Narra Christian:
Era por la mañana y el sol entraba a raudales por las paredes transparentes de mi despacho. Estaba sentado en mi mesa, con el ordenador enfrente y dispuesto a trabajar como cada día. No debería haber tenido ningún problema al hacer justo eso, pero había tenido una distracción desde hacía varios días.
Y esa distracción era ella, Ana. Tener contacto con ella últimamente había dicho que me diera cuenta de que ya no era la niña que recordaba. Ninguno de los dos éramos unos críos. Yo tenía treinta y ella veintidós y muchas cosas habían cambiado.
Ella había cambiado. Siempre había sido una chica mona, pero ahora estaba preciosa, y me daba la impresión de que no se daba cuenta de ello. También había pasado por cosas muy dolorosas, por mucha mierda que no se merecía. Por eso había querido que pasara tiempo con ella, para ayudarla.
Tampoco se daba cuenta de cuanto me había ayudado ella a mi. Nunca me ha gustado mostrar mis emociones, pero yo también estaba jodido. Y me di cuenta de que necesitaba pasar algo de tiempo con alguien. Alguien que me conociera, no que me dijera lo que quería oír. En los últimos años sólo había tenido contacto con la gente de mi empresa, y con Alan. Pero por mucho que quisiera al idiota de mi hermano eso no era suficiente.
Estar solo había sido agradable, reconfortante durante los primeros años. Ahora era todo lo contrario. Pero lo que yo quería no era sólo dejar de sentir esa soledad. Había algo más, algo que me asustaba como el infierno y que me distraía a cada momento como me estaba pasando entonces.
Y ese algo era que, me había dado cuenta de que me apetecía pasar tiempo con Ana. No era sólo porque ella me lo hubiese pedido. Maldita sea, quería verla, más de lo que había querido ver nunca a nadie. Porque con ella era yo mismo, porque le hacía sonreír y ella me hacía sonreír a mí y porque nos hacíamos bien. Eso era lo más cursi que se me había pasado nunca por la mente, pero tenía que significar algo. Porque no creía que los amigos tuvieran ese tipo de sentimiento.
Me pasé la mano por el pelo, frustrado. Nunca había sentido nada así por nadie y no sabía cómo comportarme al respecto. Mi relación con las mujeres siempre había sido mucho más sencilla que eso. Era sólo sexo. Eso sí, siempre se lo dejaba claro a todas antes de nada, sólo ofrecía placer, nada de ataduras ni compromisos. Eso nunca había sido lo mío.
¿Era un capullo por eso? Probablemente sí, pero es lo que había.
Todavía no había avanzado una mierda y seguía mirando el ordenador como un idiota cuando uno de mis mejores empleados y de los pocos amigos que tenía entró en mi despacho.
Spencer llevaba un café en cada mano y dejó uno encima de mi escritorio.
—Gracias. —dije antes de darle un sorbo.
Él debió también del suyo y miró un momento mi ordenador para luego volver a mirarme a mí.
—¿Cómo llevas eso? —preguntó.
—Bien. —mentí.
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𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐨𝐬𝐜𝐮𝐫𝐢𝐝𝐚𝐝 | 𝐂𝐡𝐫𝐢𝐬𝐭𝐢𝐚𝐧 𝐆𝐫𝐞𝐲
RomanceEl corazón me dio un vuelco cuando mi mente volvió hasta él. Sonreí contra la almohada sin poder evitarlo. Christian, sin darse cuenta, me había hecho sentir la felicidad y la ilusión más feroz que había sentido en mi vida. Seguía teniendo tatuados...