𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟖

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Al día siguiente, lo primero que hice al despertarme fue ir hasta la mesita de noche de mi habitación y coger el paquete de cigarros que tenía ahí

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Al día siguiente, lo primero que hice al despertarme fue ir hasta la mesita de noche de mi habitación y coger el paquete de cigarros que tenía ahí. Me sentí bien al hacer algo que debía haber hecho hacía mucho tiempo, lo llevé hasta la basura de la cocina y lo tiré, pues sabía que ya no los iba a necesitar nunca más.

Más tarde, todo en lo que podía pensar era en el beso que me había dado con Christian, lo recreaba una y otra vez en mi cabeza, preguntándome si volvería a pasar. Y eso era justo lo que estaba haciendo mientras le miraba a mi lado, paseando por las calles de Manhattan.

Habíamos ido a comer juntos ese día, y él había cumplido su promesa y me había dejado invitarle esa vez. Después habíamos pasado la tarde dando vueltas por la ciudad, disfrutando de la compañía del otro, y había sido muy agradable. Al menos hasta ese momento en el que el viento pareció coger fuerza y el aire se volvió congelado. Miré al suelo para comprobar que todavía seguía habiendo nieve sin derretir.

—Que frío. —me quejé, frotando las manos por mis brazos.

De repente lo abrigada que iba pareció no importar.

—Sí que hace mucho frío. —estuvo de acuerdo.
—¿Vamos a algún sitio? —sugerí, con la intención de que nos refugiásemos en alguna cafetería calentita o algo así.

Sin embargo, él tuvo una idea mucho mejor.

—Mi casa está cerca de aquí. Podríamos ir y te la enseño, si quieres.

Esa idea me hizo sentir una gran curiosidad por saber cómo sería el sitio donde vivía, así que asentí con la cabeza sin pensarlo dos veces.

—Vale.

Christian sonrió levemente y entonces comenzamos a caminar para dirigirnos allí. Me metí las manos en los bolsillos de la chaqueta porque se me estaban empezando a enfriar mientras el aire seguía dándonos de golpe.

Por suerte no tuve que pasar mucho más frío, porque minutos después le vi acercarse al portal de un edificio increíblemente alto. Casi todos los demás eran tan altos como ese, pero tenía algo que le hacía destacar. No supe qué.

—Aquí es. —anunció.

Le seguí y unas puertas automáticas se abrieron para darnos paso hasta una recepción. Había un hombre tras una mesa que supuse que sería el conserje y un gran ascensor detrás suya.

—Buenas tardes Gregor. —dijo Christian.
—Buenas tardes señor Grey. —le contestó.

El hombre me miró un momento y yo le dediqué una sonrisa tímida mientras pasábamos por su lado. Llegamos hasta el ascensor y después de que Christian le diera al botón esperamos a que bajara. Cuando lo hizo sus puertas se abrieron y entramos dentro. Me sorprendió que hubieran cuarenta botones, y por lo tanto, cuarenta pisos, al igual que me sorprendió que él le diera precisamente a ese.

𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐨𝐬𝐜𝐮𝐫𝐢𝐝𝐚𝐝 | 𝐂𝐡𝐫𝐢𝐬𝐭𝐢𝐚𝐧 𝐆𝐫𝐞𝐲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora