Parte II

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Resiliencia 

Que yo era especial, eso decía él.

Que le gustaba ver mi sonrisa cuando despertaba a mi lado, y solía repetirlo cada mañana.

Que el café sabía mejor de mis labios, y probablemente por eso me llevaba un capuchino al atardecer.

Que mi mirada expresaba toda una historia, y a él le encantaba leerme.

Que el palpitar de mi corazón era lo único que podía calmarlo cuando el pasado revivía en sus recuerdos, y por eso a veces se dormía apoyando su cabeza en mi pecho mientras yo acariciaba su rostro.

Que mis carcajadas eran música para sus oídos, y por eso me hacía cosquillas cuando estaba triste.

Que mi perfume era una droga, y él se había declarado adicto.

Que mis besos eran el paraíso, y él no quería bajar del cielo.

Que mi cuello era la tentación de sus labios, y su debilidad muchas veces superaba su fuerza de voluntad.

Que un día no comenzaba bien si no me deseaba buenas mañanas, y eso solo lo hacía después de besarme con dulzura.

Que le encantaba escuchar de mi boca llamarlo novio, y sonreía cada vez que lo oía.

Que mi estado más puro era cuando tocaba el piano, y él se deleitaba viéndome con atención.

Que mi piel era el camino más perfecto que podían recorrer sus dedos, y él amaba los caminos largos.

Que a veces balbuceaba dormida y le pedía que no se fuera de mi lado.

Que yo sería la madre de sus hijos, porque él no era capaz de imaginar una vida con otra mujer.

Que mi felicidad era su felicidad, y que no podía verme sonreír sin sonreír él también.

Que mis manos en invierno siempre estaban heladas, y por eso entrelazábamos nuestros dedos para transmitirme su calidez.

Que yo era el regalo más perfecto que le habían obsequiado, y lo cuidaría con toda su vida.

Que cuando íbamos al claro y yo leía, él apoyaba su cabeza en mi regazo pero no dormía porque sentía que eso ya era un sueño.

Que cada momento conmigo era eterno, como nuestro amor.

Que si yo nunca hubiese aceptado el trabajo que me ofreció mi padre, nunca nos hubiésemos conocido, nunca nos hubiésemos enamorado, nunca nos hubiésemos lastimado, nunca nos hubiésemos caído en malas decisiones, él nunca hubiese enviado esa carta al ejército, nunca lo hubiesen llamado tres años después por la guerra, nunca se hubiese alejado de mí ni de nuestros futuros hijos.

Y probablemente ahora no me estaría aferrando a los recuerdos.

Pero lo hago y lo haré, eternamente.




Eterno atardecer  ©   (Ex Flawless love)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora