𝐄𝐩𝐢𝐥𝐨𝐠𝐨

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Siete meses después...

Salí de la universidad y casi no me podía creer que lo había hecho de verdad. Acababa de terminar mi último examen, había terminado la carrera.

Cerré los ojos e inspiré hondo. Lo has conseguido, Ana. Solté el aire de nuevo, feliz.

Quise gritar de la alegría, pero me tuve que reprimir porque tenía gente cerca que no quería que pensara que estaba loca.

El pitido de un coche me sacó de mis pensamientos de repente. Sonreí al reconocer el coche de Alan y al verle en el lado del conductor, saludándome con la ventana bajada.

Caminé deprisa y al llegar al coche saludé a mis amigos. Estaban todos ahí, Evan, Vanessa, Alan y Christian. Al subir al coche le di un beso en los labios a Christian y todos parecieron sonreír al verlo.

—¿Qué tal el examen? —me preguntó.
—Muy bien. —contesté.

Me fijé en que Alan nos miraba sonriente al mirar el retrovisor y pude ver el orgullo en sus ojos. Le sonreí yo también, y no hicieron falta las palabras. Nuestras miradas lo dijeron todo.
—¿Creéis que llegaremos a tiempo? —dije mirando la hora en el móvil.
—Llegaremos. —aseguró Vanessa.
—Eso si Alan deja de chafar huevos. —dijo Evan.
—Voy todo lo rápido que puedo. —se excusó él.

Me reí y continuamos nuestro viaje. Noté que Christian me cogía de la mano a mi lado y me giré para mirarle.

—Lo has hecho, has terminado la carrera de medicina. Estoy muy orgulloso de ti, cariño. —dijo con la voz llena de amor.
—Gracias, por animarme y por ayudarme durante el proceso. Por estar ahí... —respondí.
—El mérito es todo tuyo. —insistió.

Pero su apoyo había sido fundamental desde el principio. Y eso no podría olvidarlo. Como tampoco podría olvidar tantos momentos felices que habíamos vivido juntos en los últimos meses. Ni la alegría de descubrir que lo nuestro había funcionado desde el inicio.

El tráfico de Nueva York pareció fluir un poco de repente y pensé que tendríamos suerte y llegaríamos a tiempo. Al llegar, aparcamos el coche y nos bajamos.

Todos corrimos hasta el puente de Manhattan y me alegré de comprobar que no había mucha más gente allí en ese momento.

Nos apoyamos en el borde del puente para poder observar lo que habíamos venido a ver, que no era otra cosa que el atardecer. Era la petición que les había hecho a todos para cuando acabara el último examen. Ver un atardecer juntos desde este lugar tan mágico.

Christian se pegó a mi espalda y apoyó sus manos al lado de las mías en el puente.

Me tranquilicé al notar su cercanía y fijé mi mirada en los últimos rayos del sol que aún podían verse a lo lejos, filtrándose entre los edificios. Miré la hora en mi móvil y comenzó la cuenta atrás.

—¡Diez! —dije—. ¡Nueve! ¡Ocho! ¡Siete! ¡Seis! ¡Cinco!
—¡Cuatro! —dijo Evan.
—¡Tres! —añadió Vanessa.
—¡Dos! —dijo Alan.
—¡Uno! —terminó Christian.

Y entonces el sol se escondió en el horizonte. Tenía una sonrisa permanente en el rostro mientras lo vi desparecer y pensé que había valido la pena venir, aunque durase sólo unos segundos.

Un momento después noté cómo Christian se acercaba aún más a mí, para susurrarme algo al oído.

—Quiero perseguir el amanecer contigo. —dijo.

Christian se separó de mi espalda y me giré para mirarle. Ni siquiera sabía qué decir, ese hombre me decía cosas tan bonitas que me dejaba siempre sin palabras.

—Tengo una cosa para ti. —añadió luego.

Yo fruncí el ceño, extrañada.

—¿Qué es? —pregunté.
—Ahora lo verás. —respondió.

Se metió la mano en el bolsillo y me puse nerviosa mientras esperaba.

—¿Tú sabes lo que es? —le pregunté a Vanessa.
—Puede. —dijo con una sonrisita.
—Lo sabéis todos menos yo, ¿verdad? —dije.

Alan y Evan se hicieron los locos mientras Christian guardaba lo que fuera que había sacado de su bolsillo tras su espalda.

Mientras me lo daba por fin, me fijé en sus ojos intentando descifrar qué sería, pero no pude, sólo descubrí que sería algo muy bueno porque estaba contento. Me rendí y el corazón me latió deprisa al mirar lo que tenía entre las manos. Me di cuenta de que eran unas llaves y las piernas me temblaron de repente. Porque sabía bien que eran las llaves de su casa.

Entendí lo que significaba y le miré sorprendida.

—¿Quieres que vivamos juntos? —pregunté.

Él sonrió y asintió con la cabeza.

—Quiero tenerte cerca todo el tiempo. —murmuró.

Me acerqué para darle un beso y pasé las manos por detrás de su cuello en una caricia. De repente sentí que no le había dicho lo mucho que le quería las suficientes veces, aunque se lo decía casi todos los días.

La respuesta a su petición no tuve que pensarla demasiado. Pues había estado soñando desde los últimos meses que me la hiciese.

—Viviré contigo. —prometí.

Christian respondió rozando de nuevo sus labios contra los míos y me sentí tan feliz que casi no podía creerlo.

—¿Soy la única que si no hubiera sabido ya lo que iba a darle, se hubiera esperado un anillo? —comentó Vanessa.

Entonces le miré a él todavía abrazada a su cuello, y su expresión seguía siendo tranquila al oír lo que mi amiga acababa de decir.

—Todo a su debido tiempo. —comentó.

Y lo cierto es que me alegró saber que quizá sí nos casaríamos en un futuro, pues aún no habíamos hablado de eso. Que pasaría por el altar con el hombre del que estaba enamorada.

—No necesito un anillo. Tengo todo lo que necesito justo aquí. —dije mirándolos a todos, que me sonrieron—. No necesito nada más.

Y entonces se acercaron hasta nosotros y me envolvieron en un abrazo grupal, que hizo que se me escapara una lágrima, porque me sentí más querida que nunca.

Había aprendido muchas cosas en los últimos meses, pero lo más importante era que siempre había una razón para seguir adelante, por muy oscuro que se volviera tu mundo, siempre habría algo o alguien que te aportara su luz y te brindara esperanza.

Entre todos los abrazos, miré los ojos grises de Christian, que me devolvieron la mirada alegres, y le di gracias a la vida por tener la oportunidad de tenerle a mi lado.

Di gracias, porque él había sido mi luz. Y porque a partir de ahora, brillaríamos juntos con intensidad, para que así no volveríamos a estar en la oscuridad nunca más.

~ Fin ~

~ Fin ~

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𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐨𝐬𝐜𝐮𝐫𝐢𝐝𝐚𝐝 | 𝐂𝐡𝐫𝐢𝐬𝐭𝐢𝐚𝐧 𝐆𝐫𝐞𝐲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora