IV

377 39 6
                                    




Mientras trataba de encontrar el camino de salida, un fuerte dolor de cabeza empezó. Estos últimos días había tenido dolores más fuertes, y sentía como si alguien hablara dentro de mi cabeza, pero no podía distinguir bien las palabras, eran murmullos sin sentidos.

Por otro lado, luego de caminar lo que parecía ser un largo camino, junto con Kieran encontramos la salida. Algo que no había dejado de sorprenderme es como en ningún momento había estornudado, o incluso marearme. Es como si no existiera la alergia, al menos no con ella.
Al llegar al pueblo todo estaba como solía estar, algunas luces perdidas, otras completamente apagadas que parecían no ser habitadas. Vi como Kieran se fue a una casa en especial, la seguí ya que maullaba deduje que era para seguirla y eso hice, al llegar casi que inmediato abrió la puerta la misma anciana que me estaba gritando en la tarde, me asusté. Su aspecto era extraño, su piel no era tan clara como las personas que habitaban, parecía tener un solo ojo ya que el otro estaba cubierto por lo que parecía ser un parche negro, su ropa era completamente negra.

— Aquí estás Kieran, pensé que te habías ido de caza. Tal y como te pedí lo hiciste. Esta a salvo buena gata Kieran, buena gata. — Veía como la anciana hablaba con la gata como si ella pudiera entender todo pero lo que más me había sorprendido era el hecho de que la gata realmente parecía responderle.
— ¿A salvo dices? — interrumpí.
— Kieran no es una simple gata, ella te ha cuidado y guiado a tu casa, y si tú lo permites ella lo hará siempre.
— ¿Hacer que? — dije sin más.
— Cuidarte Kara, ella te cuidará. — Al decir eso, la gata se posó encima de su hombro de un momento a otro, y me miró. Su mirada era profunda y suave a la ves.

— No puedo permitir eso, soy alérgica a los gatos. Muy linda su mascota, pero creo que ya debería irme.

Desde que había llegado al pueblo, todo era extraño. La manera de actuar de las personas, el pueblo y ahora parecía ser que también los animales.

— Kieran no es una simple gata, ella te guiará y te ayudará a encontrar la luz si lo permites. Fue ella quien me lo pidió, es extraño ya que Kieran suele espantar a las personas del pueblo pero desde que te vio llegar sintió una fuerte conexión hacia ti, cuando estabas llegando al pueblo decidió acercarse a ti, ella a estado observándote desde entonces, ella te eligió Kara.

Mi mirada era desconcierto total. ¿A qué se refería con elegirme? ¿observándome?. Trate de acomodar mi lentes, mi ropa aún estaba húmeda pero ya no era de mi importancia, sentía que habían pasado horas desde aquello.

— Pasa. — Y sin más me agarro del brazo jalándome adentro de lo que era su hogar. Y era distinto, extrañamente distinto. Se encontraba decorado de una manera peculiar pero moderno. Mucho más moderno de lo pensé. En el medio de su sala se encontraba una mesa grande redonda junto lo que parecía ser velas, muchas velas, libros y lo que parecía ser cartas.

Kieran se encontraba en cada paso que daba pero no cerca de mi, simplemente observándome desde las alturas. Estaba en los escalones de la casa mirándome desde la oscuridad sin quitar su vista de mi. Vi como la anciana se sentaba en frente de mi. Mirándome fijo.

— Los gatos no son solo gatos, y nosotros no solo somos humanos, somos más que eso.
— ¿A qué te refieres?

Vi como apagaba las luces y prendía sus velas.

— Las almas suelen tener a su alma gemela, llama gemela. Como lo quieras llamar y no solo pasa en los libros. Ustedes dos, están destinadas. Son almas gemelas, Kieran siente esa fuerte conexión hacia ti, porque está conectada a ti de una manera que ni tú, ni yo vamos a entender.

Estupefacta, así estaba. No movía un dedo, una mano incluso una pierna. Estaba completamente dura sobre el asiento, la garganta seca y lo único que podía sentir era como mi cuerpo quería irse corriendo de ahí, pero no de esa casa. Si no que de ese pueblo. La anciana estaba loca.

— ¿Estás diciendo que mi alma gemela es un gato? ¿y el gato está atado en esta vida a mi?

La anciana actuó como si no escuchara mis palabras, y hablo.

— Kieran ven, baja — Sentí como atrás mío iba bajando algo, alguien. Pero no sonaba como un gato. Eran pisadas fuertes, eran pisadas humanas. Al girarme quedé atónita, era una mujer.

Alta, pelo largo, negro y liso hasta un poco más de la cintura, un vestido negro y unos tacones altos, que le daba un porte delicado pero presente. Bastante presente. Me dediqué ver a sus ojos, y no solo habían llamado mi atención, logró asustarme, me paré rápidamente y de un momento a otro me encontraba contra la puerta intentando abrirla a la fuerza, estaba con cerradura y la mujer tenía la llave colgando en el cuello, ¿en qué momento había cerrado la puerta?

— Ábreme, ¡ayuda por favor! — Sentí como la anciana se acercaba a mi, pero en realidad solo se acercó a aquella mujer. La mujer tenía un solo ojo, el otro estaba con un parche igual que la anciana. Al acercarse se lo fue quitando de a poco, la mujer se quedaba quieta sin moverse. Yo estaba igual observando todo, aún intentando abrir la cerradura pero sería imposible hacerlo.

Al destaparle el ojo, estaba completamente rojo.
Su ojo era rojo, sin más. No tenía una pupila y si la tenía era lo suficientemente pequeña para que no llegara a verse, vi como la anciana se acercaba a mí con la llave y abría la cerradura sin más.

— Ella es Kieran, en este momento es lo único que sabrás.

Kieran empezó a caminar hacia al lado del fuego, de un movimiento rápido, movió sus manos de una manera extraña y el fuego parecía haber bajado su intensidad, como si de magia se tratara.

— He estado observándote, sin explicación científica. Necesito estar cerca de ti, y protegerte del mal que habita en este lugar.

Al ver la puerta abierta, agarre con fuerza el pestillo y empecé a correr sin mirar atrás, solo corría. Las ramas golpeaban mi cara, sentía los lobos aullar a lo lejos, los búhos y el clima frío golpear mi ropa aún húmeda. Sentía como las lágrimas corrían de mis mejillas, mi cuerpo temblaba pero no pensaba en nada más, nada más que escapar, correr y salir de ahí. Al llegar al final del bosque acelere aún más, a lo lejos parecía verse las calles, al llegar al final del bosque solo caí, mis piernas no soportaron mi propio peso de lo que estaba visualizando, estaba en el mismo lugar del que estaba intentando escapar.

Aquella extraña chica se encontraba sentada en la rama de un árbol alto que estaba al lado de la casa de la anciana, y la anciana con una vela en su mano. Había vuelto al mismo lugar en donde estaba, había corrido en círculos.

— Hay algo que tiene que saber Kara, y es que a veces las cosas no son los que parece. Mira con atención a tu alrededor, cada mínimo detalle, la respuesta puede estar frente a tus propios ojos.

PULSO - Supercorp Donde viven las historias. Descúbrelo ahora