente por las cortinas de mi habitación, iluminando débilmente el espacio. A pesar de la luz, el ambiente seguía cargado de pesar. Había pasado toda la noche llorando, sumida en un torbellino de emociones y pensamientos confusos. Mi mente era un laberinto de autodesprecio y angustia.
Mientras yacía en la cama, escuché un suave golpeteo en la puerta. Era mi madre, con una expresión preocupada en su rostro.
—¿Mara, cariño? ¿Puedo pasar? —su voz sonaba suave y reconfortante.
—Sí, mamá —respondí con un hilo de voz.
Mi madre entró en la habitación y se sentó a mi lado en la cama. Me envolvió en un cálido abrazo, brindándome el consuelo que tanto necesitaba en ese momento.
—Hija, sé que estás pasando por un momento difícil. Pero quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti, pase lo que pase. Puedes confiar en mí y contarme todo lo que sientes.
Sus palabras me reconfortaron de alguna manera, aunque la tristeza seguía pesando en mi corazón.
—Lo siento, mamá. No sé qué hacer, me siento perdida y... y...
Las lágrimas volvieron a brotar, interrumpiendo mi intento de hablar.
—Shh, está bien, cariño. Todo estará bien. Necesitas tiempo para procesar todo esto, pero no estás sola. Te ayudaré a superar esto juntas, ¿de acuerdo?
Asentí con la cabeza, sintiendo el apoyo incondicional de mi madre.
Después de un rato, mi madre me ayudó a levantarme de la cama y me llevó al comedor. Preparó un reconfortante desayuno mientras yo me sentaba en la mesa, perdida en mis pensamientos.
—Mara, he estado pensando... ¿por qué no salimos a dar un paseo juntas más tarde? Tal vez un poco de aire fresco y cambio de escenario te hagan sentir mejor.
La idea de salir de casa me resultaba aterradora en ese momento, pero algo en las palabras de mi madre me animó a considerarlo.
—Está bien, mamá. Quizás un paseo no sea tan malo.
Después del desayuno, nos preparamos para salir. Aunque todavía me sentía frágil, el sol brillante y el aire fresco me reconfortaron de alguna manera. Caminamos por el parque cercano, conversando sobre cosas triviales pero reconfortantes. Poco a poco, la tensión en mis hombros comenzó a disiparse y sentí un atisbo de calma en mi interior.
Al regresar a casa, me sentí un poco más ligera, como si un peso se hubiera levantado de mis hombros. Aunque sabía que el camino hacia la curación sería largo y difícil, me sentí agradecida por el amor y el apoyo de mi madre.
Pero aún en lo más profundo de mi ser, persistía un sentimiento de inconformidad. Se había creado un abismo entre Evan y yo, y no sabía si alguna vez sería capaz de enfrentarlo de nuevo. Me atormentaba la idea de cómo reaccionaría al leer las palabras que le había dedicado en esos escritos, tanto las elogiosas como las críticas.
Cada vez que recordaba las páginas llenas de mis pensamientos, me asaltaba la duda. ¿Cómo podría enfrentarlo después de haber vertido mis emociones de esa manera? Las palabras impresas ya no podían ser retractadas; estaban ahí, como un eco eterno de mis sentimientos. Me preguntaba si alguna vez podría enfrentar su mirada sin sentir el peso de mi confesión.
Me sentía atrapada entre el deseo de expresarme y el miedo a las consecuencias. ¿Cómo podría reconciliar estas dos fuerzas opuestas dentro de mí? La incertidumbre me envolvía, y me preguntaba si algún día encontraría la valentía para enfrentar la verdad que había revelado en mis escritos.
Me escondí debajo de mi cama. A veces, encontrar refugio allí era mi única salida. Me arropé con una manta y dejé que mis pensamientos vagaran. ¿Cómo podría seguir evitando a Evan para siempre? No podía faltar a clases eternamente. Además, tenía el papel protagónico, y lo peor era que lo compartía con Evan. ¿Qué pasaría si esa conexión tan intensa desaparecía? ¿Qué haríamos entonces? Y lo peor de todo es que sentía que todo esto era culpa mía.
Después de un rato debajo de la cama, finalmente decidí salir del escondite. Se sentía decidida a abordar el problema en lugar de seguir evadiéndolo.
Con determinación, me levanto y me dirijo hacia mi escritorio, me senté frente el ordenador y le escribi un email.
-Querido Evan,
Espero que esta carta te encuentre bien. Hay algunas cosas que necesito decirte, y creo que es mejor expresarlas por escrito para asegurarme de que me entiendas correctamente.
Primero que nada, quiero disculparme por mi comportamiento reciente. Me di cuenta de que he estado evitándote, y eso no es justo para ninguno de los dos. Sé que hemos pasado por momentos difíciles juntos, pero eso no significa que tengamos que alejarnos el uno del otro.
También quiero ser honesta contigo acerca de mis sentimientos. Las cosas que escribí en esas cartas, tanto las buenas como las malas, fueron sinceras. Pero me di cuenta de que te dejé sin la oportunidad de explicarte cómo me sentía realmente.
Estoy dispuesta a hablar contigo cara a cara y resolver cualquier malentendido que haya entre nosotros. Creo que es importante para ambos poder expresar nuestros sentimientos y encontrar una forma de seguir adelante, ya sea juntos o por caminos separados.
Espero que estés dispuesto a tener esa conversación conmigo. Por favor, házmelo saber cuando puedas.
Con sincera preocupación,
Mara
Ahora solo quedaba esperar..
Esa noche, antes de dormir, escribí en mi diario también. Plasmé mis sentimientos en las páginas, dejando salir todo lo que había estado guardando dentro de mí. Y aunque las heridas seguían frescas, sentí un destello de esperanza en mi corazón. Sabía que, con el tiempo, sanaría y encontraría la fuerza para seguir adelante.
Con esa determinación en mente, cerré el diario y me sumergí en un sueño reparador, listo para enfrentar lo que el mañana tenía reservado.
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Cartas para Evan.
Teen FictionMara siempre ha seguido las reglas, nunca habla de más, nunca responde si no le preguntan, siempre vive alejada de las personas por miedo a que la lastimen Escribía cartas para no enfrentarse a las personas, pero ¿Qué pasaría si las cartas llegaban...