CAPÍTULO 3

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Después de dejarlas, Sonia fue directa a casa de los chicos. Estaba cansada pero no debía ir a dormir, tenía que volver a su antigua casa a revisar los arreglos que necesitaba y adecentarla para venderla lo antes posible.

—Buenos días—saludó cuando se cruzó con Gael en el pasillo—¿Y Saúl?

—Ya se ha ido ¿Qué pasó anoche? Cuando llegó intenté preguntarle y casi me muerde. ¿Quieres café?—le ofreció

—Sí por favor, litros—respondió mientras bostezaba. Sonia le contó todo lo que pasó en el hospital y que estaba bastante molesta con su sobrino.

—¿Y tú cómo estás? Tuvo que ser una gran impresión para ti enterrarte así de quién era esa chica.

—Yo estoy bien, no te miento si te digo que al principio no me lo creía pero bueno, la vida es caprichosa—sonrió—Me voy ahora para la casa a ver qué se puede hacer.

—Puedo pasarme esta tarde para ir anotando todo lo que se necesite, se suponía que lo haría Saúl pero creo que no estáis en vuestro mejor momento.

—Pues no, la verdad. Luego nos vemos entonces—se bebió el resto del café rápido y se marchó.

Una vez había llegado a casa, se dijo a sí misma que no podía desmoronarse por cada cosa que recogía o cada recuerdo que le venía a la mente. Pasaban de las dos de la tarde cuando había terminado de organizar lo que en otro tiempo había sido el salón y la sala de estar. Todo el mobiliario que iría directo a la basura, lo apartó a un lado para que no molestara, debía dar de alta la luz y el agua y, de momento había que reparar un par de persianas y pintarlo todo. No le apetecía ir a comer, así que, una vez revisados cocina y baño, subió a la planta superior y se paró justo en la puerta de la que fue su habitación, dudó un momento pero al final entró. Estaba bastante bien conservada respecto a la planta inferior, encima de la mesa, aún estaba la foto de Elena y ella, no pudo evitar emocionarse, la tenía muy presente veinticinco años después de su partida, sacó la foto del marco y se la guardó en el bolsillo trasero del pantalón.

Salió de su habitación y entró en la de sus padres, abrió el armario y vio que toda la ropa de su padre, seguía allí, Casilda nunca quiso deshacerse de nada de su amado Marcial. Si cerraba los ojos, todavía podía percibir el olor a tabaco y menta, era su aroma. No sabía a ciencia cierta cuanto tiempo llevaba parada frente al viejo armario de sus padres, hasta que una mano en su hombro, la sobresaltó.

—¡Perdona no quería asustarte!—se disculpó el chico.

—Estoy muy asustadiza últimamente—le dedicó una sonrisa triste—¿Qué hora es?

—Casi las siete—respondió Gael.

—No sabía que había pasado tanto tiempo aquí. Hay muchas cosas y me es imposible irme sin verlas...En fin...—sacó la foto que había cogido de su vieja habitación.

—Esa es...era tu hermana supongo—Sonia asintió—Os parecéis muchísimo, ahora entiendo el tremendo parecido entre Saúl y tú.

—Todavía recuerdo a mi madre quejándose de que Elena y yo fuéramos clavaditas a mi padre «Nueve meses dentro de mí, dieciocho horas de parto y se parecen a su bendito padre» Era bastante graciosa la situación—suspiró—Extraño mucho a mi familia y estar aquí lo acentúa.

—Creo que por hoy ya has cumplido, es hora de volver a casa, cenar y descansar. Roma no se construyó en un día.

—No, me quedaré un rato más, cuanto antes termine, antes podré volver a Valencia y largarme de aquí definitivamente—sentenció.

—Entiendo tus motivos, pero por no volver aquí no vas a olvidar todo lo que te pasó en este lugar—le devolvió la foto.

—Lo sé—le molestó lo que le había dicho—Pero así es la vida y así he querido vivir la mía, si me disculpas tengo que revisar algunas cosas—procuró sonar todo lo borde que pudo.

—Estaré abajo, iré anotando todo lo que vea mal ¿Vale?

—De acuerdo—y volvió hasta lo que estaba haciendo antes.

Los últimos rayos de sol se estaban colando por la ventana y Gael no había vuelto a subir para no molestar a Sonia, pero estaba a punto de anochecer y la casa no tenía electricidad. Se arriesgaba a que lo echara a patadas, pero no le importaba. Cuando llegó, Sonia estaba apoyada frente a la ventana que apenas alumbraba la estancia, mirando a la nada, cuando Gael entró, miró hacia él.

—Perdona por lo de antes, la historia no va contigo y... Perdóname por favor.

—No pasa nada, son muchas cosas y sólo llevas aquí un día—se acercó hasta ella.

—Es tarde, ahora sí deberíamos irnos, Saúl no tardará en llamarme—puso los ojos en blanco y eso hizo reír a Gael.

—Creo que deberías de dejar de preocuparte tanto por los demás y preocuparte un poco más de ti. Tú toda la vida preocupándote por todos pero... ¿Qué hay de ti? ¿Con quién hablas todo eso que te come por dentro? ¿Esas cosas que te hacen que quieras huir de todo?

—Con nadie—reconoció.

—Debes anteponerte a ti antes que a nadie y cerrar esas heridas que, aunque ya no sangran, duelen un poco—se le acercó un poco más, y la habitación estaba ya en penumbra—Debes hacerlo Sonia.

Gael no supo cuando cambió tanto la atmósfera de la habitación, ni en qué momento todas esas palabras habían salido por su boca. Lo único que sí sabía es que quería conocer cada cicatriz de la mujer que en ese momento lo observaba sin saber qué estaba pensando, y abrazarla tan fuerte que todos sus pedazos se recompusieran.

Mientras todo aquello pasaba por su cabeza, fue Sonia la que lo abrazó a él por impulso, necesitaba ese abrazo. Lo que ella no se imaginaba era las cosas que empezó a sentir acerca de ese hombre que tenía a escasos centímetros. Cuando consiguió reaccionar, lo soltó como si quemara, no debía pensar en esas cosas, no con Gael.

—¿Nos vamos ya?—no esperó su respuesta, se encaminó directamente hacia las escaleras, en las que no se veía casi nada.

—¡Espera!—salió tras ella—Tengo aquí una linterna.

—Perfecto—llegaron abajo enseguida.

Cuando salieron a la calle, ella se fue en su coche y él en moto, ambos con una extraña sensación en sus cuerpos. Sonia llegó a casa, pero Gael se desvió. Al llegar, vio que Saúl estaba con una visita bastante desagradable para él.

A través del tiempo (2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora