17. LA PRUEBA

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Nero y Liana salieron al exterior por la puerta noreste del hall del edificio principal y llegaron a uno de los caminos de adoquines rodeado por el extenso jardín exterior de las instalaciones. Al final de aquel camino se levantaba un gigantesco edificio cuya estructura estaba compuesta por grandes cristales triangulares de color azul que le daban su forma de cúpula. Se trataba de la zona de pruebas, donde los alumnos y los soldados realizaban los exámenes que les permitían subir de rango.

Aquella mañana era bastante calurosa a pesar de estar en la época de frío, con el cielo despejado y el Nácadis radiando en todo su esplendor sobre ellos. Algunos de los soldados habían aprovechado su mañana libre para tumbarse sobre la hierba a broncearse con los rayos del Ente de luz mientras leían un buen libro o practicar algo de deporte, tal y como solían hacer en la temporada de calor.

—¿Estás nervioso? —preguntó Liana mientras los dos cruzaban el camino.

—No —respondió Nero en tono sosegado—. ¿Por qué lo preguntas?

—Pues... —comenzó diciendo Liana, haciendo una breve pausa justo después—. Con todo lo que te ha pasado durante las últimas horas...

—Estoy bien —interrumpió Nero—. No te preocupes.

—Bien —respondió Liana, muy contenta al escuchar aquellas palabras.

Los dos jóvenes entraron al edificio atravesando una puerta automática de cristal. Una vez dentro, llegaron a una antesala donde la señorita Katheryn Helen esperaba a todos los alumnos que tenían la edad requerida para poder hacer la prueba. Cuando dieron las ocho en punto, todo estaba listo para empezar.

—Bienvenidos, chicos —comenzó diciendo la maestra Helen—. Como ya sabréis, entraréis a la sala de simulación en grupos de diez. Yo misma los he configurado así que ahora iré llamando a los miembros del primer grupo. Por favor, contestad cuando escuchéis vuestro nombre para saber que estáis presentes, ¿de acuerdo?

Los alumnos asintieron con la cabeza y la maestra cogió una tableta electrónica para leer los nombres que formarían el primer grupo. Era obligatorio que todos se presentaran a la prueba. Si alguno faltaba ese día, sería expedientado y podría ser expulsado de la Academia, incluso a pesar de tener un justificante médico o por la pérdida reciente de un familiar, pues como bien decían todos los maestros para inculcarles esta norma, durante la guerra, el enemigo nunca espera.

—¿Darmian Sánder?

—Presente —respondió Darmian.

—¿Doris Málbock?

—Aquí —respondió Doris a la vez que alzaba la mano.

—¿Grégory Nolan?

—Sí —respondió Greg, un alumno tan fornido que parecía que tenía diez años más que el resto.

—¿Jacqueline Lámbert?

—Presente, señorita —respondió Jackie, una joven de cabellos castaños que siempre parecía algo nerviosa y acelerada, cómo si se hubiera tomado siete u ocho tazas de café nada más levantarse.

—¿Liana Lingston?

—Sí —respondió Lía a la vez que daba un pequeño salto con los brazos extendidos para que la maestra la viera.

—¿Nero Ásler?

—Presente —respondió Nero, viendo como Darmian le enviaba una mirada desafiante al saber que irían juntos, pero que el chico prefirió ignorar.

—¿Rudy Bámford? —continuó diciendo la maestra.

—Aquí —respondió Rudy.

—¿Sultana Quirova?

EL CICLO DE ÉNDEL: La Leyenda de los ArcanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora