CAPÍTULO 31

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Cuando llegó a la habitación se las encontró a las dos jugando con un puzle, bueno más bien era María la que estaba jugando bajo la atenta mirada de su madre.

—Hola, tío Saúl ¿Has visto que puzle tan chulo me han traído? Y mira—alzó la muñeca—Esta me la ha regalado Vero. ¿Tú también me traes un regalo?

—¡María, eso no se dice!—su madre la riñó—Es que piensa que todo el mundo que entra por esa puerta, tiene que venir con algo para ella. Eso pasa porque vosotros la tenéis muy consentida, tú el primero.

—Perdón, yo no sabía que estaba mal, no lo volveré hacer.

—No pasa nada cariño, no te preocupes, ahora ya lo sabes.

Bichillo, cuando salgas de aquí y estés bien del todo, te voy a llevar al sitio de la última vez—le guiñó un ojo cómplice haciendo rabiar a Paula.

—Guay—eso la animó mucho.

—Dios los cría y ellos se juntan—murmuró entre dientes para que creyeran que le molestaba cuando en realidad le encantaba el vínculo que tenían esos dos.

María volvió a su puzle como si nada mientras Paula y Saúl guardaban silencio observando a la pequeña cuando se escuchó el grifo del lavabo.

—¿Hay alguien en el baño?—preguntó Saúl.

—Sí, mi abu—le contestó María.

Simón salió del baño cuando vio a Saúl, se quedó de piedra, no esperaba verlo allí y enseguida sintió incomodidad no por él, si no por sí mismo.

—Buenas—saludó Simón.

—Hola—Saúl devolvió el saludo por educación.

Era cierto que toda la hostilidad que habitaba en él, poco a poco había ido desapareciendo, pero con ese hombre, por más que Sonia lo había hablado con él o por más que lo intentara había algo en su interior que le impedía olvidar lo que pasó. Saúl quería hacerlo, al fin y al cabo era el padre de Paula y el abuelo de María, personas importantes para él, y era cierto que el hombre había cambiado, pero de momento no podía tratarlo con cordialidad.

—Papá, vamos te acompaño a comer, que llevas sin moverte de aquí toda la mañana.

—De acuerdo, vamos—no quería incomodar a Saúl, así que no le quedó más remedio que aceptar.

—Volvemos enseguida—y padre e hija abandonaron la habitación.

Paula respiró, sabía que Saúl no tragaba a su padre y que Simón se sentía mal cada vez que coincidían. Esa era otra razón para sumar a la lista de por qué tenía que alejarse de él lo antes posible.

—Gracias hija—le pasó un brazo por encima de los hombros mientras caminaban.

—¿Por?—le reconfortó mucho esa muestra de cariño por parte de su padre.

—Por evitar la incomodidad entre ese muchacho y yo. No sabía que él estaba aquí.

—Lleva poco tiempo en Valencia, lo trasladaron y ya sabes, María lo quiere mucho y él a ella también, es inevitable que venga a verla—Simón reparó en la repentina timidez de su hija.

—¿Dónde vive? ¿En casa de Sonia?

—Sí, ahí vive—aclaró—Pero sólo eso, que ya te veo venir, Sonia volverá pronto y...

—¿Ah, que ella no está en casa?—Simón no esperaba esa respuesta—¿Vivís solos?

—No, sólo compartimos techo por circunstancias de la vida, que es muy diferente a vivir juntos. ¿Qué te apetece comer?—quería zanjar el asunto.

A través del tiempo (2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora