Epílogo
Estábamos en el claro, era una plena tarde de primavera y habíamos pasado gran parte del día jugando con los niños. Amelia y Jace nos fueron a visitar aquel día más temprano para despedirse porque pronto deberían volver a la universidad y no los veríamos por un largo tiempo. Ethan y Rosie los adoran, al igual que adoran a su abuelo, a Tessa, Adam y Max; y a Elliot que, tras su viaje a Brighton, conoció a una chica muy especial a la cual invitó a pasar la última navidad con nosotros, ganándose el cariño de toda la familia. Eso era algo que a todos nos alegraba mucho, porque Elliot era feliz al fin y había encontrado su propio camino.
Matthew cuidaba de Rosie y Ethan mientras yo escribía en una de las tantas libretas donde iba narrando mis historias para poder publicar mi primera novela. Reposábamos sobre una manta y estábamos rodeados de florcitas amarillas y dientes de león.
A veces lo miraba con suma discreción solo para verlo jugar con nuestros hijos. Habían cumplido tres años. Me impresionaba lo rápido que transcurría el tiempo, sentía que no hacía mucho me perdí en aquel bosque hasta llegar a un río en el que encontré a un chico de ojos azules bañándose tan tranquilo, tan ajeno al resto, que me cautivó por completo desde ese mismo instante.
Una mariposa se posó sobre la manito de Ethan y él la observó con atención sonriendo.
—Mira, mami —susurró sin apartar la vista de la mariposa.
Matthew me sonrió acercándome a él. Apoyé mi espalda en su pecho y me dejé abrazar mientras los mirábamos.
—Atrápala —masculló Rosie con su adorable voz.
—No —negó él dejando que la mariposa volase otra vez—, ella es libre.
Rosie lo miró confundida y luego se alzó de hombros, antes de seguir jugando con los dientes de león, soplándolos hasta que se desvanecían en pequeñas motitas.
Matthew besó mi cuello con suavidad, haciéndome cerrar los ojos.
—No quiero que termine la primavera —le dije—, quiero que dure para siempre.
—Si fuera así, entonces ya no la valoraríamos tanto como lo hacemos. El ser humano aprecia más lo fugaz, porque eso lo hace más especial.
Volteé un poco para mirarlo a los ojos, me perdí en ese azul tan suyo, tan mío.
—¿Cómo los atardeceres?
Me sonrió con cariño.
Y me sentí tan feliz.
"Felicidad"; una palabra que creí un tiempo sería imposible hacerla parte de mi vida, pero me equivoqué. Felicidad era verlo a él todas las mañanas al despertar, o verlo jugar con nuestros hijos, o sentir el gran orgullo que nos llenaba por la maravillosa familia que habíamos construido.
—No lo sé —murmuró—, para mí hay atardeceres que duran toda una vida.
Besó mis labios con suavidad, rozándome con su barba de pocos días.
Yo reí por las cosquillas.
—Lo sé —apreté su mano—, ya lo sé.
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Eterno atardecer © (Ex Flawless love)
RomanceEx-Flawless Love. La historia de Elizabeth Claire Fickenscher y Matthew Clark. Obra registrada en SafeCreative. Código: 1503073414808. Todos los derechos reservados. No se permiten adaptaciones de ningún tipo. [Febrero 7, 2015]