CAPÍTULO 27

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Paula se levantó del sofá a recoger el bolígrafo que aún seguía en el suelo, lo observó y sonrió sin muchas ganas. Lo siguiente que recordó fue que se despertó con los primeros rayos de sol que se estaban colando por la ventana. Escuchó jaleo en la cocina, supuso que era Saúl preparándose el desayuno, pero a continuación también pudo oír a su hija reírse de algo gracioso que seguramente él le había contado. Unos pasos se aproximaban hacia el salón y nada más abrir la puerta, un torbellino de pelo castaño, se tiró en plancha sobre ella.

—¡Buenos días mami! ¿Has pasado la noche otra vez haciendo deberes?

—Sí, pero ¿Sabes qué? Esta ha sido la última vez ¡Se acabaron los deberes!

—¿De verdad?—María abrió mucho sus ojitos verdosos, era algo que hacía cuando se sorprendía—¡Bien mami, por fin!—abrazó fuerte a su madre.

—No sabes lo mucho que te quiero—cogió su carita entre sus manos—No lo olvides nunca—la besó repetidas veces—Eres lo mejor que tengo—la atrajo hacia su pecho mientras cerraba los ojos, no sabía porque se sentía tan emotiva esa mañana.

—Yo también te quiero mucho mami—a María le gustaban mucho los mimos de su madre, era la mejor cosa del mundo—La mejor mamá del mundo la tengo yo.

—¿De verdad?—la niña asintió sonriendo y se puso de pie—Gracias—besó con cariño una de sus manos—Pero ya es hora que te lleve al colegio.

—Mami, tienes que ayudarme a peinarme—se señaló el pelo enredado—El tío Saúl lo ha intentado, pero no le sale bien.

—¿Qué quieres decir con que el tío Saúl lo ha intentado?

—Me desperté temprano y me ha hecho el desayuno, yo me he lavado los dientes y la cara y él me ha ayudado con el uniforme. Ah, también me ha dicho que él me lleva al cole y que luego me recoge, que tú tienes que hacer algo súper importante, pero...no ha podido peinarme, por eso he venido.

—¿Ha hecho todo eso?—no daba crédito a las cosas que acababa de escuchar.

—Sí, y me hace mucha ilusión que me lleve al cole ¿No te importa, no?

—Por supuesto que no. Anda ve por tu cepillo para que te pueda peinar—detalles como ese, que él no tenía por qué hacer, eran precisamente los que hacían que su corazón se derritiera más por Saúl.

Una vez María volvió con todo lo necesario para que su madre pudiera peinarla. Ya estaba preparada para que Saúl la llevara al colegio.

—Bueno mami, ya nos vamos—se puso la mochila y le dio la mano a su tío.

—Pórtate bien ¡Y no hables tanto en clase!—era la única queja que tenía su profesora sobre ella, hablaba muchísimo y distraía a sus compañeros.

—Vale, lo intentaré, adiós mami—dio media vuelta para abrir la puerta.

Paula los vio salir con la esperanza de que Saúl le deseara al menos suerte, pero no lo hizo, no le dijo ni una sola palabra. Ese tipo de cosas eran las que la hacían dudar, siempre le daba una de cal y otra de arena. Pero debía dejar de pensar en eso, y empezar a prepararse para ir a la universidad, había llegado el gran día.

Había quedado con Adri que pasaría a recogerla en un rato, Paula se había negado pero el chico había insistido en llevarla y acompañarla, no le quedó más remedio que aceptar. El muchacho fue puntual, siempre lo era, y ya estaba allí en la puerta de la calle, cuando ella bajó y se saludaron con un abrazo, como era habitual entre los amigos. Lo que ellos no sabían, es que alguien a los lejos, los estaba observando, ya que tuvo que volver a casa porque se había olvidado algo, y para nada le gustaba lo que estaba viendo, pero no podía meterse, no era asunto suyo.

A través del tiempo (2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora