El cielo ya había oscurecido por completo debido a las nubes negras de las que ahora caía una lluvia mucho más densa. A pesar de ello, las calles de la ciudad estaban infestadas de gente, provocando aparatosos atascos entre los vehículos. El lujoso coche del director al fin se detuvo delante del gran portal que daba acceso al edificio principal de la Academia Militar después de un largo y lento trayecto desde el Campo de los Caídos.
Nero echó la mano al tirador de la puerta, ansioso por preparar su viaje y partir hacia Éisber con Liana lo antes posible.
—Esperad —le interrumpió Arolfo, deteniéndolo antes de que pudiera abrir la puerta—. Hay algo que me gustaría deciros. —Los dos se quedaron mirándolo en silencio—. Me alegra ver como los alumnos de mi academia son capaces de forjar una amistad tan grande como la que hay entre vosotros dos. —Los dos jóvenes se miraron, muy orgullosos de lo unidos que estaban—. Ahora id a quitaros esas ropas mojadas y daros una buena ducha de agua caliente. No querréis acatarraros para perderos el último día de clase, ¿no? —preguntó con una pequeña sonrisa en la boca.
Los dos asintieron y Nero tiró de la manilla, abriendo la compuerta para salir a la lluvia. Sin tiempo que perder, corrieron hasta llegar al edificio principal para mojarse lo menos posible y en cuanto estuvieron a cubierto intentaron, sin éxito, secar sus ropas mojadas con las manos.
—Nero, mira —dijo Liana al ver como las pantallas habían congregado a una gran cantidad de alumnos en medio del hall.
Los dos se acercaron a ellos para indagar el motivo que tanto les llamaba la atención.
—¿Es que sucede algo, chicos? —preguntó Nero al alcanzarlos.
—¿No os habéis enterado? —preguntó uno de los alumnos vestido con un uniforme rojo sin apartar la vista de las pantallas—. Han atacado Bradia durante este mediodía.
—¿Atacado? —preguntó Liana con sorpresa. La preocupación inundó su corazón al temer que el viaje pudiera ser mucho más peligroso de lo que en un principio ya le parecía—. ¿Quién podría hacer algo así?
—Según los testigos, todo ha sido causado por un solo hombre. ¿No es ridículo?
—¿Un solo hombre? —preguntó Nero con asombro.
Su compañero asintió.
Nero y Lía miraban hacia la pantalla. Las imágenes mostraban una ciudad destrozada y a su gente herida llorando en las calles, desolada después de haber perdido sus hogares.
«Parece que los ha azotado un huracán» pensaron los dos.
—¿Quien...? —preguntó Lía con desconsuelo—. ¿Quién es capaz de algo así?
—Nadie pudo reconocerlo. Se ocultaba tras una túnica.
«¿Una túnica? ¡El anciano! ¿Será todo esto cosa de él? Pero... ¿Cómo? Nadie tiene tanto poder. Ni siquiera mi padre. ¿Quién es ese hombre? ¿Y que es lo que quiere de mí?»
—Se sospecha que se trata de otro ataque de los rebeldes de Éisber —volvió a hablar el alumno avanzado, ahora girándose hacia ellos.
Nero no dijo nada, en su mente solo había cabida para aquel extraño desconocido.
—¿Un ataque de los rebeldes? —preguntó Lía sin dejar de mirar las imágenes del noticiario—. Ellos solo defienden su territorio. ¿Por qué iban a hacer algo así, llevándose por delante a tanta gente inocente?
—No lo sé, seguramente sea por venganza. Venganza por la Gran Guerra. La gente ya habla de que otra está a punto de estallar. Por eso han cerrado las líneas ferroviarias.
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EL CICLO DE ÉNDEL: La Leyenda de los Arcanos
Ficción GeneralAmistad, rivalidad, traición, guerra, amor... El Ciclo de Éndel: La Leyenda de los Arcanos es la primera parte de la historia sobre un mundo que lleva varios años en mi mente y al que intento dar vida cada día escribiendo unas cuantas líneas. Se tra...