La perfección en nuestra vida es un asunto relativo. Para muchos, se trata de tener dinero, fama, belleza o comodidades, lo cual lo traducen en felicidad. Para otros, es mucho más que eso. ¿Pero cuál es su verdadero rostro?
El destino me llevó a mad...
"En los momentos de mayor turbulencia, cuando nuestras emociones amenazan con desbordarse y nuestros caminos se tornan inciertos, es cuando debemos recordar que tenemos dentro de nosotros la fuerza para enfrentar la adversidad. La vida puede arrojarnos desafíos inesperados, pero es en esos momentos de prueba que descubrimos nuestra verdadera fortaleza. A veces, debemos soltar lo que amamos para permitirnos crecer y sanar."
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Capítulo 18
Los accidentes, esos extraños e impredecibles giros del destino que a menudo se interponen entre la vida y la muerte, me han hecho cuestionar muchas cosas en mi vida. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar por algo que creemos que poseemos? ¿Vale la pena luchar por un amor que se tambalea sobre un precipicio? Cuando alguien que amas pende de un hilo, es entonces cuando te das cuenta de la fragilidad de todo lo que has dado por sentado.
Las emociones tumultuosas de los celos, los engaños y las infidelidades se desvanecen en segundo plano en ese momento. Y lo que queda es una pregunta dolorosa y necesaria: ¿debería seguir luchando por algo que parece estar destinado a desmoronarse? A menudo, uno no aprecia plenamente lo que tiene hasta que está al borde de perderlo, y en mi caso, ese borde era más afilado y peligroso que nunca.
El quirófano me aguardaba, y sabía que cada segundo contaba. La cirugía era la única respuesta que tenía para mí. Las lágrimas que había derramado en silencio, eran una mezcla de miedo, incertidumbre y amor. Mi corazón latía con una intensidad que no podía ignorar. Y a medida que me sumergía en el abismo oscuro de la anestesia, me preguntaba si mi decisión de luchar por este amor sobreviviría al amanecer de una nueva realidad...
Para cuando desperté y todo parecía confuso, un nuevo recuerdo me había alcanzado, al observar las paredes blancas de la habitación, el tintineo de las máquinas que me comentaban, el frío y la aspereza de la cama y sus sábanas, y aquel olor a medicamentos y esterilización, típico de un hospital, además del sabor amargo en el paladar y la resequedad de los labios. Por supuesto, la sensación que me abordó, fue la misma de esa vez que tuve el accidente, pero, ahora tenía una perspectiva más clara. No sabía si era algo bueno, pero había sobrevivido, otra vez.
El dolor de mi costado se hizo punzante, y todo mi cuerpo, en si mismo, parecía un acto en huelga, con cada movimiento que hacía. Como pude, llevé mis manos hacia uno de los controles automáticos de la cama, solo para hacer que esta se inclinara un poco y mediera mejor visión del pasillo. No sabía cuanto tiempo había pasado, pero vi entre las persianas y el ventanal, a mis padres discutir con Calev y Dilan, por la postura que tenían, parecía que mi hermano estaba de parte de Dilan.
A Calev le tomó un segundo darse cuenta que había despertado, y señaló con premura hacia mí, y en un abrir y cerrar de ojos, todos irrumpieron en la habitación como un pelotón.