EL CICLO DE ÉNDEL: La Leyenda de los Arcanos

13. EL EXPERIMENTO

Nero volvió a abrir los ojos cuando la luz desapareció. Lo primero que pudo ver fue que estaba flotando en medio de una extraña sustancia líquida. El chico no tardó en asustarse al pensar que se estaba ahogando, pero se calmó al sentir que no le faltaba el aire. A pesar de que podía ver a través de ella, el agua tenía un extraño color negruzco con tonos rojos, azules y violetas. Ante él se levantaba una pantalla de cristal, lo que le hizo entender que estaba en el interior de una cápsula. Enrabietado, intentó acercarse para romperla y poder salir, sin embargo, todo era inútil, su cuerpo todavía no le respondía.

«¿Pero que me está pasando?» se preguntó impotente ante la situación, lo que le recordó al extraño sueño que había tenido durante su desmayo de la noche anterior «¿Estará ocurriéndome lo mismo otra vez?»

Nero trató de calmarse para recopilar toda la información sobre lo que había fuera de aquella cápsula. Al otro lado del grueso cristal podía ver una extraña sala que no lograba identificar, pues no se le parecía a ninguna de las estancias de la Academia. El suelo era de un impoluto blanco resplandeciente y el techo estaba formado con placas de metal de las que colgaban las luces que iluminaban la sala. Casi todas las paredes estaban cubiertas por pantallas en las que se podía apreciar una inmensa cantidad de números y letras que Nero no lograba entender o por algunos aparatos para los que no tenía la suficiente capacidad de comprensión. A un lado de la sala, un largo escritorio blanco estaba completamente desordenado, lleno de papeles y anotaciones, mientras qué, frente a la cápsula, una puerta de metal con las palabras "sala 02" grabadas en rojo parecía estar cerrada a cal y canto.

«¿Dónde se supone que estoy ahora? Esto parece una especie de laboratorio, como los de las películas de ciencia ficción.» El chico intentó fijarse en cada rincón de la habitación, pero el cuerpo seguía sin responderle, haciendo que su vista fuese de un lado para otro sin tener ningún control solo ella. Fue entonces cuando por un instante vio unas palabras escritas en el lateral de la cápsula de cristal. «Sistema de Inteligencia Maternal Artificial» se decía mientras las leía, intentando deducir su localización.

Pasaron unos desesperantes minutos en los que no dejó de teorizar. La intriga se estaba apoderando de él cada vez más hasta que escuchó como las puertas de la sala se abrían de par en par, deslizándose hacia un lado sobre el suelo, para dejar pasar a un anciano con gafas que llevaba puesta una larga bata blanca con un pequeño bolsillo sobre el pecho izquierdo y del que colgaba una tarjeta identificación. Viendo su decaído aspecto, muy flaco, con la piel llena de arrugas, cabello blanco y escaso y, sobre todo sus lentos andares y su espalda arqueada, tan encorvada hacia delante que parecía que podía caerse en cualquier momento. A Nero le pareció que tendría más de cien años.

El científico se adentraba en la sala cargado con una carpeta llena de papeles y no dudo en pegarle un pequeño sorbo a la taza blanca que traía en la otra mano a la vez que caminaba muy lentamente.

—¡Ag! ¡Siempre igual! —exclamó el científico—. Esa maldita máquina hace un café que sabe a rayos —continuó diciendo mientras llegaba a la mesa para sentarse delante de las pantallas.

Nero podía escucharlo perfectamente, como si estuviera justo a su lado. Sin pensarlo dos veces, empezó a gritar intentado pedir ayuda.

«¡Eh! ¡Usted! ¡Sáqueme de aquí!»

Sin embargo, sus palabras parecían perderse entre las aguas de la cápsula. El anciano no reaccionaba, seguía inmóvil frente las pantallas, comprobando todos los números que había en ellas.

—Bueno, parece ser que su cuerpo ya ha absorbido toda la energía —dijo mientras le daba otro sorbo a la taza de café, formando en su cara una expresión de desaprobación ante aquel amargo sabor—. SIMA, muéstrame las constantes vitales — continuó diciendo mientras dejaba la taza de café sobre la mesa.