27 de febrero de 1943

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Querida Kitty:

El terror reina en la ciudad. Noche y día, hay transportes de esas pobres gentes, que llevan solo una bolsa al hombro y un poco dinero. Este último les es quitado en el camino, según dicen. Se separa a las familias, agrupando a hombres, mujeres y niños, y, por triste que sea, nunca más se vuelven a ver.
Los niños al volver de la escuela, ya no encuentran a sus padres. Las mujeres, al volver del mercado, encuentran sus puertas selladas y notan que sus familias han desaparecido.
También les toca a los cristianos: sus hijos son enviados obligatoriamente a Alemania. Todo el mundo tiene miedo.

Muchos aviones vuelan sobre la ciudad para bombardearla Y dejarla en ruinas. Nadie está seguro, el mundo entero está en guerra, todavía no se ve el final.

Y nosotros estamos bien, mucho mejor que millones de personas. Nosotros estamos aún protegidos y nos gastamos el dinero que pretendemos nuestro. Nosotros somos hasta el punto egoístas que nos permitimos hablar de lo que sucederá después de la guerra, alegrándonos porque nos esperan ropas nuevas y zapatos nuevos, cuándo deberíamos guardar cada moneda para salvar a los afligidos después de la guerra, o, al menos, todo lo que quede por salvar.

Te veo a los niños de aquí con ropa de verano, con duros zuecos en sus pies sin abrigo, ni gorra, ni medias, y nadie acude en su ayuda. No tiene nada que comer y así salen de sus frías casas para salir al frío y llegar a una escuela aún más fría. Muchos niños detienen a la gente que pasa para pedirles un trozo de pan.
Podría seguir hablando durante horas acerca de la miseria de la guerra, pero recordar Eso me pone cada vez más triste.
No nos queda más que aguantar y esperar el término de esta desgracia.
           Ana

El diario de Ana FrankDonde viven las historias. Descúbrelo ahora