Capitulo 7

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“Nunca supe lo dañado que estaba hasta que volteé y ví mis pedazos esparcidos por el camino”

•🥀•

Después de ocurrido el incidente — desde el punto de vista de Jared — sin importancia, él simplemente entró al salón como si nada hubiera pasado.

¿Podrían juzgarlo?

Era una cosa tras otra, golpe tras golpe, era tropezar con cada bache en el camino y cuando los lograba esquivar sentía que regresaba solo para tropezar con él. Lo peor de todo era tener que guardar silencio, no poder contarle a Alejandro lo que sucedía. Aunque tampoco era para tanto o eso pensaba Jared, todos tenían días malos y días buenos, la diferencia era que para él abundaban los malos y los buenos eran momentos efímeros.


Los adolescentes piensan en muchas cosas, tampoco es que vengan en un formato único, pero para la mayoría podría reducirse en el amor, en su futuro, en sus amigos y en fiestas. Pero para Jared...

Vivía con la presión diaria de sus padres, vivía con una paranoia eterna siempre a la defensiva pensando que alguien lo iba a descubrir, que alguien se daría cuenta de su amor por Alejandro. Eso pasaba por su cabeza, no eran fiestas y alcohol, solo preocupaciones, aunque tal vez era hora de ir a alguna fiestas alguna vez, divertirse un rato y permitirse disfrutar un poco.


Aunque era más fácil decirlo que hacerlo.

Las clases fueron aburridas, mucho más de lo habitual, era un tema de biología que él ya sabía al derecho y al revés, pero hizo el intento de anotar algo. Tenía un dolor de cabeza intenso, no es de extrañar después de haber vomitado lo poco que comió, el timbre sonó dando por terminado el día.

Apenas salió del salón sacó sus auriculares y puso aquella pieza que no se había dado el tiempo de escuchar. La doctora Jones tenía razón, Crystallice era una canción llena de vida y dinamismo con el violín sonando sobre una pista de Dubstep como fondo.

Ahora entendía a lo que se refería la doctora Jones, lograr esa pieza sería un trabajo bastante agotador y en extremo difícil.

No quiso pensar más en todo lo que tenía que hacer y simplemente decidió darse un tiempo de descanso, ese día visitaría a su abuela, el problema era llegar hasta allá sin dinero para el autobús. Se planteó seriamente ir caminando pues no quería molestar a Alejandro más de lo necesario, pero a diferencia de su propio hogar, su abuela había optado por una casa un poco más lejos.

«Adoro ver mi casa llena de nietos, pero no hay nada como la tranquilidad de estar lejos de ellos, si viviera más cerca sería un estrés constante y yo ya estoy muy vieja para soportar un niño a diario” decía ella.

Tal vez su aversión por las fiestas era de familia, su abuela era una mujer que a pesar de sus ochenta y tres años, tenía más vida y juventud que muchas de su edad.

Se decidió finalmente por preguntarle a Alejandro si podía darle el aventón, después de todo, Alejandro disfruta estar allá por el café de su abuela. Salió al estacionamiento y lo encontró a punto de entrar a su auto.

— Alejandro — Llamó y este volteó — ¿Podrías llevarme? Necesito el aventón a casa de mi abuela.

— ¿A la casa de la señora Ágatha? Con gusto, extraño el café de tu abuela.

— Si mi abuela se entera de que la visitas solo por su café te va a matar.

Ambos entraron al auto y encendieron el motor, Jared conectó su teléfono a la corneta Bluetooth ubicada en los asientos traseros del auto junto a su violín, los bolsos de ambos chicos y las carpetas de Jared.

El Diario De Las Mil VidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora