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Al mediodía de la mañana siguiente Jeongyeon se dispuso por fin a salir de su habitación. No había tenido el valor de hacerlo antes, pero no podía esconderse toda la vida, por primera vez tenía que afrontar sus problemas sin huir de ellos.

Lo primero que hizo fue buscar a Nayeon, pero no parecía estar ahí, ni ella ni sus pertenencias se encontraban dentro de la cabaña y eso fue algo que la hizo pensar lo peor.

—Se ha ido...

Jeongyeon encontró la ropa cómoda que Nayeon le había tomado prestada de su alcoba, estaba perfectamente limpia y doblada sobre aquel sofá en donde se estaba quedando a dormir.

Sin pensarlo, salió corriendo en su búsqueda. No podía estar tan lejos, no podía irse a pie, estaban a kilómetros de distancia de la ciudad, hacer eso era prácticamente imposible.  Tenía que encontrarla antes de que llegara la noche.

No me perdonaré si algo te pasa...

Recorrió el bosque alrededor de casi dos horas sin éxito, pues no había rastro de Nayeon. Totalmente devastada caminó sin rumbo hacia lugares que no había explorado antes, corriendo el riesgo de perderse en el intento.

Para su suerte luego de avanzar un poco más se encontró con pequeñas flores regadas sobre el camino. Suponía que las había dejado Nayeon como referencia para no perderse. 

Un melodioso canto la hizo alertar sus sentidos. Era la voz de Nayeon, estaba cantando una canción cuyo nombre desconocía, pero que a voz de la mayor sonaba como a una octava maravilla.

Depend on you, on you...
neoreul tteoollimyeo sumeul swigon hae..
Believe you, -lieve you..
nareul bulleojudeon nunbit gieokae
I'm trying, trying...

—¿Nayeon? —la llamó Jeongyeon—. Pensé que te habías ido, no te encontraba por ninguna parte.

—¿Me buscaste? —preguntó la contraria con impresión en su voz—. No pensaba irme, solo salí a explorar, sé perfectamente que es imposible salir de aquí a pie.

—Seguí tu rastro de flores y me trajo aquí... —murmuró la escritora observando el lugar a su alrededor. Habían árboles un poco más altos y algo que parecía ser un pequeño riachuelo de agua—. No había venido antes aquí, es lindo.

Nayeon no respondió, tan solo asintió con la cabeza dando así una afirmación. Al parecer no tenía ganas de hablar con ella, pues no hizo más que permanecer en silencio con los ojos directamente sobre aquel riachuelo.

—¿Estás molesta? —preguntó Jeongyeon con cierta timidez.

—¿Por qué debería estarlo?

—Tú sabes por qué... —la escritora agachó la mirada sintiéndose apenada.

—Ahora me tuteas... —susurró Nayeon tan bajo que solo ella pudo escucharlo. Luego tomó su bolígrafo y escribió algo en su cuaderno.

La mayor se veía tan concentrada en sus notas, como si no existiera nada más a su alrededor, en todo ese rato, Jeongyeon la observó en silencio.

—¿Compartirías uno de tus escritos conmigo? —preguntó con cautela. Nayeon pareció meditarlo un poco antes de acceder y entregarle su cuaderno de notas, justo en la página que acababa de escribir.

"Me gustaría regalarte el cielo y las estrellas, tatuar tu sonrisa en todas las galaxias o incluso dedicarte mi vida entera. Me gustaría darte todo, pero por ahora lo único que quiero de ti es tu compañía. Por ahora me conformo con el sonido de tu risa. No deseo atraparte en el tiempo, pero quiero que seas eternidad en cada uno de mis latidos."

Aunque Jeongyeon lo leyó en silencio, Nayeon no pudo evitar sonrojarse. Rápidamente le arrebató el cuaderno de las manos al darse cuenta de que había terminado de leerlo.

—Será mejor que nos vayamos, es peligroso estar lejos de la cabaña, nos puede caer la noche —avisó la mayor echándose a caminar siguiendo el camino de las flores. 

Jeongyeon tardó un par de segundos en reaccionar, aún estaba procesando lo antes leído. Una parte muy en el fondo de ella deseaba que lo que Nayeon escribió fuese para ella.

—Espera... —gritó la menor, logrando que Nayeon detuviera sus pasos—. Te debo una disculpa por lo que pasó ayer. Estuve reflexionando sobre eso y llegué a la conclusión de que fui muy grosera contigo y no lo mereces, tú no tienes la culpa de lo que me pasó. No quiero que me odies...

—¿Cómo podría odiarte? Si te miro como si fueras el planeta más brillante de toda la galaxia —murmuró Nayeon con dulzura y Jeongyeon sonrió levemente al escucharla—. Tu sonrisa es tan radiante que con solo verla ilumina mi noche más oscura.

—Im Nayeon...

—¿Sí?

—¿Tú qué haces cuando te gusta alguien? —preguntó la escritora.

—¿Yo? —pareció pensarlo un par de segundos—. El ridículo... ¿y tú?

—Creo que nunca me he enamorado de verdad —confesó Jeongyeon—. Una vez creí estar enamorada de alguien que solo jugó conmigo. Su nombre es Hirai Momo y solía ser una de mis fans.

—No tienes que hablar de eso si no quieres.

—Pero quiero hacerlo, necesito sacarlo, porque nunca pude hacerlo... —expresó Jeongyeon sintiendo un punzante dolor en su pecho—. Conocí a Momo en una conferencia de prensa, ella se acercó a mí, me escribió una carta en donde hablaba maravillas sobre mí. Nunca nadie me había dicho palabras tan lindas y por eso me hizo sentir especial. En aquella carta venía su número de teléfono y yo cometí el error de llamarle... después de eso la pasábamos mensajeando todo el tiempo, incluso salimos un par de veces y luego... cuando creí no poder estar más enamorada, ella solo desapareció sin dejar rastro.

—¿Cómo? Tal vez le pasó algo...

—Pensaba lo mismo, pero no fue así. Al poco tiempo de su ausencia me preocupé y contraté a alguien para que la buscara —murmuró Jeongyeon sintiendo los ojos cristalinos—. Para no hacerlo tan largo, ella no solo tenía novio, también estaba comprometida. Nunca signifiqué nada en su vida, quizás solo buscaba experimentar, divertirse, probar... y cuando se aburrió de mí, me dejó...

—Oh Jeongyeon....

—No te cuento esto para que me tengas lástima, yo solo quiero que me entiendas un poco. No es fácil para mí escuchar que alguien me diga palabras lindas de nuevo. Me es tan difícil volver a confiar, creer en el personas...

—Lo entiendo... no hay peor despedida que la que no tuvo explicación —musitó Nayeon sintiendo un nudo en su garganta.

—Ahora sí vámonos, se hace tarde —avisó Jeongyeon tomando la delantera del camino.

Nayeon la observó irse, con las manos dentro de los bolsillos. Escuchar su verdad la había dejado con un mal sabor de boca y con una profunda tristeza.

—Puedo arreglarte, sé que puedo —murmuró para sí misma—. Yo puedo ser tu cielo si quieres volar. Puedo esperarte, así demores una vida entera en llegar...

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Koi no yokan (恋の予感) • 2yeon • Donde viven las historias. Descúbrelo ahora