Mariana
te dejo, ya no puedo seguir llorando, esperando a alguien que no quiere estar a mi lado, cuídate, sé feliz.
Sí me hubiesen dicho hace dos años atrás que iba a regresar con la persona que me hizo daño, yo no lo creería. Sí me fuesen mostrado a través de algún recuerdo que terminaría embarazada y siendo feliz con la mujer que he amado desde el primer día que hemos hablado, no lo creería. Sí mi yo del futuro me fuese escrito una carta diciéndome que no me preocupara por lo que sucedía en mi vida, que todo, tarde o temprano se va a acomodar, que regresaría a los brazos de la que me da paz y tranquilidad, que es mi hogar, fuese pensado que era un chiste de los milenials.
Sin embargo, ahora que me voy en esto. Dónde estoy. Frente al espejo del vestíbulo, acariciando mi panza, ver detrás de mí a Abigail buscar su ropa diaria para pasar este domingo con todos en casa de Nahomis por el primer cumpleaños de Avery, lo creo. Estoy convencida que el universo nos volvió a unir para darnos cuenta que el amor no se acaba ni que pase 2, 5 o 10 años. Muchos pensarán que puede ser cariño y aprecio, pero estoy segura que no es así.
Cada vez que la veo después de un día atareado en la oficina siento que el mundo se detiene, saboreo en mis labios la sonrisa de felicidad y algo dentro de mí empieza a llenarse al verla acercarse a mí. Cuando me habla al oído contándome algún secreto, siendo su confidente y cómplice, el estómago se me revuelve de emoción y alegría, al saber que soy la única a quien le comparte estas cosas. Al tomarme entre sus brazos cuando terminamos un buen sexo, me pregunta si estoy bien, sí quedé satisfecha, ver en sus ojos la felicidad completa, me sentirme segura en sus brazos. En cada uno de esos eventos, es una confirmación del amor que le tengo, es una verdad que asegura que nos amamos todavía.
Las discusiones, las peleas, los celos, los malos entendidos ya están quedando en segundo lugar, tardé años en entenderlo, tarde años en darme cuenta que no hay nadie en el mundo que me ame más como ella, sé que no hay nada en el mundo que la ame como yo. En estos momentos, tenemos próximo el nacimiento de nuestro primer hijo, es un varón, aún estamos discutiendo su nombre, pero sé que Abigail está dispuesta a hacer por mí lo que sea, sí es posible matar por mí y ahora por el bebé que llevo en mi vientre.
Lo mejor de todo esto es que cada fin de semana me lleva para comprarme nuevos vestidos, el de hoy es uno azul cielo, sin tiras, se me deja ver los hombros, la clavícula, mi cuello, se ajusta bien a mis senos, que han crecido, no tanto, pero si algo, es suelto en la parte de mi vientre, mis piernas quedan libres, unas sandalias bajas, negras. Recogí mi cabello con una tira azul, haciendo un hermoso moño o lazo en la parte de arriba. Me giro para encontrarme con la mirada de Abigail quién me sonríe ampliamente, me acerco a ella con mi mano en el vientre. Besa mi cuello y luego mi mano, para acariciar mi panza.
—Creo que será más grande que yo.
—Amor, todos son más altos que tú.
Ella se mira en el espejo de la puerta donde ella guarda sus playeras, se la alisa, me toma de la mano y salimos de allí. Tomo mi bolso a juego con el vestido, ella se coloca sus gafas negras. Desde que le enseñé a como ponerse los lentes de contacto ahora tiene una colección de lentes para el sol que nunca antes. Bajamos por el ascensor en silencio. Fuimos directo al sótano para subir al auto de una vez. Abigail abre la puerta del copiloto para mí, espera que me acomode bien en el asiento antes de cerrar la puerta, me pongo el cinturon de seguridad mientras ella rodea el auto para subir a su asiento. Siempre tiene cuidado de mí, siento que nunca se cansa de hacerlo.
—¿Quieres algún jugo mientras vamos de camino? —Pregunta encendido el auto.
—No es necesario, pero si compra uno por si luego se me antoja —digo ocultando una sonrisa.