20 de noviembre de 1942

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Querida Kitty:

Estoy muy triste, extraño mi hogar y mi vida de antes y estoy cansada me lo regaño de mi madre, te lo regañas y críticas de todo el mundo.

Espero que estos días "de tumba" en los que estamos como enterrados en vida pasen pronto. Sin embargo, no debo quejarme, pues allá afuera hay mucha gente que está sufriendo los horrores de la guerra: a los niños cristianos se les obliga a combatir en Alemania, muchas familias judías son separadas, la guerra parece extenderse en todo el mundo, Hay personas desamparadas y pidiendo limosna en la calles y miles de personas mueren a cada minuto. Nuestros amigos han desaparecido, y su destino nos hace temblar. No hay noche en la que los coches militares verde o gris no recorran la ciudad; los alemanes llaman a todas las puertas para atrapar a los judíos. Sí los encuentras embarcan inmediatamente a toda la familia; los que no se ocultan no escapan a su suerte. Los alemanes se dedican a esto siempre, con la lista en la mano, golpeando a la puerta tras la cual les guarda un rico botín. A veces se les paga un rescate, al tanto por cabeza, cómo en los mercados a de esclavos de antes. Por la noche, veo a menudo desfilar a esas gentes inocentes, con sus hijos llorando, lugares que no se bajo el mando de algunos brutos que los azoten y los torturan hasta hacerles caer. No respetan a nadie, ni a los viejos, ni a las criaturas, ni a las mujeres embarazadas, ni a los enfermos: todos son buenos para el viaje hacia la muerte.

¡Que bien estamos nosotros aquí, a salvó y en la calma!

En mi cama, bien abrigada, me siento menos que nada Cuando pienso en las amigas que más quería, separadas de sus hogares y caídas en ese infierno. Me da miedo pensar que aquellos que estaban tan cerca de mí se encuentran ahora en las manos de los asesinos más crueles del mundo. Y por la única razón de que son judíos.

             Tuya. Ana

El diario de Ana FrankDonde viven las historias. Descúbrelo ahora