«Existen vicios, que tienen bonitos ojos color café y hermosa sonrisa»
•🥀•
No era fanático de la música clásica.
Dios sabía que no lo era en absoluto.
Pero había algo en ella que era mágico, incluso místico en la manera en la que transmite las cosas; el gorjeo de los pájaros, el viento que pasa entre los arbustos, una persecusión, un romance apasionado, una muerte trágica, una discusión acalorada o incluso el desamor más grande.
Había algo hermoso en la manera en la que distintos instrumentos hacían cosas diferentes y podían crear una atmósfera impresionante en conjunto, desde una tormenta con rayos y centellas, hasta un fresco día de verano.
La primera vez que Alejandro había ido a ver a Jared en un concierto no estaba particularmente emocionado, le aburría esperar casi dos horas solo para escucharlo, fácilmente podía pedirle que tocara para él una vez lleguen a casa, pero Jared había insistido y él no fue capaz de negarse por la emoción que destilaba.
No prestó atención a la mayoría, pero al salir Jared y escucharlo... Fue simplemente, mágico. El compositor era algún alemán con un nombre que no podía recordar, pero era vivaz, radiante, juguetón incluso. No había faltado a ningún concierto desde entonces porque amaba verlo de esa manera, feliz, lleno de vida y con los ojos empapados de un brillo único.
«¿A dónde se fue?» se preguntaba Alejandro ahora.
El Jared frente a él no era el mismo que él quería.
«¿Lo lastimé hasta este nivel?»
Nunca pensó que este sería el resultado. Cuando Jared vino aquí y lo besó fue simplemente, familiar. No tenía otra palabra para describirlo mejor, como si ese fuera su hogar.
No pensó en nada, por un momento su mente se había quedado en blanco e hizo lo más sensato que pensó. Le dijo que se fuera.
—Sé que te lastimé —comenzó Alejandro—. No estuvo bien.
—Lo que no estuvo bien fue que me hayas empujado e ignorado como si fueras una maldita víctima y luego pedir hablar como si no hubiera pasado nada.
Jared solo había traído un bolso, pero no quería pensar en esa posibilidad, en que Jared fuera capaz de llevarse sus cosas, en abandonar el lugar que consideraba hogar y que él mismo veía como el hogar de Jared. Cerca de él.
—Tú me ignoraste también —reclamó Alejandro.
—¿Y acaso debía andar como perro faldero?
—Debimos hablar apenas me besaste.
Jared soltó una ligera risa, baja pero juguetona. ¿Le divertía de alguna manera esto?
—Sí, debimos hablar —admitió Jared—. Pero no lo haré, no ahora. Estoy demasiado cansado.
—¿Cansado? —preguntó sardónico—. No has salido de tu casa, no haces deportes, no tienes casi deberes, no tienes amigos, solo eres un músico de poca monta con problemas de autoestima que necesita terapia, ¿De qué mierda estás cansado?
Se había sobrepasado, lo supo al ver a Jared a punto de llorar. Jared le había contado muchas cosas y ahora él usaba eso mismo para herirlo.
Era un fiasco para expresar lo que quería y necesitaba decir.
—Jared, lo siento... Yo, no quise.
—No digas más —Lo cortó él—. Soy solo un músico de poca monta que necesita terapia.
Jared salió de la habitación y se dirigió a la de invitados, abrió el closet y guardó toda la ropa que pudo en el bolso. Unos suéteres que había dejado allí hace algún tiempo, unos pocos libros y un par de cosas más.
—Jared —dijo Alejandro apenas entró a la habitación—. No lo hagas, perdóname.
—No vayas al concierto —dijo Jared sin prestar atención—. No te quiero allí.
—Jared, por favor.
Jared se detuvo un momento, volteó a verlo y con voz dolorida pero enojada dijo—: No te quiero allí.
Con eso, Jared terminó de recoger sus cosas, salió de la habitación y escuchó que dijo un “À plus tard, Mme Sophia” a su madre antes de que el fuerte golpe de la puerta al cerrarse anunciara su partida.
Lo había hechado a perder. No se suponía que las cosas terminaran así, pero había reaccionado por instinto.
«¿Cómo me atreví a reclamarle cuando está así por mi culpa?»
No.
Yo no tengo la culpa en esto, él debió decirme la verdad, de haberlo hecho lo habriamos hablado y encontrado una solución juntos. Es su culpa, no mía, no puede ser mi culpa.
Se repetía eso como un mantra nuevo.
“No puede ser mi culpa”
La respiración le fallaba al pensar en eso. Un sudor frío recorría su nuca, sus manos temblaban y sus piernas amenazaban con no soportar por más tiempo su cuerpo. Estaba asustado de lo que sentía, de lo que podría significar.
Se obligó a respirar, lento, pausadamente, inhala, exhala, mantén por tres segundos, bota dos.
No puede ser...
¿Qué era esto que sentía?
¿Miedo, desesperación o algo mucho más poderoso?
—Saldré a caminar —le dijo a su madre antes de coger su chaqueta del perchero y salir de casa.
El clima se había tornado frío y gris, nubes de tormenta se arremolinaban cerca y la brisa traía consigo el olor precedente a la lluvia.
«Es igual que ese día» pensó.
Que apropiado resultaba todo, alguna clase de justicia poética. Él había hechado a Jared en medio de una tormenta y después se había arrepentido, fue tras él bajo la lluvia, pero ¿Qué le diría? Al darse cuenta de que no tenía respuesta a eso, regresó. Aún así esperó con el teléfono en mano una llamada, de quién sea, pero que le dijeran que Jared estaba en casa.
Ahora él había salido nuevamente, bajo la lluvia, con el mismo cielo gris encapotado y el olor de los pinos mezclados con el petricor, la diferencia era que ahora no iba tras Jared, no debía, la misma incógnita flotaba en el aire. ¿Qué le diría?
Aún no tenía respuesta a eso, no tenía respuesta a muchas cosas se dió cuenta.
La lluvia no paraba en su torrencial caída, el frío caló hondo en sus huesos y posiblemente iba a contraer un resfriado después de esto, caminó un par de cuadras más, pasó junto al teatro municipal, vió a un par de parejas saliendo con paraguas del cine, divisó a la encargada del café sentada en la barra con un chocolate caliente entre sus manos y al pasar junto al instituto lo primero que pensó fue que con toda la lluvia y la neblina, el instituto parecía un lugar salido de alguna ilustración de algún libro.
Finalmente, en su camino de regreso, llegó a la encrucijada, ese lugar que separaba su calle con la de Jared, giró a la izquierda para terminar su recorrido y volver a casa. Su madre lo esperaba en la cocina con un chocolate caliente como cuando era un niño y se contentaron con el sonido de la lluvia y el particular color gris sucio del clima.
No se preocuparía más por lo que pasó con Jared o al menos, no todavía. Ya habría tiempo de eso en el futuro, pero por el momento dejaría a su mente divagar y disfrutar de la calma antes de que la verdadera tormenta llegase a la ciudad y arrasase con todo.
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El Diario De Las Mil Vidas
DiversosHe pasado mi vida entera escuchando: "Eres una gran persona y cualquiera sería afortunado de estar contigo". Pero si fuera así. ¿Por qué nadie se queda a mi lado? Entiendo que a veces los destinos son diferentes y que muy probablemente nos alejemos...