Capítulo 20

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Capítulo veinte

El tiempo seguía pasando y ya para esas alturas había conseguido al fin buenas noticias. Los abogados de Antonella lograron descubrir información valiosa, Paul Reynard era uno de los funcionarios de Owen, fue él quien estuvo a cargo de defender en el juicio al sujeto que irrumpió en mi laboratorio. Por lo tanto, encajar las pistas no fue difícil, era más que evidente que la elevada transacción de dinero que realizó Owen ese día al señor Reynard fue para defender al intruso y limpiar sus errores. Sin embargo, los abogados de Antonella creían que todavía faltaba algo más, un hecho infalible capaz de hacer que Owen al fin fuese detenido por todos los fraudes cometidos que solía limpiar con dinero. Por lo mismo seguía buscando algo más que pudiese ayudarnos a ganar la futura demanda que pretendíamos hacer para que lo encerraran tras las rejas, sin siquiera tener la posibilidad de liberarse de eso de la única forma que él sabía: sobornando a quien fuese necesario.

Estábamos en marzo, el frío iba apaciguando su reinado y las temperaturas comenzaban a elevarse dando la bienvenida a la primavera. Junto a Matthew nos gustaba apreciar la belleza de la naturaleza desde el claro. Todo el césped estaba cubierto con pequeñas florcitas amarillas y se lograba ver de vez en cuando algunas mariposas revoloteando por el lugar, dando un paisaje hermoso digno de admirar.

Ambos descansábamos recostados sobre una manta. El aire era cálido y el sol se lucía en un cielo despejado de cualquier rastro de nubes. Había llevado un libro conmigo esa vez, pero decidí que ver a Matt era un mejor panorama.

—Tenías razón, el claro en primavera es mil veces mejor.

—Sí —murmuró a mi lado—, es un lugar tranquilo para mantener una mente tranquila. —Besó fugazmente mi frente y volvió a jugar con un diente de león—. Cuando era pequeño me gustaba jugar con estas flores —añadió divertido, y luego la sopló y se deshizo en pequeñas motitas que volaron con el viento hasta perderse.

—¿Qué más hacías de pequeño? —cuestioné alzando un poco la mirada.

—Pues... era un poco travieso —esbozó una media sonrisa—. Lo sigo siendo, de hecho —susurró con voz ronca, haciéndome ruborizar.

—No me digas... —respondí nerviosa—. ¿Qué más?

Matthew tomó una postura más erguida antes de dejar el tallo de la flor a un lado.

—Antes de venirnos a Cleveland vivíamos en Charleston, en Carolina del Sur. Siempre íbamos a la playa, era un lugar... demasiado perfecto. Tiene muchos recuerdos.

—¿Quiénes iban?

—Mi familia y yo, antes de que Amelia naciera. Mi madre siempre tuvo una fascinación por el mar, le gustaba ir a la playa y sentarse por horas en la arena, decía que le recordaba a su infancia —Comenzó a jugar con otro diente de león—. Mamá no era de Estados Unidos, era de Inglaterra, vino desde Brighton hasta Charleston y ahí conoció a mi padre. Y por eso siempre sintió esa conexión especial con el mar. A nosotros nos gustaba ir a la playa, Tessa hacía castillos de arena y Elliot y yo le ayudábamos.

—¿Por qué vinieron a Cleveland?

—La familia de mi padre vive aquí en Tennessee. Nos mudamos cuando nació Amelia. Luego supimos de la enfermedad de mi madre y mi padre debió conseguir otro trabajo donde le pagaran mejor. —Se alzó de hombros—. Tu padre era muy generoso con la paga, nos ayudó bastante a salir adelante a pesar de las circunstancias.

—Él siempre se sintió agradecido del señor Clark. Decía que era su mejor trabajador, que sin toda la ayuda administrativa que él le brindó no habría sido capaz de mantener en pie la marca del whisky Stoic. Era mucho trabajo dirigir las cosechas y gestionar su cadena de laboratorios. —Suspiré recordando a mi padre y el hecho de que siempre estaba trabajando, corriendo de un lado a otro, hablando horas y horas por teléfono o en reuniones. Siempre admiré su capacidad de cumplir sus objetivos, aunque a veces me pregunto cómo habría sido mi vida si él le hubiese dedicado más tiempo a su familia en vez de a sus negocios.

Eterno atardecer  ©   (Ex Flawless love)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora