14. LA MANADA

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La oscuridad de la noche provocaba que Sámur no pudiera ver nada desde uno de los elevados salientes de las colinas de Monte Colmillo. Lo único que lograba distinguir a lo lejos eran las luces de Narsova, que se encontraba a muchos kilómetros de allí. Los de su especie, quienes se habían proclamado a sí mismos como los guardianes del bosque, habitaban en los árboles que nacían a los pies de la montaña, dando forma al frondoso Bosque Esmeralda, el mismo que en la antigüedad había ocupado toda la región de Kázjar.

El sáuber miraba con rencor hacia las luces de la ciudad levantada por los hombres sin dejar de vigilar que, bajo sus pies, todo permaneciera tranquilo y en silencio, deseando que los suyos descansaran en paz. A pesar de no poder ver en la oscuridad, Sámur confiaba en sus agudos oídos, algo característico de los de su especie, para detectar a algún depredador.

—Así que aquí es donde estabas —dijo Kandro después de subir al saliente y situarse a su lado.

—Sí —respondió Sámur sin mirarlo—. Te estaba esperando.

—¿Vuelves a controlarme?

—Solo me aseguro de que no llegues tarde a tus obligaciones —Sámur continuaba observando las luces de la ciudad cuando Kandro alzó su cola para ofrecerle la manzana que sujetaba con ella—. No, gracias.

—Mejor para mí —Kandro se llevó el fruto a la boca y lo trituro en un segundo con sus afilados colmillos—. Estoy hambriento. —Sámur lo miró y no pudo evitar sonreír.

—¿Has vuelto a hablar con Sabana? —preguntó Sámur.

—No —respondió Kandro—. Todavía está enfadada. A mí hermana no le gusta la idea de que volvamos a atacar la ciudad.

—Lo sé —respondió Sámur—. No le gusta que el alfa Kron nos ponga en peligro. Y mucho menos que tú lo apoyes.

—Es lo que ha decidido el consejo.

—Los miembros de la asamblea no irán a plantar cara, Kandro.

—Pero tú si irás. Y eres de los pocos que se han opuesto.

—Y con razón. La última vez que atacamos la ciudad no nos fue nada bien. Perdimos a muchos de nuestros hermanos y nosotros dos casi no lo contamos. No puedo quedarme aquí mientras tú te pones en peligro otra vez.

—Hace mucho tiempo de eso. Ahora soy mucho más grande. Y también mucho más fuerte. Estaré bien, Sámur.

—Sabana sigue diciendo que no estás preparado.

—¿Y que piensas tú? —Sámur guardó silencio durante unos segundos—. ¿Acaso no me has enseñado bien?

—Pienso que el alfa Kron y el consejo se precipitan. Son las fiestas. Habrá mucha más vigilancia que la otra vez. No sé qué plan se le habrá ocurrido, pero pasará lo mismo. Desde que los hombres tienen esas nuevas armas son demasiado poderosos para nosotros.

—¡Somos sáuberes! —exclamó Kandro, alzando la voz, lo que hizo que algunos pájaros salieran volando de entre las ramas—. No podemos dejar que hagan con este mundo lo que quieran.

—Calma, Kandro —Sámur se giró hacia él—. No dejaremos que lo hagan.

—¡Pues ya lo están haciendo! Y como sigan así van a acabar con él.

—Lo sé, pero debemos ser cautos —Sámur le puso una mano sobre el hombro.

Kandro asintió con la cabeza y los dos se separaron, dándose la espalda para vigilar el bosque, asegurándose de que todo siguiera tranquilo bajo ellos.

Sámur alzó la cabeza hacia el cielo y examinó su extraño aspecto.

—¿No notas el cielo muy raro está noche? —observó Kandro al no ver ni una estrella.

EL CICLO DE ÉNDEL: La Leyenda de los ArcanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora