Capítulo 10: "Heaven knows I'm miserable now"

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—Bueno los resultados de la analítica siguen igual, habrá que hacer más pruebas pero por el momento no ha empeorado demasiado.—dijo el médico.

—Gracias doctor.—respondió mi madre dándole la mano.

Los médicos salieron de la habitación de la habitación cerrando la puerta tras ellos.

—¿Escuchaste eso? Vas muy bien, cuando te den el corazón nuevo iremos a hacer todas las excursiones que dijimos y te enseñaré mi universidad.—dijo Gemma.

Tenía ganas de salir del hospital ya, los médicos dijeron que voy bien de momento pero yo no me siento bien. Cada día es como si me pusieran una piedra más sobre mi espalda y me costara poco a poco más levantarme de la cama. No tenía ganas. Todo cansaba, era un bucle repetitivo que deseaba terminar pero no podía.
Pero si había algo que me hacía querer levantarme por mucho que mi espalda dolorida no pudiera soportar, más bien dicho alguien…

—Eooo, ¿Harry?—preguntó graciosa Gemma al no recibir una respuesta.

—Si, si perdón.—contesté rapidamente al darme cuenta de que estaba demasiado ensimismado en mis pensamientos

Gemma bajó su vista hacia mi mano y me acarició.

—¿En que piensas?

—¿Yo? Nada, nada.—tartamudeé.

Gemma se rió.

—Oh espera…Ya sé.—dijo riéndose.

—¿Qué? ¿Qué sabes? ¡Solo somos amigos!

—¿Amigos?—preguntó confusa.—¿Con quién?

Dios santo que hago yo ahora.

—Louis.—respondí en bajo.—Louis es mi amigo.

Mi madre volvió a entrar de nuevo a la habitación después de llevar a los médicos hasta la salida.

—¿De que hablabais?—preguntó mamá mirándonos a los dos.

—No era nada.—dije casi al instante.

—Harry hizo un amigo, se llama Louis.

Claro, obviamente Gemma tenia que decirlo…

—Estás muy rojo, ¿tienes calor hijo?

Que bien, ahora estoy como un tomate, ¿que me pasa?

—Estoy bien.

—Bien, voy a bajar a la cafetería y de paso te acompaño a la consulta de la psicóloga.

Asentí con mi cabeza y me puse los zapatos camino hacia la puerta hasta que mi madre me interrumpió diciendome que me peinarw un poco. Odio tener el pelo asi, demasiado alborotado y dificil de manejar.

Gemma se despidió de nosotros y fuimos a la cafetería como dijo mamá antes.

—¿Quieres algo?—dijo señalando las magdalenas con pepitas de chocolate que había en el mostrador.

—No, estoy bien.—respondí seco con mi botella de agua medio llena en mi mano izquierda.

Ella se cogió un café y mientras subiamos en el ascensor hasta la planta de psicólogos me habló de como me echaban de menos los profesores de mi colegio, me pareció muy extraño porque casi nunca me apreciaban, más bien al contrario, si hacía algo mal me regañaban en vez de enseñarme a no volver a cometer ese error. Estúpido todo.

Bueno finalmente el ascensor se para en la planta 4 y salimos en dirección al pasillo de la derecha. Había menos gente de lo habitual porque era sábado. La semana anterior siguieron haciendo reformat en el hospital, pintaron las paredes de color verde pastel y en las habitaciones de niños hacían dibujos para intentar distraerles y que no pareriera todo tan malo por mucho que lo fuera.

182 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora