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No sabía cómo meter 25 años de mi vida en una maleta, pero me armé de valor y lo hice.

Mis ganas de huir de todo estaban cada vez más
presentes, no estaba segura si podría hacerlo o si estaba lo suficientemente madura para poder irme tan lejos de mi familia, especialmente de mi hermana Alex, que aunque ella ya vivía en otro país junto con su novia, aun la sentía cerca de mi.
La casa de mis padres era mi lugar en el mundo, cada pared rallada de nuestra habitación, incluso el marco de las puertas, junto con la marca de nuestro progreso en cómo íbamos creciendo con mi hermana.

Todo en la casa me recordaba a la infancia de aquella familia que me había salvado cuando estaba sola en el mundo, y otra vez.

Estaba quedándome sola por segunda vez, y no estaba preparada.

Desde que mi madre adoptiva Eliza se había separado de mi padre, la familia poco a poco fue alejándose, tanto que solo quedábamos mi hermana y yo. Todo empeoró cuando mi padre decidió quitarse la vida, por enterarse de la infidelidad de Eliza.
A Eliza no pareció importarle lo suficiente, ya que seguía yendo a bares y embriagándose hasta olvidar su nombre, solía llegar a casa en las madrugadas.

Alex fue la primera en rehacer su vida, cuando consiguió un trabajo mientras yo terminaba mis estudios prometió que volvería por mi apenas pudiera, pero no fue así. Aun así no la culpaba por su decisión, consiguió el amor que tanto me hablaba cuando éramos niñas, una parte de mí se sentía feliz que una de nosotras había podido ser feliz con su vida.

Por mi parte, yo me había quedado con Eliza, cuando cumplí la mayoría de edad fue cuando comencé a trabajar en una pequeña cafetería, no era mucho pero eso había logrado ayudarme a pagar mi universidad.

— Está todo pronto en el auto, sólo falta un detalle. — Sentí como la voz de Eliza resonaba entre las paredes, yo me encontraba en nuestra habitación. Limpie mis lagrimas y hable.
— ¿Que detalle puede faltar? — Su voz ya no se escuchaba lejana, pero no estaba en las escaleras se encontraba a metros de mi, supe por su voz que aunque no lo dijera estaba triste. Ella no había hecho las cosas bien pero no podría culparla, ya no. Luego de su problema con alcohol intentaba a diario hacer las cosas bien conmigo y Alex yo logré perdonarla, mi hermana no. Había conseguido un pequeño trabajo en una empresa de limpieza y con eso sobrevivía hasta el día de hoy.

— ¿Me duele escucharte así lo sabes? — Mi voz logró quebrarse en el momento en el que entró a la habitación, sus ojos estaban rojos, Aguantando las lagrimas y con una pequeña sonrisa solo dijo.
— Perdón por no ser la madre que te prometí ser cuando llegaste a esta casa Kara.

Supe que no aguantaba sus lagrimas y solo me arrime a darle un abrazo, al sentir su tacto contra el mío, sentí todo ese dolor que sentía y que no decía, de cómo se arrepentía de lo que había pasado, de cómo intentaba solucionar su vida y no podía, sus lagrimas comenzaron a mojar mi sudadera de manera descontrolada, sollozaba con dolor, un dolor que era tan contagioso que no logré darme cuenta pero me encontraba llorando yo también ahora.
Sentí como se alejaba de mis brazos y me agarraba la cara con sus manos, mientras limpiaba una de mis lagrimas, sonrió.
no
— Se- serás la mejor periodista. — Vi cómo se alejaba de mi y buscaba algo dentro de unos cajones, sacando una carta. O eso parecía ser.
— Esto dejó tu padre antes de que hiciera lo que hizo, no te la quise dar antes porque sentía que no estabas preparada aún. Pero ahora creo que lo estás, Alex no decidió leerla cuando se la di.

Comencé a llorar por nueva cuenta esta vez más fuerte, al ver la carta estaba escrito su nombre con su letra, sentí la necesidad de abrazar esa carta como si él estuviera ahí en algún lugar de la casa.

— Lo extraño tanto. — Al ver su letra escrita con su lapicera que le había regalado me sentí con mucha más necesidad de quedarme ahí, lo único que tenía de mi padre eran nulos recuerdos, pero que permanecían siempre en mi memoria.
— El también te extraña pero recuerda, el siempre estará aquí contigo. — Señaló mi corazón con su mano, sonreí y guarde la carta en uno de los bolsillos, mi madre agarro una de las cajas que quedaban guardar y bajamos, donde mis maletas y más cajas se encontraban.

Y de un momento a otro, sucedió y ya no me encontraba en mi casa, ni cerca de mi madre. Simplemente estaba dentro del auto, encendiendo el motor. Las cajas habían quedado arregladas en pilas altas en el asiento trasero, las valijas se encontraban en la parte del fondo y ya estaba todo listo, respire hondo y cerré los ojos.

— Nueva vida, nuevo hogar. Aquí vamos. — Al encender el motor sentí una adrenalina que antes no estaba sintiendo, pero también un dolor de alejarme del lugar donde crecí y cuidaron de mí desde que era una pequeña niña sin oportunidades o salidas en un hogar. Sentí como mi vida pasaba en frente de mis ojos, las peleas con mi hermana, las salidas con mi familia. Los cumpleaños, mi adolescencia incluso mi primer trabajo, todo estaba pasando por mi cabeza, supe que estaba llorando cuando sentí una lágrima caer por mi mejilla.

Traté de contener todas mis emociones y decidí
poner el radio, una de mis canciones favoritas que solía escuchar cuando con Alex íbamos de campamento cada año.

"Woo hoo, yee hoo
Woo hoo, yee hoo
Woo hoo, yee hoo
Woo hoo, yee hoo
If I could escape
I would, but first of all let me say
I must apologize for acting, stinking, treating you this way"

El día estaba nublado pero aún así el sol se podía ver entre tantas nubes grises, aunque amaba la lluvia y estos días para ver películas y tomar café. Lo que menos me apetecía era tormenta la primera vez en la cual estaría sola y dormiría sola. Nunca fui muy fan de los ruidos fuertes, aún no sabía el porqué.
Eliza solía decirme que cuando era pequeña y había tormenta comenzaba a llorar, los ruidos fuertes como los truenos incluso golpes solían ponerme tan sensible de tal manera que aún queriendo entender y navegar en mi laguna mental, no lo hacía.

El camino era lejos, había elegido un pequeño pueblo lejano a muchas personas ya que solía sentirme mejor fuera de la multitud, aunque las ciudades grandes me gustaban, no era mi agrado para vivir entre tantas personas.

Sentí como en mi bolsillo comenzó a vibrar el teléfono, en la entrada de él se encontraba la llamada de mi mejor amigo Winn Schott.
Lo había conocido en la universidad ya que ambos íbamos al mismo curso, era la única persona con la cual podía sentirme cómoda tanto como hablando de la física o comiendo pop mirando una película sangrienta, antes de irme habíamos hecho una promesa de que si ambos llegábamos solteros a los 40 años nos casaríamos juntos, esperaba no cumplir esa promesa.

— Hey, ¿cómo va ese viaje como te lleva? — al contestar la llamada lo puse en un trípode que tenía, era una video llamada. Mientras yo me encontraba manejando él estaba comiendo pizza acostado en el sofá, con su pijama de ositos.
— Creo que voy bien, aunque siento un raro presentimiento de que algo va a pasar. — Comencé a decirle, él estaba concentrado en nuestra conversación mientras yo estaba concentrada en tener cuidado, parecía que comenzaría a llover ya que el cielo se estaba poniendo incluso más oscuro que antes. Traté de ignorarlo.
— ¿Tu crees? debe ser los nervios de tu nueva vida. Todo irá bien Kara ya verás. Te lo mereces, ya mucha vida mala. — El se rio y yo le seguí la risa. Sentí como el auto comenzaba a moverse de manera extraña las ruedas se sentían descompuestas, quizás era solo mi cabeza, producto de mi imaginación.

— Siento las ruedas flojas Winn, parece que se movieran. — Sentí un fuerte golpe cuando terminé de hablar y vi como el cielo había quedado completamente negro, una dos incluso tres gotas empezaron a caer en mí parabrisas. La cara de Winn de un momento a otro ya no estaba en su semblante gracioso, si no que sería.

— ¡Danvers cuidado! — vi como su mirada cambió a miedo. Cuando levante la vista vi como se aproximaba un camión grande y de manera violenta hacia mi.

— ¡AAAH! — mis manos estaban sudando, tenía mi cabello por toda mi cara, la lluvia nublaba las calles, incluso había un frío aterrador. Las cajas que estaban apiladas ya se encontraban esparcidas por todo el auto, incluso mi teléfono había logrado caerse haciendo que este se rompiera por completo la pantalla. Pero estaba viva, había sobrevivido a un choque infernal.

Traté de recomponerme de aquel shock, la lluvia no cesaba incluso una fuerte tormenta se había levantado de golpe, pero conocía las calles. Solo estaba a cuadras de mi nuevo hogar. Intenté concentrarme en eso, la velocidad habia disminuido y las ruedas parecían no moverse más. Incluso el radio había dejado de funcionar. Solo pensaba en llegar y dejar este mal día atrás,

parecía una pesadilla.

Pulso (Supercorp) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora