Capítulo 23

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Capítulo veintitrés

Vi el primer rayo de luz entrar en la habitación y supe que ya no podría seguir ahí, aunque todo mi ser me rogara permanecer entre sus brazos, continuar enrollando mis dedos en su cabello y besarlo, porque era la última noche que podría hacerlo.

La mañana se mostraba helada, o quizás solo era yo intentando buscar calor en su cuerpo de manera desesperada, consciente de que sería imposible porque la soledad y la angustia se reflejaban en mí con ese característico frío adormecedor que me entumecía los brazos y las piernas, e hiciese lo que hiciese por conseguir calor era absurdo en ese instante.

Cerré los ojos con fuerza, conté hasta diez, llené mis pulmones de aire y lo exhalé lento. Busqué refugio en algún rincón de mí misma, apartando mis manos de su cuerpo, sintiendo dolor por alejarme de él. Me puse una máscara invisible de frialdad y me repetí que haría lo necesario para protegerlo. Eso era todo lo que quería, protegerlo, mantenerlo a salvo, porque él no merecía la venganza de Owen.

Me incorporé y vestí con lo primero que encontré, rogando internamente no despertarlo, ejerciendo movimientos sigilosos para evitar el ruido. Busqué mi maleta y comencé a llenarla de ropa y pertenencias, apartando el dolor emocional que implicaba ser consciente de lo que hacía

—Hey... —murmuró con voz ronca. Me volteé de inmediato hacia la cama y vi esa ligera sonrisa de todas las mañanas, hasta que se percató de que me había levantado antes que él y notó las maletas que yacían a los pies de la cama—. ¿Qué haces?

Respiré hondo y desvié la mirada, conservando una actitud indiferente.

«Aleja tus sentimientos, Elizabeth. Haz lo necesario para apartarlo de tu vida. Si en serio lo quieres, no dejes que lo lastimen. No dejes que Owen se vengue de ti con él. No dejes que se acerque de nuevo. Vete.»

—Me voy.

—¿A dónde? —frunció el ceño y se sentó correctamente.

—A mi casa.

—Pero esta es tu casa...

—No. Hablo de mi verdadera casa, no... esta —bufé con actitud despectiva.

—¿Estás bien?

—Sí, perfectamente —murmuré recogiendo mi ropa del suelo.

—No es cierto. ¿Qué pasa?

Le di la espalda y terminé de llenar una maleta, ignorándolo por completo. Sentí su presencia a mi espalda y como acariciaba mi hombro. Me aparté de inmediato. Sabía que si sentía siquiera una caricia suya caería por completo y mi máscara se derrumbaría.

«Eres hielo, Elizabeth.»

—No me toques. —Lo vi de reojo. Había vestido su pantalón de pijama y fruncido el ceño. Estaba molesto o confundido. Tal vez ambos.

—Eli... ¿Te he hecho daño anoche? —preguntó en voz baja.

—No me has hecho nada.

—Entonces, ¿por qué estás actuando así? No entiendo.

—No, por supuesto que no, nunca entiendes nada.

—¿Podrías explicarme?

Volví a darle la espalda, cerré los ojos con fuerza y ahogué cualquier tipo de sentimiento.

«Si no consigues que te odie, nunca te dejará marchar». «Lo haces para protegerlo».

—Me voy de aquí, ya tuve suficiente de todo esto. No lo soporto, ni siquiera sé cómo logré aguantar tanto tiempo. Detesto este estilo de vida.

Eterno atardecer  ©   (Ex Flawless love)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora