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(Advertencia, contenido+18)

—Necesito besarte ahora... —murmuró la escritora con la voz ronca.

—No te detengas... —Nayeon se humedeció los labios con la lengua y aquel gesto estuvo a punto de hacerla estallar.

Cuando ya no pudo soportar más la tensión ni un segundo más, la besó.

Jeongyeon le abrió los labios con el embiste de su lengua y se hundió en la calidez de su boca. La saboreó, dejándose llevar por la respuesta deseosa de ella. Entregaba lo mismo que recibía y el modo en que respondía a sus besos la dejó sin respiración.

—Regálame tus días malos... esos en los que no quieres saber de nadie, en los que quisieras escapar. Regálame esos días en los que todo te molesta, en los que te sientes sola —susurró Nayeon con dulzura logrando que Jeongyeon la abrazara más fuerte, hasta levantarle los pies del suelo. Su cuerpo pequeño y compacto se amoldaba a la perfección al suyo—. Regálame tus días malos, para demostrarte mi amor...

Sus lenguas danzaron juntas, deslizándose y acariciándose. Las manos de la escritora le recorrieron la espalda de arriba abajo, siguiendo la línea de sus curvas. Jeongyeon deslizó las manos bajo su camisa, necesitaba sentirla y la mayor suspiró al sentir los dedos de la contraria recorrer toda su espina dorsal.

—Aún estamos a tiempo de parar... —murmuró Jeongyeon mirándola intensamente—. Si no me frenas ahora, yo...

—No quiero parar, quiero continuar hasta el final —esas palabras bastaron para que la contraria introdujera sus manos por la cinturilla de los pantalones y las deslizara por su trasero.

Las caricias de Jeongyeon eran distintas a cualquier cosa que hubiera experimentado con anterioridad. Cuando la escritora apartó la boca de la suya, Nayeon quiso gemir de decepción, pero ella al instante inclinó su cabeza para besarla en el cuello. Colocó sus labios sobre el pulso de sus latidos y sintió como se le aceleraba el corazón en respuesta al contacto de su lengua sobre su sensibilizada piel.

Nayeon la agarró de los hombros, hundiendo los dedos en la suave tela de su camiseta y se echó hacia atrás suplicando que siguiera.

Jeongyeon por su parte, tomó su camisón y lo sacó por encima de la cabeza para encontrarse con sus pechos desnudos. Había olvidado por completo que la mayor venía saliendo de la ducha, con el cabello mojado y las mejillas ahora sonrosadas.

—Olvidé pedirte ropa interior prestada...

Nayeon tenía los pezones duros y erectos. Se estremeció, pero no de frío. Era la mirada de la escritora cautiva de sus senos lo que provocaba aquel escalofrío que le recorrió el cuerpo.

—Son tan lindos.

—Jeongyeon... —susurró mirándola a los ojos con un suspiro que le salió del alma—. Quiero hacerte el amor, quiero demostrarte que el amor existe y que yo no soy igual a la persona que te lastimó.

—Sé que tú eres diferente, por eso quiero intentarlo contigo.

—No te arrepentirás, voy a entregarte todo de mí —murmuró alzando la camisa de la escritora la cual quitó rápidamente tirándola a un costado de la cama. Nayeon sintió la tela del sujetador de Jeongyeon rozar con sus pezones sensibles y gimió contra sus labios—. Realmente me tienes mal.

—Lo sé... —afirmó la escritora con aires de superioridad—. Tú también a mí, mucho, demasiado.

—Voy a quitarte esto —dijo Nayeon llevando sus manos hasta el broche del sujetador, el cual abrió mientras sus labios se volvían a encontrar. Besarla era la sensación más sublime de todas—. Eres preciosa.

—No lo soy...

—Lo eres y tengo un cuaderno lleno de versos que lo explica —susurró Nayeon desviando los besos hasta su cuello, sintiendo como las manos de la escritora acariciaban su espalda desnuda y se enredaban en las hebras de su cabello—. Te recordaré todos los días lo hermosa que eres, para que nunca lo olvides.

—Tú también eres hermosa —dijo la menor con algo de timidez, pues no estaba acostumbrada a elogiar a nadie desde hace mucho tiempo—. Te lo diré más a menudo.

—Soy la mujer más feliz del mundo, mi escritora favorita acaba de darme un cumplido, ¿no es genial? —Nayeon se acercó lo suficiente para conectar sus labios y la menor como respuesta la tomó del rostro para profundizar el beso—. Me gustas tanto —susurró esta vez al oído de Jeongyeon dejando un leve beso en el para luego morder su lóbulo suavemente.

Esa acción hizo que la menor emitiera un gemido surgido desde lo más profundo de su garganta, la tomó en brazos y la llevó hasta la cama. Ahí se sentó con ella sobre su regazo. 

Nayeon se movió ligeramente, sintiendo su cuerpo duro y tenso debajo suyo y deseando poder sentirla y saborearla. Jeongyeon la tumbó delicadamente sobre la cama para luego inclinarse sobre ella y besarle el primer pezón.

—Ohh... —Nayeon se arqueó hacia ella, a punto de saltar de la cama. Cada caricia se sentía como fuego en la piel que quemaba cada lugar al que llegaba.

Los besos de Jeongyeon descendieron poco a poco hasta llegar al borde de los jeans de la mayor. Esa prenda pronto desapareció.

—Tengo que admitir que eres muy sexy, señorita Im.

Nayeon se incorporó tomando a la escritora del cuello para besarla profundamente, al mismo tiempo que se daba a la tarea de quitarle los pantalones a Jeongyeon. Bastaron solo un par de segundos para que ambas quedaran totalmente desnudas frente a la otra.

—Conocerte fue como escuchar una canción por primera vez y saber que sería mi favorita —susurró Nayeon con dulzura mientras admiraba el cuerpo desnudo de la escritora—. Eres...

—Amo el romanticismo, pero en este momento es lo último en lo que pienso. Estoy deseosa por hacerte mía —interrumpió Jeongyeon con la voz ronca y la mirada oscurecida—. ¿Puedo... puedo hacerte mía ahora?

—No te reprimas, yo también estoy deseosa de ti, te necesito... —dijo Nayeon.

Jeongyeon llevó dos de sus dedos hasta su boca para lubricarlos con su saliva y los introdujo en su centro lentamente, viendo con una sonrisa pícara como el rostro de Nayeon se distorsionaba de placer.

Empezó a embestirla con calma, dejando que el cuerpo de la mayor se acostumbrara antes de añadir un tercer dedo y aumentar la velocidad.
Sus ojos no dejaron de mirarse en ningún momento.

Sus dedos se movían dentro y fuera cada vez más rápido, golpeando ese punto que hacía que su cuerpo aumentara de temperatura.

—Más... más fuerte —pidió Nayeon con la voz entrecortada.

Jeongyeon iba a hacer que se corriera en cualquier momento, especialmente cuando vio que la escritora se agachó y llevó su boca hasta su sensible clítoris en donde pasó su lengua lentamente. La mayor apretó las sábanas de la cama con sus manos y dejó que sus gemidos invadieron el espacio sin pudor. De verdad estaba agradecida de que se encontraran solas en la cabaña de un bosque sin nadie cerca que pudiera escucharlas a su alrededor.

—¿Lo estás disfrutando? Dime que lo disfrutas...

—Estoy... estoy cerca... —murmuró con dificultad —. Oh, joder... —gritó sin poder contenerlo mientras llegaba a su tan anhelado orgasmo. Jeongyeon no dejó de embestirla hasta que Nayeon se corrió en su mano y boca.

—Sabes muy bien... —la escritora sacó sus dedos del interior, provocando que gimiera de nuevo por lo sensible que estaba—. Nayeon... gracias por llegar un día cualquiera a mi vida y cambiar mi mundo para siempre. Este es el mejor regalo de cumpleaños para mí.

Nayeon como respuesta tomó la cintura de la escritora y la hizo intercambiar sus posiciones dejándola ahora recostada sobre la cama.

—Esto recién está comenzando...

"En qué abrazo nos volvimos inseparables? ¿En qué beso nos volvimos inolvidables?"

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Koi no yokan (恋の予感) • 2yeon • Donde viven las historias. Descúbrelo ahora